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Viajes: La cletamorfosis

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La colombiana Carolina Clack partió desde Buenos Aires hacia Uruguay para recorrer la costa junto a un grupo de 23 personas. Pero las peripecias del camino la llevaron a terminar la aventura sola y a disfrutar de cada pedaleada sobre Romeo, su mountain bike.

Carolina Clack tiene una sonrisa amplia, 33 años, un gato negro que se llama Caribe y que vigila su departamento de San Cristóbal desde arriba de un armario, una mountain bike Diamond Back bautizada Romeo y otra urbana que le hace compañía, Julieta. Ella –la del nombre de mujer– acompaña a la colombiana desde que empezó a pedalear por las calles de Buenos Aires, hace ya tres años. Ella –la del nombre de hombre– llegó cuando Carolina decidió viajar por la costa uruguaya junto a un grupo de 23 personas, y también la guió cuando el trayecto se volvió solitario.

“Un amigo iba a prestarme una mountain bike para hacer el viaje –cuenta Carolina–, pero cuando se acercó la fecha sentí que necesitaba mi propia bici. Fui a la bicicletería El Colo, y él (Fernando “El Colo” Amarilla) me dijo que me la financiaba. La armó teniendo en cuenta mis medidas, asiento perfecto, cambios, cubiertas para este tipo de viaje. Se la fui pagando por partes. El Colo te banca si cree en ti y sabe qué tipo de persona eres.”

Un mes antes de partir, Carolina comenzó a entrenar 65 kilómetros diarios yendo a Tigre. Cuando no iba sola, pedaleaba acompañada por integrantes del grupo. Algunos eran conocidos y amigos de masas críticas y salidas, otros no: “En esos encuentros veía cosas copadas con la gente, pero también un poco de desorganización. El reto personal sería mayor de lo que pensaba, tendría que ejercitar la tolerancia, la flexibilidad, ver qué quería y qué no: esto no soy yo, pa´llá no voy yo.”

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Encantamiento  

La bici ya estaba cargada con alforjas, carpa, herramientas y hasta un colchón inflable. Agustín, compañero de pedaleo de Carolina, ya le había tocado el timbre de su casa y la esperaba para ir a tomar el barco. Pero ella creía que no iba a poder: “Todo sumaba peso. La noche anterior me había dormido pensando qué sacar. Había leído, cosa que debí haber hecho antes, sobre cómo restar peso y entendí qué hace la gente que realmente quiere viajar. Había un tip que era sacarle todas las etiquetas a la ropa que vas a llevar, porque suman como medio kilo que aprovechas para otra cosa. Algunos cortan los mangos de las herramientas o los cubiertos: ganas espacio y peso, y eso es más agua que puedes llevar en el camino.”

La experiencia de haber sido mochilera sola por Latinoamérica (ver aparte) le dio seguridad a la colombiana para encarar el camino con 60 kilos a cuestas. Y también, la conciencia de haber afrontado un proceso de aprendizaje previo: “Una prueba increíble para mí fue que el día antes de salir, a las cuatro de la tarde, pinché la bici. Era 25 de diciembre y tuve que arreglarla sola.”

Carolina cruzó a Montevideo, donde visitó a una amiga. Dos días después se encontraría con el grupo de La Cletamorfosis. Pero eso no ocurrió como estaba pactado: “Se hizo la hora y no llegó nadie. En ese momento pensé que yo ya estaba ahí, con mis alforjas, había invertido plata. Quise comprarme un mapa e irme sola. Pero me daba miedo en bicicleta. Era un condimento nuevo que te da susto, más siendo una mujer sola.”

El encuentro sucedió finalmente en el obelisco montevideano. Lo que había pasado es que algunos se habían ido de fiesta el día anterior y habían emprendido el viaje más tarde. Nadie le había avisado a Carolina.

“Mientras llegaba al obelisco encontré a un grupo de brasileros con muy buena onda –cuenta la colombiana– y hablé con ellos. Tenían todo listo, un calendario con los días y lugares donde se quedaban. Yo prefiero ser un poco más organizada. La improvisación es parte de la vida, lo sé de memoria, pero cuando emprendes un proyecto, si tienes más delimitado el alcance, mejor.”

El primer trayecto en bici de La Cletamorfosis empezó en la rambla y finalizó en Atlántida, donde los ciclistas acamparon. Carolina dice que ese día fue de encantamiento: “Me puse los audífonos, la bici era meditación, los paisajes eran increíbles: todo lo que yo quería. Me importaba el resto del mundo, la gente, pero para mí era fundamental arrancar, pedalear por lugares diferentes, estar lejos de mi hogar y sentir que iba cómoda y que me había preparado. No me costaba el ritmo, iba a la cabeza y si me quedaba los podía pasar con comodidad”, explica la viajera.

El proceso de aprendizaje siguió, cada vez más de la mano de los otros: “Llegamos de noche al camping, porque algunos se retrasaban mucho. El último arribó dos horas después que los demás: no estaba entrenado. Cuando viajás en grupo tendría que haber un ritmo similar, para cuidarte, para que ninguno se sienta presionado por el que va adelante. Es como una danza, tiene que haber una coreografía mística donde te encuentras y sigues, vas deambulando con otro y sigues. Los momentos en los que fuimos así en la carretera fueron increíbles.”

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Magia  

El viaje de La Cletamorfosis continuó por Piriápolis. Carolina partió más tarde que el resto porque se quedó organizando su equipaje: le gusta que todo esté en su lugar, de modo que si tiene que buscar algo en medio del camino, sabrá dónde encontrarlo.

Si el día anterior había sido encantamiento, llegaba ahora la magia: “Salí sola pero adelanté al grupo –expresa la ciclista–, cómoda y tranquila. Empezaron los repechos fuertes. En esa carretera sentí cosas distintas en la bicicleta. No tenía música porque se me había mojado el celular. Éramos el silencio y yo. Entonces canté. Estudié canto, eso me ayuda a mantener la respiración. Me concentraba más en eso que en la subida y la mente, el gran enemigo de una pedaleada larga y fuerte, se distraía y conectaba con algo positivo.”

Esa sabiduría espontánea fue tan potente que sirvió también para transmitirla a los demás: “Mayra, una amiga que viajó, decía que la mente no le daba porque empezaba a pensar: no voy a poder, mira esa subida, mira lo que viene, me estoy muriendo, me van a dejar de última, qué hago. Y nos decíamos, no amiga, hay que cantar, poner musiquita. Toda angustia hace que no puedas continuar, que no respires bien, que dudes de ti.”

Entonces, de algún modo, motivaste a los demás.

Sí, un poco. Sólo a quienes se conectaban conmigo. Por ser caribeña, voy siempre hacia adelante. Pero sentía que no había feedback con la gente del grupo, que estaban en otra. No podía expresarme y eso para mí es una mutilación a mi espíritu. Iba sola en la carretera. Igual, todos íbamos solos, hubo pocas duplas, cada quien llevaba su ritmo único. Lo bueno era que cuando llegaras a destino, alguien iba a haber esperándote. Y si no llegabas, alguien iba a decir: “Uy, pero no llegó”.

¿Por qué crees que costaba tanto conectarte con el grupo?

En Punta del Este acampamos en una planta de agua, donde nos dieron permiso. Esa noche fue muy linda, hubo guitarreada, nos reímos, nos liberamos un poco. Se formaron cosas más chéveres. Entendí que todos estábamos un poco asustados y muy nerviosos, era un reto grande. Mucha gente no lo dice y no lo acepta porque no es fácil decir “tengo miedo”. Me gustaría también que me dijeran los demás en qué me equivoqué: Carolina, no hiciste esto, no hiciste aquello, no ayudaste. Pero quizás yo estaba en la búsqueda de viajar sola. Tal vez era algo que quería y no podía decírmelo de manera franca. En ese trayecto empecé a sembrar en mi cabeza cómo sería viajar sola. Ahora que se van enfriando los sentimientos del viaje reconozco que otra parte de mi se sentía más preparada para enfrentarlo.

Al peso de las alforjas se le sumaba el de los interrogantes propios y las dudas ajenas. Así y todo Carolina se las arregló para disfrutar del camino, como lo atestigua el cantito de su voz colombiana, que se acelera de a poco: “Pasaban autos y nos gritaban ‘¡vaaamos!’. Veías ciclistas en bicis de carrera, en camadas, te pasaban, tú querías seguirlos pero era imposible. Iba pasando el asfalto, el camino de tierra y estaba ahí, veía el horizonte abierto. Contemplaba el camino. Cuando cambiaba el kilómetro del 43, 44, 45, 46, 47. Era como, wow, estoy en el 47 y mira adónde llegué”.

“Tranquila, mírame la cara”  

De los 23 ciclistas que habían iniciado el periplo sólo quedaban seis: cinco varones y Carolina. Poco a poco, los integrantes de La Cletamorfosis fueron regresando a Buenos Aires, por trabajo, por cansancio o porque eran menos las etapas del viaje que se habían planteado cumplir.

La Paloma fue la siguiente parada. Allí la colombiana tenía que esperar un giro postal proveniente de su país, mientras los demás se dirigían a Valizas. Montada en su Romeo, Carolina empezó a pedalear sola a las cinco de la tarde.

“Aquí sí me toca, pensé. Fue la conexión interna más fuerte. Pero también me di un susto. En la ruta se paró una moto al lado mío con dos hombres. Se bajó un tipo y me miró. Pensé que me iban a robar; a uno de los chicos lo robaron en la ruta así. No lo pensé dos veces: me volví, y nunca pedaleé tan rápido. Empecé a gritar “señoooor”, a un hombre que vivía como a un kilómetro, que me había dado agua fresca. Enseguida el de la moto dijo ‘me quito el casco, tranquila, mírame la cara’. El tipo quería preguntarme para dónde era Rocha. Le contesté que era para el otro lado, pero qué cómo se le ocurría pararse así, si yo era una ciclista que iba sola.”

Después de tranquilizarse, Carolina volvió a la ruta. Llegó a Valizas y se reunió con sus compañeros. Habían armado campamento en un lugar no habilitado, para no pagar camping.

“Ese día viví el rompimiento –expresa la viajera–. No me sentía parte, ellos eran cinco chicos andando juntos y yo era una chica que había llegado. Energía masculina buscando mujeres. A la mañana siguiente tres se fueron a hacer la caminata a Cabo Polonio y los demás nos quedamos a cuidar las carpas y bicis. Pero mis dos compañeros salieron a comprar cerveza y no volvieron. Me dejaron sola todo el día al sol, con las cosas, sin agua. Regresaron primero los que habían ido al Cabo que ellos. Entendí que las cosas estaban tomando otro ritmo.”

El día siguiente era el elegido por Carolina para conocer Cabo Polonio, donde vería por primera vez lobos marinos. En soledad emprendió la caminata de 20 kilómetros desde Valizas hasta el cabo. Atravesó las dunas, se bañó desnuda en el mar, le gritó al agua lo que quería que se llevara y le pidió lo que quería de vuelta. Decidió que no iba a estar enojada ni pasándola mal con sus compañeros: era el momento de empezar otro viaje consigo misma: “Me despedí de los chicos con una sensación muy triste y bastante decepcionada de mí misma y de la situación, por no haber logrado superar las diferencias y armonizar. Pero Valizas vibraba conmigo, así que me quedé una semana en un camping súper bonito, con baños secos, otro tipo de vida. Encontré a una amiga de otra amiga. Nunca estás solo, siempre hay un conocido, redes, conexiones. Para mí era importante generar vínculos, estando en grupo no había podido hacerlo, en cambio sola vibraba rápido con la gente.”

Cuentos de mujeres

La última parte del viaje encontró a Carolina entre personas de distintos países. En el camping compartieron comidas típicas de distintas culturas, se contaron sus idas y venidas por la vida. Daniela, la dueña del lugar, madre de cuatro hijas, habló de los secretos de mantener su espacio reciclando y evitando el exceso de consumo.  “Hubo mucha energía femenina esos días, y los hombres que nos rodeaban eran muy colaboradores, sonrientes y pacíficos. Me sentí en una película.”

Estando en Valizas, la colombiana siguió con sus pedaleos solitarios. Fue a Punta del Diablo, estuvo allí una noche y volvió. En el camping se sentía a salvo.

Es mucho más común ver a hombres viajando solos en bicicleta que a mujeres, está más aceptado socialmente. ¿Qué reflexión hacés de haber viajado sola ese tiempo y qué peculiaridades crees que tuviste que pasar que un hombre quizás no hubiese vivido? 

Es más común ver hombres solos en la vida. Como mujer que viaja sola, cualquier persona se parará en el camino a ayudarte con una rueda pinchada, por ejemplo. Te van a abrir puertas: la señora del kilómetro 47 va a decirte “venga m´hijita, quedese a dormir acá, venga que le doy un plato de comida”. Al hombre, si no es simpático y no se sabe ganar a la gente, le será un poco más difícil. Pero estás más expuesta a un acto de violencia, porque somos más débiles corporalmente y por naturaleza. Cada día hay cuentos de mujeres que viajan solas de mochileras y les pasa algo. A mí no me da miedo la bicicleta ni físicamente, sino el otro, que llegue alguien y me afecte. Necesitas tener mucha seguridad en ti, creer en tu intuición, ser organizada, estar abierta a los cambios, fijarte en el camino dónde fue el último punto que había gente, cuánto te falta para llegar. A mí me dieron ganas de hacer pis en el camino. Me aguanté unos tres kilómetros hasta que vi un sitio donde podía dejar la bici detrás de un árbol y meterme yo detrás del árbol. Lo más importante es cuidarte física y emocionalmente, saber que pueden pasarte cosas que no son las que esperabas, bonitas y no tan bonitas.

¿Qué balance final hacés de tu tramo del viaje en grupo? ¿Volverías a embarcarte en una travesía con mucha gente?

Me gustó mucho el proceso de preparación, porque en el camino sentí la diferencia yo y también con el grupo. No me considero deportista sino ciclista urbana, pero luego de este viaje voy a entrenar más, para acomodarme a los ritmos que la bici te va llevando, ir más cómoda, más liviana, más fuerte. Ahorita quiero prepararme para hacer la costa colombiana, mi país. No sé si iré sola o acompañada, pero lo haré. Ya empecé a ver las carreteras.

Al grupo luego lo he visto en la masa crítica, nos saludamos y con algunos está todo bien, con otros no tanto. Pero cuando te acostumbras a viajar sola te vuelves muy independiente. No creo que en mi vida vuelva a viajar con un grupo tan grande. Es muy difícil.

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EN PRIMERA PERSONA
“Pensé que nunca más iba a volver a la ciudad”            

Carolina Clack nació en Colombia pero vivió durante 18 años en Venezuela. Desde chica empezó a nutrir su repertorio de viajes, algunos de ellos en solitario, como el que la trajo hasta Buenos Aires.

“Mi primer viaje sola lo hice por la costa caribeña de Venezuela. Ni siquiera llevaba carpa, tenía un chinchorro, que es una especie de hamaca tejida que no pesa nada. Dormía a la intemperie, podías hacerlo en aquella época. Amarrabas el chinchorro pidiéndole permiso a alguien, te bañabas donde podías. Ahí entendí que al viaje hay que llevarse cubiertos, latitas de atún. Ya sentía la necesidad de encontrarme conmigo en el camino. Después hice unos cuantos viajes más. Pensé que nunca iba a volver a la ciudad.”

Sin embargo regresó a la gran urbe. Pero sólo después de desquitarse con una aventura que llevaba tiempo creándose en su mente: “El gran viaje fue junto a unos amigos, a Ecuador, con la mochila armada para 15 días. Allí conocí a dos chicas de Cataluña que venían desde la Patagonia. Yo había soñado varias veces con Machu Picchu, quería ir pero lo veía muy lejano, creía que necesitaba mucha plata y tiempo. Estas chicas me armaron la ruta para venir hasta el sur. Y yo, que tenía un itinerario ya listo desde mucho tiempo antes, busqué mi pre-producción en la agenda y arranqué desde Ecuador. Llamé a mi tío y le avisé que iba hasta Argentina. Todos dijeron que estaba loca.”

Ante la pregunta de por qué se instaló en Buenos Aires, la respuesta de Carolina es simple: “Porque en La Paz, Bolivia, me robaron todo. Llegué a Buenos Aires a la casa de Gastón, un amigo que me esperaba, con diez dólares en el bolsillo. Salí a buscar un empleo y conseguí uno como mesera en San Telmo. Ahí dije: ahorro lo del pasaje y me regreso a Bogotá. Tenía que trabajar tres meses. Me quedé quince días con Gastón, porque no me gusta molestar a nadie, y luego alquilé una habitación en Adrogué. Era lejos. Tomaba el tren a las 12 de la noche, el último. Era heavy. Pero cuando una no conoce no siente tanto el peligro. La ignorancia es atrevida.”

Tiempo más tarde Carolina, que es licenciada en Letras, consiguió trabajo en una agencia de publicidad y un apartamento en Capital Federal. Y también encontró a su gato Caribe, que un día la recibió frente a su casa. Actualmente, la colombiana lleva adelante su propia agencia de comunicación, bautizada La Cicla, participa de cuanta bicicleteada aparece frente a sus ojos y prepara un libro con sus experiencias de viaje por Latinoamérica.

Texto: Rocío Cortina

Nota publicada en Biciclub Nº 231, marzo 2014.

1 Comentario

1 Comentario

  1. Luciana Lopinchato

    30 julio, 2015 a las 4:17 am

    Ese grupo, es una verdadera mierda.
    El lider, es un obeso drogadicto, que tiene mas ego que Vicki Xipolitakis.
    Los que lo siguen se creen los mas vivos, pero es pura gente falsa y sola, que habla por atrás de los demás.
    Gente con cero solidaridad. Se dicen amigos y se conocen hace tres dias. Pura farsa.
    Grupo no recomendado.

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Cicloturismo

El cruce más rápido del Sahara en bicicleta y sin asistencia en 12 días, 22 horas y 44 minutos

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Foto: https://www.instagram.com/sergio_michelini_photography/

Protagonizada por el ultraciclista ítalo-argentino Leonardo Morilla, la travesía más rápida (y escalofriante…) del desierto del Sahara en bicicleta, que implicó recorrer sin apoyo externo 3.000 kilómetros desde Marruecos hasta Dakar, con 10.670 metros de desnivel acumulado, en 12 dias 22 horas y 42 minutos, está actualmente en proceso de transformarse en un nuevo Récord Guinness*.
Leonardo comenzó en Marrakesh, Marruecos y terminó en Dakar, Senegal, superando el récord anterior por 7 horas de diferencia, con el agregado de que, por la situación bélica que sufre esa zona, debió recorrer 3.000 kilómetros en lugar de los 1.700 del récord vigente hasta ese momento.

Foto: https://www.instagram.com/sergio_michelini_photography/

El rácord fue realizado durante el verano del Sahara, para aprovechar los vientos a favor de hasta 40 km/h que son frecuentes en esa época del año, pero unas inusuales tormentas en Mauritania provocaron que los vientos fueran en contra casi el 80% del tiempo, en forma de tormentas de arena de hasta 70 km/h.
Leonardo debido atravezar distintas adversidades:
-500 km sin dinero y sin comida debido a que momentaneamente no se podia extraer dinero en ningun cajero de toda Mauritania.
-Pasar por uno de los pocos territorios que existen llamados No man’s Land (Tierra de nadie), en la frontera entre Marruecos y Mauritania.
-Envenenamiento por comida en mal estado
-Cruzar con sobornos la frontera de los hermanos Rosso, entre Mauritania y Senegal, conocida como la frontera más corrupta de África.
-Finalizar su recorrido en Dakar el día de un intento de golpe de estado, donde el gobierno cortó internet por una semana. Lo que obligó a Leonardo a recorrer los ultimos 350 km sin GPS desde la frontera hasta la capital en menos de 24 horas, atravesando manifestaciones e incluso agresiones.
Lo que sigue son algunos relatos en primera persona de esta carrera contra el tiempo y el espacio.

Foto: https://www.instagram.com/sergio_michelini_photography/

Grasa hervida con salsa y solo dos horas de sueño

Antes de comenzar, paso una semana en Marrakech para aclimatar mi cuerpo a las temperaturas.
Me despierto en una habitación de 2 x 2 metros en Medina, Marruecos. Sin ventiladores y apenas una ventana que da a un pasillo interno. Son las 9:30, miro la temperatura: 37ºC. Siento que ya estoy agonizando y todavía ni siquiera estoy en el Sahara.
A las 22:30 salgo de Menara Gardens con 3 testigos que firman los documentos que exige el Guinness World Record.
Parto entre la multitud. No tengo muchos más recuerdos de esa noche más que escuchar música y controlar las pulsaciones. Cuando vuelvo a darme cuenta de dónde estoy, ya he cruzado la primera parte de las montañas Atlas prácticamente sin darme cuenta, ya he hecho 2000 metros de ascenso antes del amanecer.

Tenía comida suficiente para no parar por casi 1000 km; solo debía completar con proteínas como huevos y carne que encontrara en la ruta. Ya es mediodía, entro a un lugar donde veo que la gente come y le digo a la persona que quiero lo mismo, que parecía carne. Me lo sirven y en realidad era solamente grasa hervida de algún animal con una salsa. No creo que sea un plato “saludable”, pero después de haber gastado unas 4000 calorías, ¡era increíble! No podía creer lo bueno que estaba ese plato de solo grasa y cartílagos. Continúo hasta que se hace de noche y voy a un restaurante mejor puesto; el dueño está sorprendido y no quiere que pague. Al final, termina invitándome a su casa y explicándome que él no es árabe, esta región pertenece a otra cultura… No entendí a qué se refería, pero esta secuencia se repitió muchas veces. Le agradezco, sacamos una foto con él y con el chef, y me despido rumbo a Tiznit, donde había visto un camping, solo que no tenía teléfono ni página web. Cuando llego, el camping estaba cerrado. Terminé durmiendo contra una pared para refugiarme del viento a las 2 de la madrugada. Era la primera vez que dormía en 40 horas.
A las 3 unos perros me acorralan en la oscuridad. Veo una luz y grito “Ici, ici”, que en francés es “aquí, aquí”. Era el guardián, que paseaba con sus perros por la noche.Solo hablaba árabe, pero entendí con sus gestos que podía quedarme. El problema es que ahora tenía la adrenalina lista para subirme los Atlas de nuevo; ¿Cómo dormir así? Ese día solo dormí 2 horas en 40 horas.


Camiones

(Al día siguiente) me despierto con el colchón inflable completamente en el piso, muy pinchado. Sentía que mi cuerpo no se había recuperado en absoluto.
En todas las culturas, se puede ver cómo los autos te comunican sus códigos, sus reglas, la de esa ruta en particular. Ahora el código era: “Esta ruta es de los camiones principalmente”. Me doy cuenta cuando un camión toca bocina por detrás, no frena ni cambia de rumbo; ya sabes que es mejor aceptar las condiciones de ellos. Ya no había más banquina, cada vez que un camión venía por detrás tocando bocina, “era mi obligación tirarme fuera del asfalto contra las piedras, contra una zanja, contra lo que sea”. Yo estaba de más en esa ruta y tenía que dejar pasar a cada camión.
Recuerdo llegar a la cima, suspirar y decir, ya no quiero subir más. Me tomo unos minutos para recuperarme, después de sentirme entre la espada y la pared durante varias horas. Luego vino el descenso como recompensa, con el viento que permitía evaporar la transpiración. Llego a un camping y me pongo a reparar el colchón que tenía 7 pinchazos en total; la noche anterior, sin verlo, había dormido sobre unos vidrios rotos y unas ramas. El dueño del camping me cobra 3 euros y además me ofrece un plato de pasta. Me advierte que el agua no es potable y no hay agua caliente, pero que puede darme una olla con un poco de agua hirviendo para bañarme. Me baño sentado en una roca con 2 baldes de agua. Lo sentía como el baño más reparador que había tenido en mi vida. Pude dormir 7 horas.

Tormenta de arena
(Al tercer día) me despierto y la rueda trasera estaba completamente desinflada. La inflo y salgo lo más rápido posible mientras pienso que hoy va a ser un gran día, estoy muy descansado. Luego de cruzar esta última parte de Atlas, llego a TanTan, conocida como “Las puertas del Sahara”. El viento era insoportable, soplaba en contra y cruzado. Calculé en ese momento una velocidad constante de viento de 30 km/h con ráfagas de hasta 70 km/h. Incluso caminar era difícil, tenía miedo de caer frente a un camión. Caminé durante 3 horas. Observaba que la arena estaba suspendida en el aire; en ocasiones, ráfagas de arena voladora me golpeaban, causándome una sensación de ardor en la piel y mucha tos. Cubrí mi boca con la única otra remera que tenía y atravesé TanTan; ya no sabía cómo hacer para respirar ni para abrir los ojos, ya que la arena entraba por todas partes. No era consciente de que estaba atravesando una tormenta de arena.
Levanté la vista y ahí vi una de las imágenes más aterradoras de este viaje: el horizonte estaba compuesto únicamente de arena en movimiento. No se distinguía entre el suelo, el aire y el cielo; todo eran montañas de arena. En ese momento pensé, “¿Dónde me he metido?” Yo creía que esto iba a ser más fácil… ¿Cómo pude pasar por alto esto en mi planificación? En mi cálculo, tendría viento a favor todo el tiempo, pero esto era literalmente imposible. Los camiones se detienen y me preguntan hacia dónde voy. Intento explicar que estoy intentando establecer un récord mundial, pero nadie parece entenderme. Me dan agua y se van.

The police
(Al final de lmi cuarta jornada,) a las 11 pm, llego a las puertas de la ciudad de Laayune. Un grupo de policías amables me detiene. 100 metros más adelante, militares me paran; ya no tan amables, me piden el pasaporte y me hacen muchas preguntas. Lo más extraño es que, a 100 metros de allí, me paran otros militares, pero estos estaban bastante armados y no mostraban ninguna sonrisa. Me apuntan con linternas en la cara y me preguntan por mis documentos, por qué estoy aquí y por qué a esta hora. El interrogatorio es extenso y luego me dejan ir. 100 metros más adelante me paran nuevamente policías. Ya no entendía nada. Pregunto por qué me paran tantas veces y qué está sucediendo. Me responden que son controles normales, para garantizar mi seguridad. Sin darme cuenta, había cruzado el área en disputa entre Marruecos y Sahara Occidental). Dependiendo de a quién le preguntaras, había cruzado una línea fronteriza entre dos países.

Mad Max

(Al quinto día) despierto rodeado de hombres y escenas que parecen sacadas de una película de Mad Max: animales muertos, jeeps, camionetas y motocicletas destrozadas con piezas esparcidas por todas partes. Parece un desguace con carpas en medio. Me levanto muy tarde ese día debido a la acumulación del viento en contra, lo cual me ha dejado con una gran fatiga física.
El sistema tubeless de la bicicleta deja de funcionar y tengo que reemplazarlo por una cámara de aire convencional. También aprovecho para limpiar el grupo de tracción en una gasolinera con diésel, ya que la arena ya no me permite cambiar de marchas correctamente. Pierdo mucho tiempo realizando estas reparaciones y limpiezas. Debido a la tormenta de arena, algunas partes de la carretera tienen un carril reducido y se convierten en un solo sentido, ya que las máquinas topadoras están retirando la arena de la carretera. Parece como si el Sahara estuviera “comiéndose” la ruta. Finalmente, encuentro un camping y duermo alrededor de la medianoche.

(En la séptima jornada) me despierto antes del amanecer y soy muy consciente de que estoy retrasado. A partir de este momento, no puedo permitirme perder tiempo en nada. Desayuno rápidamente y me subo a la bicicleta. Creo que solo saqué una foto ese día. Cruzo el Trópico de Cáncer y pincho la rueda trasera dos veces. Ahora uso una cámara de aire, así que tengo que limpiar y reparar la cámara, que está sucia por el líquido tubeless. Duermo en un pequeño pueblo donde la gente espera antes de que abran la aduana para cruzar a Mauritania. Estoy un poco preocupado por “No Man’s Land”, ya que mañana cruzaré uno de los pocos territorios en conflicto, donde ningún país lo reclama como propio. Por lo tanto, son 5 km donde no hay leyes ni gobierno que rijan ese territorio.

No man’s land
Me despierto antes del amanecer y me dirijo directamente a la frontera. Desayuno un pan con huevos y veo un cajero automático. Pienso que es mejor sacar dinero en efectivo en Mauritania para evitar problemas con el tipo de cambio. Sin saber que esta sería mi última comida con mi último dinero en más de 500 km.
Llegar en bicicleta a una frontera en el Sahara tiene la ventaja de que te dejan pasar adelante sin hacer cola bajo el sol. Pero ser blanco tiene la desventaja de que quieren entender realmente lo que estás haciendo y asegurarse de que no seas una amenaza para ellos o un problema internacional. Cruzo “No Man’s Land” y del otro lado me encuentro con nada más y nada menos que la Guardia Civil Española. Ellos estaban caminando, hablando y saludando a la gente. Quería abrazarlos, pero decidí limitarme a darles la mano. Estaban muy contentos de verme y se reían, preguntando cómo llegué hasta allí. Mientras hablaban, tomaban jugo de naranja en vasos de vidrio, dos cosas que no había visto en más de 1000 km. Les expliqué mi situación de récord mundial y les pregunté si sería seguro seguir de noche. Me dijeron: “Ya llegaste hasta aquí, así que sabes dónde estás y cómo funciona esto. Ve tranquilo, no te pasará nada. De todos modos, vamos a informar al jefe de los militares de Mauritania y veremos qué dice”. El jefe militar de Mauritania vino y dijo: “De noche no puedes continuar en bicicleta, es peligroso. Cuando veas militares de noche, quédate allí”.

Mis días más difíciles: Mauritania 

Pago una visa de 55 euros, que no puedo pagar con tarjeta, y me quedan solo unos 5 euros en efectivo. Un militar me dice que no me preocupe, que a 45 km hay un pueblo donde puedo usar mi tarjeta.
Ese día la temperatura rondaba los 50 grados. Llego al pueblo y resulta ser uno de los más pobres que he visto, con camellos muertos abandonados en la carretera. Ni siquiera los han enterrado. Compro algunas bebidas mientras reviso el mapa. Hay una gasolinera a 80 km y luego un pueblo a 200 km. La gasolinera está abandonada.

No tengo agua y comienzo a pedir bebidas a los militares y policías que me detienen. Llego a la ciudad a media noche; el nombre de la ciudad solo está en árabe en los carteles.
Ningún cajero automático funciona. Unos niños, junto con una persona mayor, me ayudan. Los niños se autodenominan los guardias del ATM y me muestran los 3 cajeros automáticos que hay, ninguno de los cuales funciona. Me dan algo de su escasa comida y agua. Me dicen que no me preocupe, que puedo dormir en la mezquita. Me presentan al guardián de la mezquita, que parece un imán, y a las 3 de la madrugada me recibe y, como todos los hombres religiosos, habla varios idiomas, incluido el inglés con fluidez. Le cuento mi situación y me dice que soy bienvenido, y me muestra un lugar donde puedo dormir junto con otras 20 personas. Era el patio de la mezquita. Me acuesto en mi bolsa de dormir, miro al cielo y veo un millón de estrellas.
(Al principio de mi novena jornada) me despierto con la llamada a la oración islámica a las 5 AM. Nunca antes me había sentido tan dolorido muscularmente. Mi cerebro estaba en piloto automático, ya no respondía, solo sabía que la solución estaba adelante. No tenía comida en el estómago y mi cuerpo comenzó a consumir no solo grasa sino también mis propios músculos como fuente de energía. Compro 2 panes con los últimos 20 centavos que me quedan y no me bajo de la bicicleta hasta llegar a la capital de Mauritania, Nuakchot. Llego a Nuakchot a media noche. Ningún cajero automático funciona, encuentro un hotel donde hablan inglés, les cuento mi situación y me dicen que no me preocupe, que me quede a dormir y vea cómo soluciono las cosas mañana. Pregunto por comida, pero me dicen que ya es muy tarde. Me voy a dormir sin comer.
(A la mañana de mi décima jornada) me despierto en el hotel a las 6 AM y comienzo a enviar mensajes a amigos que trabajan en diversas ONG de África. Finalmente, logro que una amiga de un amigo me dé 200 euros en efectivo y le transfiero el equivalente a su cuenta en Europa.
Tan pronto como recibo el dinero, compro un plato de arroz con pollo en el primer lugar que encuentro. Pero, poco antes de terminar de comer, empiezo a sentir un fuerte dolor en el estómago y salgo corriendo al baño. Mi cuerpo reacciona con una diarrea que llega quince minutos después de comer. Me estoy envenenando con carne en mal estado. Quedan menos de 48 horas para recorrer 600 km y decidir si rompo o no el récord mundial anterior. No puedo permitirme perder más tiempo. Compro algunos víveres para no detenerme más hasta la meta final.
Salgo muy tarde y físicamente agotado. A las 10 PM, empiezo a marearme en la carretera, y a las 11 PM, habiendo recorrido solo 50 km, me detiene un control militar. Me piden el pasaporte, me llevan al jefe y él me dice que no puedo continuar por mi seguridad; tienen esa orden y debo quedarme ahí. Para mí, es una especie de salvación, ya que ya estaba comenzando a sentir fiebre.

Los hermanos Rosso

(Al principio de mi undécima jornada) un hombre árabe con un turbante verde oscuro y una ametralladora me despierta. Muy amablemente dice: “Son las 7 AM, ya puedes irte… parece que estabas muy cansado”. Antes de que me vaya, me da algo: un pan mordido y un mango.
Comienzo a pedalear hacia Rosso, conocida por ser la frontera más corrupta de toda África, administrada por dos hermanos. Llego a las 5:45 PM, justo 15 minutos antes de que cierre. Pago alrededor de 70 euros en sobornos y cruzo a Senegal en una canoa motorizada.

Del lado de Senegal ya no hay árabes, pero parece que he entrado en algún tipo de infierno. Solo veo gente vestida con uniformes militares y de policía a medias, porque en realidad ninguno es militar ni policía. Hay muy pocas mujeres, casi todas son prostitutas. No hay ningún tipo de recolección de basura, así que las moscas están en todas partes. Además, el alcohol es de venta libre en Senegal, lo que amplifica aún más la decadencia de ese lugar.

Una Coca en el prostíbulo

Me encuentro con un hombre blanco que me grita con acento español: “¡Oye! ¡Te vi en el Sahara! ¡Has cruzado el Sahara! ¡Estás loco!”. Era un camionero de casi 70 años que compraba camiones en Europa y los vendía en África. Según él, me había visto durante los últimos 1500 km. Le propongo tomar un café juntos, pero eso no existe en Rosso. Él me dice: “Aquí solo hay dos prostíbulos”, así que vamos a uno de ellos a tomar una Coca-Cola. Allí le muestro los mapas y le cuento mi travesía. Siendo las 8 PM y habiendo recorrido ya 250 km, él me convence de que no puedo descansar en Rosso. Si quiero romper el récord mundial, debo hacer al menos 100 km más ese día o antes de dormir. Le doy un abrazo y sigo adelante, enfrentando el viento de frente en dirección a Saint Louis.

Día 12, el último día

Me despierto a las 8 AM. A pesar de ver que he perdido mucho peso, al ponerme la ropa me doy cuenta de que algo anda mal. A pesar de eso, me siento bien y sé que es el último día. No desayuno, el dolor en el estomago me hace olvidar que debo comer.
Salgo directamente y enciendo el GPS. Pero recuerdo que no hay internet debido a un intento de golpe de estado y el gobierno cortó el servicio. Así que no sé cómo llegar a Dakar. No lo pienso dos veces y sigo en dirección sur, preguntando a la gente cómo llegar a Dakar. Todo el camino es en contra del viento.
Paso por barricadas y veo señales de incendios de la noche anterior. Algunas calles todavía están bloqueadas y algunos niños me detienen, amenazándome con palos y arrojando piedras y botellas. Un niño me roba una botella de agua. La gente está furiosa en las calles y a medida que me acerco a la capital se vuelven más agresivos y menos dispuestos a ayudar. Estoy a punto de llegar me faltan pocos kilómetros.
Dos amigas se suben a un taxi y me guían hasta el Monumento del Renacimiento Africano.

Con ellas dos como testigos, establezco el nuevo récord: el cruce más rápido del Sahara, desde Marrakech hasta Dakar.
12 días, 22 horas y 44 minutos.

@leo_morilla

*El cambio de ruta fue propuesto y aprobado por Guinnes World Record. El rácord ha sido enviado a revisión, junto con toda la documentacion requerida por las autoridades del Guinness, para ser oficial, un proceso que Guinness demora aproximadamente entre 4 meses y 1 año para aprobarlo como oficial o rechazarlo, en ca. En caso de no ser aprobado será un récord no oficial.

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Cicloturismo

Bicivolador Turístico: un viaje inolvidable por la historia y la belleza rural de Navarro y Las Marianas

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En un mundo cada vez más conectado digitalmente, a veces olvidamos la riqueza y la magia que nos ofrece el mundo rural. Es en estos rincones apartados donde se esconden tesoros ocultos y experiencias auténticas que nos transportan a un pasado lleno de historias fascinantes y paisajes cautivadores. En este contexto, el proyecto denominado Bicivolador Turístico emerge como una ventana única para explorar los encantos de los pueblos del interior de la provincia de Buenos Aires, combinando la pasión por el ciclismo con el descubrimiento de la historia, las costumbres y la gastronomía local.

Dentro de este emocionante proyecto, la localidad de Navarro se presenta como uno de los destinos destacados para el próximo mes de octubre. Situada en el corazón de Buenos Aires, a unos 110 kilómetros de la Ciudad de Buenos Aires, esta encantadora localidad cautiva a los visitantes con su rica historia y su escenario natural. Durante tres días y dos noches, los entusiastas del ciclismo y los aventureros podrán sumergirse en una experiencia enriquecedora, que combina el esplendor rural con una presentación exclusiva de degustación de vinos, un recorrido rural al pintoresco pueblo de Las Marianas y un fascinante recorrido urbano por la localidad de Navarro.

Navarro, con su laguna municipal y su arquitectura antigua, es una joya histórica que ha resistido el paso del tiempo. Sus edificios antiguos y su encanto tradicional nos transportan a épocas pasadas, permitiéndonos revivir la grandeza y la sencillez de las generaciones anteriores.

Durante el recorrido urbano, los participantes tendrán la oportunidad de descubrir los tesoros ocultos de la ciudad, visitando lugares emblemáticos como la Parroquia San Lorenzo, el Parque Histórico Dorrego, la Estación Trocha Museo Ferroviario, la Réplica del Fortín y el Museo Palentológico, entre otros.

Pero el encanto de Navarro no se limita solo a su ejido urbano sino que en las afueras el esplendor natural toma protagonismo, ofreciendo un espectáculo visual que deleitará a los amantes de la naturaleza. El recorrido rural hacia el Pueblo de Las Marianas invita a los cicloturistas a adentrarse en la belleza natural de este lugar pintoresco y evoca una serenidad que solo se encuentra en estos parajes rurales.

Pero la experiencia no estaría completa sin una muestra de la exquisita gastronomía de la región. En el corazón de Navarro, los afortunados participantes tendrán la oportunidad de disfrutar de almuerzos en lugares como “Lo de Irma” (viejo Hotel rural) y el “Almacén Museo La Protegida”.

En resumen, el proyecto Bicivolador Turístico se convierte en un pasaporte a la historia, la cultura y la belleza rural de los pueblos y parajes bonaerenses como lo son en este caso Navarro y Las Marianas. Esta experiencia promete ser un viaje inolvidable que alimentará los sentidos y rejuvenecerá el espíritu de aquellos que quieran escapar del ruido de las grandes urbes y buscan una conexión auténtica con la tranquilidad y seguridad de estos lugares. Así que preparate para pedalear, descubrir y dejarte cautivar por la magia de la Argentina rural en Bicivolador Turístico.

Esta propuesta te invita no solo a pedalear por caminos rurales sino también a que te lleves información de la historia del lugar que visitarás e imágenes hermosas que te harán olvidar de la rutina y el acelere al que estamos acostumbrados…

PD: Bicivolador Turístico no se limita a Navarro…Ya se están diagramando experiencias para las localidades de Mercedes y Suipacha, asi que estate atento.

Para obtener más información sobre el proyecto Bicivolador Turístico y reservar tu lugar en la experiencia en Navarro, visita en instagram @bicivolador_turístico o comunícate con el celular 2324-500438.

Los cupos son limitados, así que asegúrate de reservar con anticipación para no perderte esta aventura única.

Por Mauro Lambert

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ABC

Seguros Rivadavia ofrece variedad de coberturas para la bicicleta y el ciclista

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Seguros Rivadavia ofrece tres líneas de seguros de bicicletas: Bici Pro, Bici Max y Bici Total, las tres con diversas alternativas de contratación en sus coberturas y capitales asegurados. 

Todos estos planes amparan la pérdida total por robo de la bicicleta, el daño total y parcial (tanto en Argentina como en el exterior, si se opta por contratar la extensión de cobertura), accidentes personales para el ciclista y responsabilidad civil ante cualquier accidente que sufra circulando y que pueda provocar daños a terceros, el robo de efectos personales o equipos portátiles electrónicos que porten en bolsos o mochilas en circunstancias de uso de la bicicleta.


En suma, las siguientes son las coberturas básicas:
• Robo total.
• Muerte accidental.
• Invalidez total y parcial permanente por accidente.
• Gastos de asistencia médico-farmacéutica por accidente.
• Cobertura de responsabilidad civil del ciclista.


Y estas coberturas se complementan con una importante gama de servicios adicionales sin cargo para el asegurado.
Pueden acceder a estos planes bicicletas fabricadas desde el año 2000 en adelante.

Para más información: www.segurosrivadavia.com | 0810-999-3200 | info@segurosrivadavia.com
O bien, contactarse con cualquiera de los Productores Asesores de Seguros Rivadavia en todo el país.

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Cicloturismo

Cruzando África en bicicleta

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Tras conquistar Europa en tiempo récord, un intrépido Youtuber español de ultra distancia, Juanma Mérida, se encuentra en Ciudad del Cabo tras completar su desafío de cruzar el continente africano en bicicleta. “En menos de un año he cruzado dos continentes, 36 países y más de 25.000 kilómetros. Un reto deportivo único en el mundo que me gustaría dar a conocer”, señala Juanma, puesto que hace unos meses cruzó Europa a través de 27 países en tan solo 100 días.

El 16 de enero de 2023, Mérida inició su travesía desde Alejandría, Egipto, con el plan de llegar a Ciudad del Cabo, Sudáfrica, el 15 de junio, tras haber completado una ruta salvaje de aproximadamente 12.000 kilómetros en 150 días.

Según nuestro protagonista, cada etapa de su viaje ha estado llena de experiencias inolvidables y desafíos inesperados. En Egipto quedó sorprendido por la vida en las zonas rurales, sintiendo que retrocedía en el tiempo hasta la Edad Media. Aunque el país es conocido por su historia y majestuosas pirámides, Mérida descubrió momentos peligrosos lejos de las zonas turísticas, los cuales ha compartido en su popular canal de YouTube y en su próximo libro.

Durante su paso por Sudán, el ciclista se enfrentó al desierto más grande del mundo y disfrutó de la tranquilidad absoluta que ofrece. A pesar de la generosidad y amabilidad de la gente, lamentó la situación política que ha sumido al país en otra guerra civil. Afortunadamente logró escapar antes de que estallara el conflicto. 

Sin lugar a dudas, Etiopía se convirtió en el país más desafiante de su aventura. No solo tuvo que enfrentarse a duros puertos de montaña, sino también al acoso verbal e incluso físico por parte de algunos habitantes. Además, fue testigo de la pobreza y las difíciles condiciones en las que viven millones de niños en el país.

El contraste fue evidente al llegar a Kenia, un país desarrollado, donde Mérida pudo disfrutar de supermercados repletos de variedad y tuvo la extraordinaria oportunidad de alimentar a una jirafa de 5 metros de altura.

En Tanzania, experimentó la esencia misma de África tal como la imaginamos en Occidente: mujeres equilibrando cargas en sus cabezas con una habilidad impresionante, hombres trabajando la tierra sin maquinaria y niños jugando en un paisaje tropical hermoso. Durante una desviación hacia la paradisíaca isla de Zanzíbar, se encontró cara a cara con una leona salvaje cerca de la frontera del siguiente país, un momento aterrador que logró superar con vida…

Zambia le regaló paisajes salvajes y la oportunidad de admirar las Cataratas Victoria en todo su esplendor, junto con la proximidad de animales salvajes como jirafas, elefantes y zebras.

En Botsuana, Juanma Mérida enfrentó uno de sus mayores desafíos. Encontrar agua, comida y un lugar seguro para dormir se convirtió en una tarea extremadamente difícil. Acampar en cualquier lugar era considerado un verdadero suicidio, debido a la presencia de leones y guepardos en los alrededores.

Namibia fue otro gran desafío. Esta vez tuvo que superar su famoso desierto y transitar durante muchos kilómetros por carreteras sin asfaltar.

Para colmo, al llegar a Sudáfrica se encontró con el húmedo y frío viento oceánico de esta parte del país donde el invierno empezó hace semanas.

“Este es mi segundo invierno en el mismo continente con menos de 5 meses de diferencia”

Este intrépido Youtuber ha superado todos los obstáculos en su camino, demostrando su valentía y determinación para cumplir sus sueños.

Para aquellos interesados en seguir esta increíble travesía o conocer más sobre las experiencias de Juanma Mérida, pueden encontrarlo en su canal de YouTube, donde comparte emocionantes videos de sus encuentros y desafíos en cada país.

https://www.youtube.com/channel/UC0zPXPYyc5MSgWJHtdG4ZdQ  

https://instagram.com/juanma_merida_

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