Cicloturismo
De Buenos Aires a Misiones en bici: “Un camino de vuelta a lo natural”
Una viaje iniciático de 1400 kilómetros de tres pedalistas y un perro, Rocko, desde Buenos Aires hasta las Cataratas del Iguazú. Los daños que producen los agrotóxicos en las poblaciones. La creciente producción agroecológica.
Tomar la decisión de viajar a la provincia de Misiones desde la ciudad de Buenos Aires en bicicleta fue una idea casi (o totalmente) improvisada, llena de un gran deseo por la aventura y por poner a prueba nuestras capacidades físicas y mentales. Se trata de un viaje de 1400 kilómetros que realizamos en 16 días para conocer una realidad que azota al norte litoral argentino y en general a todo un país: la alimentación y los transgénicos. Lo que sigue es un compendio de lo que significó ser no solo un viaje deportivo sino un viaje con un profundo sentido de exploración y autodescubrimiento.
La idea apareció también de forma inocente: “¿Y sí buscamos semillas naturales en bicicleta?”. Luego de nuestras habituales prácticas de tai chi chuan en la costa de Vicente López nos sentamos a reflexionar sobre los problemas de la sociedad, entre ellos la actual emergencia alimentaria, y no sólo por la falta de alimentos en los hogares sino por la calidad de los que colocamos en nuestra mesa. Quisimos diseñar un viaje en bicicleta fundamentado en un proyecto de interés social.
¿Pero cómo? La respuesta era una sola: entrenar. Guillermo Federico Aimar (@ShenKungTao en instagram y creador del Proyecto Ushuaia-Alaska) se puso en marcha y elaboró un plan de entrenamiento intensivo. Él ya había experimentado lo que era viajar en bicicleta y sería quien nos ayudaría a encarar nuestro viaje y en especial a entrenar para tal desafío. Al final el equipo terminó compuesto por dos hombres (Guillermo Aimar y Marvin Ocupa), una mujer (quien suscribe) y nuestra mascota Rocko, un perro adulto rescatado.
El perro viajero
Por distintas circunstancias terminamos decidiendo que la fecha propicia para el viaje sería diciembre (sí, pleno verano), lo que representó el reto más significativo del viaje. En Misiones el pico alto de calor sería entre las 11 AM y las 5 PM, llegando a unos 45ºC o más de temperatura y de sensación térmica. Pedalear bajo tales condiciones no es lo ideal, pero dentro de esa misión teníamos un cronograma de visitas y compromisos que no nos permitirían flaquear ni un segundo.
Ya estaba todo programado, solo debíamos poner el cuerpo, la mente y nuestra voluntad. Sé que se preguntarán cómo hizo Rockito para soportar el clima. Muchos se preocuparon por ello, pero les cuento que viajó en un carro anclado a la bicicleta y sobre él una capa para que el sol no lo lastimara. Posiblemente de los tres fue el más cómodo, aún cuando en ruta nos preguntaban por él en las redes. Una vez en Misiones ya Rocko había sido bautizado como el “perro viajero”.
Vale destacar que nuestro cronograma tenía un fin; documentar para luego difundir las actividades de organizaciones agroecológicas de la región mesopotámica, mostrando sus valores y motivaciones y su búsqueda por concientizar sobre la importancia de una alimentación sana. El objetivo también era obtener semillas 100% naturales, para promover en Buenos Aires la autosustentabilidad y demostrar que podemos crear nuestro propio alimento desde casa.
Lluvia y camiones
Partimos el 14 de diciembre de 2019 con un cronograma preestablecido. Nos dividimos las tareas. Guillermo se encargó de llevar las herramientas, hacer mantenimiento de las bicicletas y coordinar al equipo, Marvin se ocupó de la comida y del mate y yo llevé las medicinas para emergencias y desarrollé contenido para difundir nuestra travesía a través de las redes sociales. La primera parada que hicimos fue en la localidad de Ceibas, a 160 km de la ciudad de Buenos Aires. Desde ahí nace la ruta 14 en la provincia de Entre Ríos, ruta que nos acompañó hasta realizar el empalme con la ruta 105 para luego tomar la ruta 12.
En ese primer tramo la lluvia amenazó seriamente detenernos, pero teníamos tanta energía que seguimos pedaleando hasta 20 kilómetros antes de Ceibas, por la ausencia de banquina y por los camiones que pasaban a toda velocidad, creando una especie de spray que nos mojaba e impedía ser vistos. Los camiones suelen pasar rápido y succionando el aire para luego expulsarlo, lo que afecta el movimiento de la bicicleta en el pedaleo.
En ese punto coordinamos gritar “¡camión!” cada vez que visualizábamos alguno.
Avatares en Entre Ríos
Al día siguiente, ya con poca lluvia, llegamos a Gualeguaychú, donde contactos de Guillermo nos recibieron y nos permitieron acceder a otras personas involucradas en el movimiento agroecológico de la región. Las pudimos entrevistar y conocimos los diferentes mecanismos que la provincia está utilizando para contrarrestar los efectos nocivos de los agrotóxicos. Una localidad entrerriana, Larroque, es conocida por las altas tasas de cáncer que padece desde hace más de 20 años.
Dejando Gualeguaychú paramos en Concepción del Uruguay, 70 kilómetros más adelante, donde pasamos la noche en una estación de servicio. Rocko estuvo atento y en vigilia esa noche, para dormir al día siguiente en su carrito.
Otra amiga y compañera de Guillermo nos invitaría a pasar una noche en Concordia (lo que significaba descansar mejor y bañarnos). Pero en ese tramo Guillermo sufrió estragos en su bicicleta, por lo que nos detuvimos a 20 kilómetros de Concordia.
Al día siguiente Guillermo consiguió resolver el problema de la bici (se había roto la pata de cambio) y decidimos ir a visitar a Ailén (la amiga de Guillermo), pero esta vez partimos rumbo a Los Charrúas. Este pueblo, ubicado a 25 kilómetros de Concordia, no estaba contemplado en el plan, pero es en ese lugar donde reside Holistik, centro de fisioterapia de nuestra anfitriona. Allí Ailen y Chris nos dejaron como nuevos cuando aplicaron quiropraxia para alinear nuestros cuerpos.
La posibilidad de desviarnos esos 25 kilómetros de ida y vuelta nos permitió conocer el lindo pueblo de Los Charrúas, con personas amables desde el minuto cero. Incluso en la vuelta, un camionero que venía del mismo pueblo se paró a regalarnos unas bananas que nos dieron fuerza para seguir hasta Chajarí, a 100 kilómetros.
Camino a Chajarí nos cayó una tormenta cuyas gotas parecían una lluvia de furiosos misiles. Las bicicletas se torcían hacia el lado derecho y con el fuerte viento que nos empujaba parecía que íbamos sobre motos. Ese día tuvimos que parar a 20 kilómetros (si, de nuevo) antes de llegar a Chajarí para refugiarnos, ya que la lluvia no paró sino tres horas después.
¿Y la banquina?
Desde ese lugar partimos para llegar a Colonia Libertad (a 120 kilómetros, provincia de Corrientes), pero no paramos allí sino unos 10 kilómetros más adelante, en una Axion Energy que nos sirvió para descansar y acampar, dándonos fuerza para llegar al día siguiente a Guaviraví. Un dato importante para viajeros con bajo presupuesto es que en la mayoría de las estaciones de servicio que están en la ruta se puede acampar. La ventaja quizás más importante es que podés optar por una ducha, incluso con agua caliente, además de la seguridad que te brinda saber que son lugares concurridos.
En este último trayecto tuvimos otras complicaciones (cada día era una nueva aventura). En algunos tramos no había banquina y nos tocaba movernos de un lado a otro (es decir, pedalear en la mano contraria de los autos). Pero aun peor, al momento de entrar a la ruta que nos llevaría a Misiones no solo no encontramos banquina sino que descubrimos que había solo un carril. De todas formas los camioneros siempre fueron amables y se abrieron, dándonos tiempo para pasar. Imposible no agradecer a los camioneros que nos saludaron e incluso a algunos que pararon a darnos agua y a escuchar nuestra historia. ¡Son unos genios!
Corrientes, el Gauchito y los agrotóxicos
En nuestro paso por Corrientes descubrimos que si hay un lugar que se debe visitar es Guaviraví. Estará habitado por un máximo de 90 familias, tiene una sola avenida y a través de ellas se despliegan cortas calles no asfaltadas. Tiene su intendencia por supuesto y ese día, gracias a Víctor Hugo, fuimos recibidos por el mismo intendente, hospedándonos en su casa en construcción. Al principio la gente nos miraba renuente, pero luego se mostraron sumamente amables y curiosos por nuestra travesía.
Los caminos hacia Misiones tienen un emblema muy importante, el Gauchito Gil. De hecho era la primera vez que veía una imagen del Gauchito Gil tan grande como la de la entrada a Guaviraví.
Ese día cenamos un estofado de carne con papas y arroz. Devoramos todo, teníamos mucha hambre tras varios días sin comer algo caliente. Tomamos unas cervezas que nos hicieron sonreír gratamente por el esfuerzo de haber cumplido la meta del día.
De Guaviraví partimos a Santo Tomé (130 kilómetros). Ese día paramos a los 40 kilómetros y conocimos a Luis, que supo contarnos sobre la situación con las fumigaciones con pesticidas cerca de su campo. “Los mosquitos -nos decía- son imposibles de evitar, ya que terminan contaminando mi propia huerta, y como todos sabemos, el viento no conoce límites”. Esto quiere decir que a pesar de las legislaciones que prohíben fumigar a ciertos kilómetros de distancia de poblados habitados, el viento durante la noche sopla en cualquier dirección y bajo esa dirección natural lleva consigo agrotóxicos a los campos argentinos. Luis también argumentaba que ese viejo mito existente sobre la salud de la gente de campo se cae porque hoy ellos son incluso más vulnerables al estar altamente expuestos a esa contaminación.
Desde Santo Tomé pedaleamos hasta Gobernador Virasoro, unos 60 kilómetros. La ruta comenzaba a complicarse, ya empezábamos a visualizar las famosas cuchillas y la tierra roja misionera. Logramos llegar a destino el 24 de diciembre al mediodía. Celebramos navidad con un asado y durmiendo temprano, estábamos sumamente cansados.
Misiones y la producción agroecológica
Luego de realizar algunas entrevistas en el INTA (Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria) partimos el 26 de diciembre al mediodía con una tormenta pisándonos los talones. Llegamos a San José, en la provincia de Misiones, por suerte con banquina. Al día siguiente partimos con la finalidad de conocer las Ruinas de San Ignacio, para luego pedalear 10 kilómetros hasta Gobernador Roca, donde entrevistamos al movimiento agroecológico (agradecemos a la Señora Eva, a los productores agroecológicos y al intendente por el afable momento y el acompañamiento) y seguir para encontrarnos con Carol (productora de yerba agroecológica y una de nuestras sponsors) en Jardín América.
Abro un paréntesis para hacer un comentario: tres importantes figuras acompañaron nuestra travesía: Carolina (de Arapeguá) y Mirna y Juan Pablo (de la marca de equipajes Halawa). Sin ellos nuestro viaje no hubiese sido posible. Carolina nos recibió en la Chacra, conocimos su lugar de trabajo y el lugar donde se produce esa yerba mate orgánica que nos acompañó durante todo el viaje. Ahí mismo tuve la oportunidad de preparar arepas de mandioca luego de que Carol las cosechara, pudiendo enseñar de manera retributiva una forma diferente de preparar ese tubérculo tan conocido, apreciado y cosechado, tanto en el norte litoral argentino como en Centroamérica y el Caribe.
Finalmente Carolina fue la llave para el logro de nuestra meta. Ella nos entregó una serie de semillas cien por ciento naturales que servirían para realizar la huerta en Buenos Aires.
Hacia las cataratas
Al partir de Jardín América y faltándonos cada vez menos para completar los 1400 kilómetros proyectados, nuestra próxima parada sería Eldorado, ubicada a 110 kilómetros. Ese día, sin duda alguna fue el más duro para quien escribe estas líneas. El clima era insoportable e incluso llegué a tener escalofríos, para luego enterarme que estaba sufriendo un golpe de calor. En realidad no presté atención y seguí pedaleando. Mi cuerpo seguía queriendo pedalear y se sobreexigía porque el tiempo pasaba y lo más probable era que llegaríamos de noche, cosa que pasó tal cual, pese a que algo que evitamos durante todo el viaje era precisamente pedalear de noche.
Ese día también falló el carrito de Rocko. Quizás la presión en las cuchillas y los 40 kilos que llevaba hicieron que los rayos comenzaran a fallar.
Llegando a Eldorado pudimos cenar con melón y naranjas. Una dieta que ayudaría a reponer la falta de hidratación del día.
Para el último día, 30 de diciembre de 2019, teníamos que llegar al Parque Nacional Iguazú. Estábamos a “solo” 100 kilómetros y después de jornadas de 120 por día en promedio la distancia parecía nada o al menos un día común. Sin embargo la suerte nos jugó en contra, teniendo que parar en Wanda, a 50 kilómetros de Puerto Iguazú, debido a que la bicicleta de Guillermo se terminó de romper, para mí en señal de protesta…
¿El desenlace?: celebración a lo grande en las Cataratas de Iguazú. Ninguno de los tres conocía esa maravilla del mundo.
Allí nos recibió un un amigo estadounidense que acompañaría a Guillermo en la vuelta para sumar una nueva aventura, una que proponía traer de vuelta a casa al increíble compañero de este viaje, Rocko. Pero ese ya ese es otro viaje y también por supuesto otra historia…
Consejos finales
¿Qué recomiendo? Ir con calma, disfrutar cada momento, si es posible parar en cada río. De todas formas todo dependerá de la meta que se propongan. Eso sí, es muy importante entrenar. Hacer cuestas, por ejemplo, permitirá ejercitar las piernas, ya que una vez en Misiones se siente como si se estuviese escalando una pared en bicicleta. Pero no se preocupen, todo lo que sube tiene que bajar…
¿Qué es importante? Siempre llevar medicinas y cremas hidratantes (la zona de la ingle puede sufrir), protector solar y sobre todo estar preparado mentalmente para la exposición al calor. Llevar suplementos vitamínicos podría ayudar en caso de falta de energía. A mí me ayudó tomar magnesio. También la receta de combinar vinagre de manzana con agua (googleen las propiedades del vinagre) gracias al potasio.
Por Leilany Estrada.
Cicloturismo
El cruce más rápido del Sahara en bicicleta y sin asistencia en 12 días, 22 horas y 44 minutos
Foto: https://www.instagram.com/sergio_michelini_photography/
Protagonizada por el ultraciclista ítalo-argentino Leonardo Morilla, la travesía más rápida (y escalofriante…) del desierto del Sahara en bicicleta, que implicó recorrer sin apoyo externo 3.000 kilómetros desde Marruecos hasta Dakar, con 10.670 metros de desnivel acumulado, en 12 dias 22 horas y 42 minutos, está actualmente en proceso de transformarse en un nuevo Récord Guinness*.
Leonardo comenzó en Marrakesh, Marruecos y terminó en Dakar, Senegal, superando el récord anterior por 7 horas de diferencia, con el agregado de que, por la situación bélica que sufre esa zona, debió recorrer 3.000 kilómetros en lugar de los 1.700 del récord vigente hasta ese momento.
Foto: https://www.instagram.com/sergio_michelini_photography/
El rácord fue realizado durante el verano del Sahara, para aprovechar los vientos a favor de hasta 40 km/h que son frecuentes en esa época del año, pero unas inusuales tormentas en Mauritania provocaron que los vientos fueran en contra casi el 80% del tiempo, en forma de tormentas de arena de hasta 70 km/h.
Leonardo debido atravezar distintas adversidades:
-500 km sin dinero y sin comida debido a que momentaneamente no se podia extraer dinero en ningun cajero de toda Mauritania.
-Pasar por uno de los pocos territorios que existen llamados No man’s Land (Tierra de nadie), en la frontera entre Marruecos y Mauritania.
-Envenenamiento por comida en mal estado
-Cruzar con sobornos la frontera de los hermanos Rosso, entre Mauritania y Senegal, conocida como la frontera más corrupta de África.
-Finalizar su recorrido en Dakar el día de un intento de golpe de estado, donde el gobierno cortó internet por una semana. Lo que obligó a Leonardo a recorrer los ultimos 350 km sin GPS desde la frontera hasta la capital en menos de 24 horas, atravesando manifestaciones e incluso agresiones.
Lo que sigue son algunos relatos en primera persona de esta carrera contra el tiempo y el espacio.
Foto: https://www.instagram.com/sergio_michelini_photography/
Grasa hervida con salsa y solo dos horas de sueño
Antes de comenzar, paso una semana en Marrakech para aclimatar mi cuerpo a las temperaturas.
Me despierto en una habitación de 2 x 2 metros en Medina, Marruecos. Sin ventiladores y apenas una ventana que da a un pasillo interno. Son las 9:30, miro la temperatura: 37ºC. Siento que ya estoy agonizando y todavía ni siquiera estoy en el Sahara.
A las 22:30 salgo de Menara Gardens con 3 testigos que firman los documentos que exige el Guinness World Record.
Parto entre la multitud. No tengo muchos más recuerdos de esa noche más que escuchar música y controlar las pulsaciones. Cuando vuelvo a darme cuenta de dónde estoy, ya he cruzado la primera parte de las montañas Atlas prácticamente sin darme cuenta, ya he hecho 2000 metros de ascenso antes del amanecer.
Tenía comida suficiente para no parar por casi 1000 km; solo debía completar con proteínas como huevos y carne que encontrara en la ruta. Ya es mediodía, entro a un lugar donde veo que la gente come y le digo a la persona que quiero lo mismo, que parecía carne. Me lo sirven y en realidad era solamente grasa hervida de algún animal con una salsa. No creo que sea un plato “saludable”, pero después de haber gastado unas 4000 calorías, ¡era increíble! No podía creer lo bueno que estaba ese plato de solo grasa y cartílagos. Continúo hasta que se hace de noche y voy a un restaurante mejor puesto; el dueño está sorprendido y no quiere que pague. Al final, termina invitándome a su casa y explicándome que él no es árabe, esta región pertenece a otra cultura… No entendí a qué se refería, pero esta secuencia se repitió muchas veces. Le agradezco, sacamos una foto con él y con el chef, y me despido rumbo a Tiznit, donde había visto un camping, solo que no tenía teléfono ni página web. Cuando llego, el camping estaba cerrado. Terminé durmiendo contra una pared para refugiarme del viento a las 2 de la madrugada. Era la primera vez que dormía en 40 horas.
A las 3 unos perros me acorralan en la oscuridad. Veo una luz y grito “Ici, ici”, que en francés es “aquí, aquí”. Era el guardián, que paseaba con sus perros por la noche.Solo hablaba árabe, pero entendí con sus gestos que podía quedarme. El problema es que ahora tenía la adrenalina lista para subirme los Atlas de nuevo; ¿Cómo dormir así? Ese día solo dormí 2 horas en 40 horas.
(Al día siguiente) me despierto con el colchón inflable completamente en el piso, muy pinchado. Sentía que mi cuerpo no se había recuperado en absoluto.
En todas las culturas, se puede ver cómo los autos te comunican sus códigos, sus reglas, la de esa ruta en particular. Ahora el código era: “Esta ruta es de los camiones principalmente”. Me doy cuenta cuando un camión toca bocina por detrás, no frena ni cambia de rumbo; ya sabes que es mejor aceptar las condiciones de ellos. Ya no había más banquina, cada vez que un camión venía por detrás tocando bocina, “era mi obligación tirarme fuera del asfalto contra las piedras, contra una zanja, contra lo que sea”. Yo estaba de más en esa ruta y tenía que dejar pasar a cada camión.
Recuerdo llegar a la cima, suspirar y decir, ya no quiero subir más. Me tomo unos minutos para recuperarme, después de sentirme entre la espada y la pared durante varias horas. Luego vino el descenso como recompensa, con el viento que permitía evaporar la transpiración. Llego a un camping y me pongo a reparar el colchón que tenía 7 pinchazos en total; la noche anterior, sin verlo, había dormido sobre unos vidrios rotos y unas ramas. El dueño del camping me cobra 3 euros y además me ofrece un plato de pasta. Me advierte que el agua no es potable y no hay agua caliente, pero que puede darme una olla con un poco de agua hirviendo para bañarme. Me baño sentado en una roca con 2 baldes de agua. Lo sentía como el baño más reparador que había tenido en mi vida. Pude dormir 7 horas.
Tormenta de arena
(Al tercer día) me despierto y la rueda trasera estaba completamente desinflada. La inflo y salgo lo más rápido posible mientras pienso que hoy va a ser un gran día, estoy muy descansado. Luego de cruzar esta última parte de Atlas, llego a TanTan, conocida como “Las puertas del Sahara”. El viento era insoportable, soplaba en contra y cruzado. Calculé en ese momento una velocidad constante de viento de 30 km/h con ráfagas de hasta 70 km/h. Incluso caminar era difícil, tenía miedo de caer frente a un camión. Caminé durante 3 horas. Observaba que la arena estaba suspendida en el aire; en ocasiones, ráfagas de arena voladora me golpeaban, causándome una sensación de ardor en la piel y mucha tos. Cubrí mi boca con la única otra remera que tenía y atravesé TanTan; ya no sabía cómo hacer para respirar ni para abrir los ojos, ya que la arena entraba por todas partes. No era consciente de que estaba atravesando una tormenta de arena.
Levanté la vista y ahí vi una de las imágenes más aterradoras de este viaje: el horizonte estaba compuesto únicamente de arena en movimiento. No se distinguía entre el suelo, el aire y el cielo; todo eran montañas de arena. En ese momento pensé, “¿Dónde me he metido?” Yo creía que esto iba a ser más fácil… ¿Cómo pude pasar por alto esto en mi planificación? En mi cálculo, tendría viento a favor todo el tiempo, pero esto era literalmente imposible. Los camiones se detienen y me preguntan hacia dónde voy. Intento explicar que estoy intentando establecer un récord mundial, pero nadie parece entenderme. Me dan agua y se van.
The police
(Al final de lmi cuarta jornada,) a las 11 pm, llego a las puertas de la ciudad de Laayune. Un grupo de policías amables me detiene. 100 metros más adelante, militares me paran; ya no tan amables, me piden el pasaporte y me hacen muchas preguntas. Lo más extraño es que, a 100 metros de allí, me paran otros militares, pero estos estaban bastante armados y no mostraban ninguna sonrisa. Me apuntan con linternas en la cara y me preguntan por mis documentos, por qué estoy aquí y por qué a esta hora. El interrogatorio es extenso y luego me dejan ir. 100 metros más adelante me paran nuevamente policías. Ya no entendía nada. Pregunto por qué me paran tantas veces y qué está sucediendo. Me responden que son controles normales, para garantizar mi seguridad. Sin darme cuenta, había cruzado el área en disputa entre Marruecos y Sahara Occidental). Dependiendo de a quién le preguntaras, había cruzado una línea fronteriza entre dos países.
Mad Max
(Al quinto día) despierto rodeado de hombres y escenas que parecen sacadas de una película de Mad Max: animales muertos, jeeps, camionetas y motocicletas destrozadas con piezas esparcidas por todas partes. Parece un desguace con carpas en medio. Me levanto muy tarde ese día debido a la acumulación del viento en contra, lo cual me ha dejado con una gran fatiga física.
El sistema tubeless de la bicicleta deja de funcionar y tengo que reemplazarlo por una cámara de aire convencional. También aprovecho para limpiar el grupo de tracción en una gasolinera con diésel, ya que la arena ya no me permite cambiar de marchas correctamente. Pierdo mucho tiempo realizando estas reparaciones y limpiezas. Debido a la tormenta de arena, algunas partes de la carretera tienen un carril reducido y se convierten en un solo sentido, ya que las máquinas topadoras están retirando la arena de la carretera. Parece como si el Sahara estuviera “comiéndose” la ruta. Finalmente, encuentro un camping y duermo alrededor de la medianoche.
(En la séptima jornada) me despierto antes del amanecer y soy muy consciente de que estoy retrasado. A partir de este momento, no puedo permitirme perder tiempo en nada. Desayuno rápidamente y me subo a la bicicleta. Creo que solo saqué una foto ese día. Cruzo el Trópico de Cáncer y pincho la rueda trasera dos veces. Ahora uso una cámara de aire, así que tengo que limpiar y reparar la cámara, que está sucia por el líquido tubeless. Duermo en un pequeño pueblo donde la gente espera antes de que abran la aduana para cruzar a Mauritania. Estoy un poco preocupado por “No Man’s Land”, ya que mañana cruzaré uno de los pocos territorios en conflicto, donde ningún país lo reclama como propio. Por lo tanto, son 5 km donde no hay leyes ni gobierno que rijan ese territorio.
No man’s land
Me despierto antes del amanecer y me dirijo directamente a la frontera. Desayuno un pan con huevos y veo un cajero automático. Pienso que es mejor sacar dinero en efectivo en Mauritania para evitar problemas con el tipo de cambio. Sin saber que esta sería mi última comida con mi último dinero en más de 500 km.
Llegar en bicicleta a una frontera en el Sahara tiene la ventaja de que te dejan pasar adelante sin hacer cola bajo el sol. Pero ser blanco tiene la desventaja de que quieren entender realmente lo que estás haciendo y asegurarse de que no seas una amenaza para ellos o un problema internacional. Cruzo “No Man’s Land” y del otro lado me encuentro con nada más y nada menos que la Guardia Civil Española. Ellos estaban caminando, hablando y saludando a la gente. Quería abrazarlos, pero decidí limitarme a darles la mano. Estaban muy contentos de verme y se reían, preguntando cómo llegué hasta allí. Mientras hablaban, tomaban jugo de naranja en vasos de vidrio, dos cosas que no había visto en más de 1000 km. Les expliqué mi situación de récord mundial y les pregunté si sería seguro seguir de noche. Me dijeron: “Ya llegaste hasta aquí, así que sabes dónde estás y cómo funciona esto. Ve tranquilo, no te pasará nada. De todos modos, vamos a informar al jefe de los militares de Mauritania y veremos qué dice”. El jefe militar de Mauritania vino y dijo: “De noche no puedes continuar en bicicleta, es peligroso. Cuando veas militares de noche, quédate allí”.
Mis días más difíciles: Mauritania
Pago una visa de 55 euros, que no puedo pagar con tarjeta, y me quedan solo unos 5 euros en efectivo. Un militar me dice que no me preocupe, que a 45 km hay un pueblo donde puedo usar mi tarjeta.
Ese día la temperatura rondaba los 50 grados. Llego al pueblo y resulta ser uno de los más pobres que he visto, con camellos muertos abandonados en la carretera. Ni siquiera los han enterrado. Compro algunas bebidas mientras reviso el mapa. Hay una gasolinera a 80 km y luego un pueblo a 200 km. La gasolinera está abandonada.
No tengo agua y comienzo a pedir bebidas a los militares y policías que me detienen. Llego a la ciudad a media noche; el nombre de la ciudad solo está en árabe en los carteles.
Ningún cajero automático funciona. Unos niños, junto con una persona mayor, me ayudan. Los niños se autodenominan los guardias del ATM y me muestran los 3 cajeros automáticos que hay, ninguno de los cuales funciona. Me dan algo de su escasa comida y agua. Me dicen que no me preocupe, que puedo dormir en la mezquita. Me presentan al guardián de la mezquita, que parece un imán, y a las 3 de la madrugada me recibe y, como todos los hombres religiosos, habla varios idiomas, incluido el inglés con fluidez. Le cuento mi situación y me dice que soy bienvenido, y me muestra un lugar donde puedo dormir junto con otras 20 personas. Era el patio de la mezquita. Me acuesto en mi bolsa de dormir, miro al cielo y veo un millón de estrellas.
(Al principio de mi novena jornada) me despierto con la llamada a la oración islámica a las 5 AM. Nunca antes me había sentido tan dolorido muscularmente. Mi cerebro estaba en piloto automático, ya no respondía, solo sabía que la solución estaba adelante. No tenía comida en el estómago y mi cuerpo comenzó a consumir no solo grasa sino también mis propios músculos como fuente de energía. Compro 2 panes con los últimos 20 centavos que me quedan y no me bajo de la bicicleta hasta llegar a la capital de Mauritania, Nuakchot. Llego a Nuakchot a media noche. Ningún cajero automático funciona, encuentro un hotel donde hablan inglés, les cuento mi situación y me dicen que no me preocupe, que me quede a dormir y vea cómo soluciono las cosas mañana. Pregunto por comida, pero me dicen que ya es muy tarde. Me voy a dormir sin comer.
(A la mañana de mi décima jornada) me despierto en el hotel a las 6 AM y comienzo a enviar mensajes a amigos que trabajan en diversas ONG de África. Finalmente, logro que una amiga de un amigo me dé 200 euros en efectivo y le transfiero el equivalente a su cuenta en Europa.
Tan pronto como recibo el dinero, compro un plato de arroz con pollo en el primer lugar que encuentro. Pero, poco antes de terminar de comer, empiezo a sentir un fuerte dolor en el estómago y salgo corriendo al baño. Mi cuerpo reacciona con una diarrea que llega quince minutos después de comer. Me estoy envenenando con carne en mal estado. Quedan menos de 48 horas para recorrer 600 km y decidir si rompo o no el récord mundial anterior. No puedo permitirme perder más tiempo. Compro algunos víveres para no detenerme más hasta la meta final.
Salgo muy tarde y físicamente agotado. A las 10 PM, empiezo a marearme en la carretera, y a las 11 PM, habiendo recorrido solo 50 km, me detiene un control militar. Me piden el pasaporte, me llevan al jefe y él me dice que no puedo continuar por mi seguridad; tienen esa orden y debo quedarme ahí. Para mí, es una especie de salvación, ya que ya estaba comenzando a sentir fiebre.
Los hermanos Rosso
(Al principio de mi undécima jornada) un hombre árabe con un turbante verde oscuro y una ametralladora me despierta. Muy amablemente dice: “Son las 7 AM, ya puedes irte… parece que estabas muy cansado”. Antes de que me vaya, me da algo: un pan mordido y un mango.
Comienzo a pedalear hacia Rosso, conocida por ser la frontera más corrupta de toda África, administrada por dos hermanos. Llego a las 5:45 PM, justo 15 minutos antes de que cierre. Pago alrededor de 70 euros en sobornos y cruzo a Senegal en una canoa motorizada.
Del lado de Senegal ya no hay árabes, pero parece que he entrado en algún tipo de infierno. Solo veo gente vestida con uniformes militares y de policía a medias, porque en realidad ninguno es militar ni policía. Hay muy pocas mujeres, casi todas son prostitutas. No hay ningún tipo de recolección de basura, así que las moscas están en todas partes. Además, el alcohol es de venta libre en Senegal, lo que amplifica aún más la decadencia de ese lugar.
Una Coca en el prostíbulo
Me encuentro con un hombre blanco que me grita con acento español: “¡Oye! ¡Te vi en el Sahara! ¡Has cruzado el Sahara! ¡Estás loco!”. Era un camionero de casi 70 años que compraba camiones en Europa y los vendía en África. Según él, me había visto durante los últimos 1500 km. Le propongo tomar un café juntos, pero eso no existe en Rosso. Él me dice: “Aquí solo hay dos prostíbulos”, así que vamos a uno de ellos a tomar una Coca-Cola. Allí le muestro los mapas y le cuento mi travesía. Siendo las 8 PM y habiendo recorrido ya 250 km, él me convence de que no puedo descansar en Rosso. Si quiero romper el récord mundial, debo hacer al menos 100 km más ese día o antes de dormir. Le doy un abrazo y sigo adelante, enfrentando el viento de frente en dirección a Saint Louis.
Día 12, el último día
Me despierto a las 8 AM. A pesar de ver que he perdido mucho peso, al ponerme la ropa me doy cuenta de que algo anda mal. A pesar de eso, me siento bien y sé que es el último día. No desayuno, el dolor en el estomago me hace olvidar que debo comer.
Salgo directamente y enciendo el GPS. Pero recuerdo que no hay internet debido a un intento de golpe de estado y el gobierno cortó el servicio. Así que no sé cómo llegar a Dakar. No lo pienso dos veces y sigo en dirección sur, preguntando a la gente cómo llegar a Dakar. Todo el camino es en contra del viento.
Paso por barricadas y veo señales de incendios de la noche anterior. Algunas calles todavía están bloqueadas y algunos niños me detienen, amenazándome con palos y arrojando piedras y botellas. Un niño me roba una botella de agua. La gente está furiosa en las calles y a medida que me acerco a la capital se vuelven más agresivos y menos dispuestos a ayudar. Estoy a punto de llegar me faltan pocos kilómetros.
Dos amigas se suben a un taxi y me guían hasta el Monumento del Renacimiento Africano.
Con ellas dos como testigos, establezco el nuevo récord: el cruce más rápido del Sahara, desde Marrakech hasta Dakar.
12 días, 22 horas y 44 minutos.
*El cambio de ruta fue propuesto y aprobado por Guinnes World Record. El rácord ha sido enviado a revisión, junto con toda la documentacion requerida por las autoridades del Guinness, para ser oficial, un proceso que Guinness demora aproximadamente entre 4 meses y 1 año para aprobarlo como oficial o rechazarlo, en ca. En caso de no ser aprobado será un récord no oficial.
Cicloturismo
Bicivolador Turístico: un viaje inolvidable por la historia y la belleza rural de Navarro y Las Marianas
En un mundo cada vez más conectado digitalmente, a veces olvidamos la riqueza y la magia que nos ofrece el mundo rural. Es en estos rincones apartados donde se esconden tesoros ocultos y experiencias auténticas que nos transportan a un pasado lleno de historias fascinantes y paisajes cautivadores. En este contexto, el proyecto denominado Bicivolador Turístico emerge como una ventana única para explorar los encantos de los pueblos del interior de la provincia de Buenos Aires, combinando la pasión por el ciclismo con el descubrimiento de la historia, las costumbres y la gastronomía local.
Dentro de este emocionante proyecto, la localidad de Navarro se presenta como uno de los destinos destacados para el próximo mes de octubre. Situada en el corazón de Buenos Aires, a unos 110 kilómetros de la Ciudad de Buenos Aires, esta encantadora localidad cautiva a los visitantes con su rica historia y su escenario natural. Durante tres días y dos noches, los entusiastas del ciclismo y los aventureros podrán sumergirse en una experiencia enriquecedora, que combina el esplendor rural con una presentación exclusiva de degustación de vinos, un recorrido rural al pintoresco pueblo de Las Marianas y un fascinante recorrido urbano por la localidad de Navarro.
Navarro, con su laguna municipal y su arquitectura antigua, es una joya histórica que ha resistido el paso del tiempo. Sus edificios antiguos y su encanto tradicional nos transportan a épocas pasadas, permitiéndonos revivir la grandeza y la sencillez de las generaciones anteriores.
Durante el recorrido urbano, los participantes tendrán la oportunidad de descubrir los tesoros ocultos de la ciudad, visitando lugares emblemáticos como la Parroquia San Lorenzo, el Parque Histórico Dorrego, la Estación Trocha Museo Ferroviario, la Réplica del Fortín y el Museo Palentológico, entre otros.
Pero el encanto de Navarro no se limita solo a su ejido urbano sino que en las afueras el esplendor natural toma protagonismo, ofreciendo un espectáculo visual que deleitará a los amantes de la naturaleza. El recorrido rural hacia el Pueblo de Las Marianas invita a los cicloturistas a adentrarse en la belleza natural de este lugar pintoresco y evoca una serenidad que solo se encuentra en estos parajes rurales.
Pero la experiencia no estaría completa sin una muestra de la exquisita gastronomía de la región. En el corazón de Navarro, los afortunados participantes tendrán la oportunidad de disfrutar de almuerzos en lugares como “Lo de Irma” (viejo Hotel rural) y el “Almacén Museo La Protegida”.
En resumen, el proyecto Bicivolador Turístico se convierte en un pasaporte a la historia, la cultura y la belleza rural de los pueblos y parajes bonaerenses como lo son en este caso Navarro y Las Marianas. Esta experiencia promete ser un viaje inolvidable que alimentará los sentidos y rejuvenecerá el espíritu de aquellos que quieran escapar del ruido de las grandes urbes y buscan una conexión auténtica con la tranquilidad y seguridad de estos lugares. Así que preparate para pedalear, descubrir y dejarte cautivar por la magia de la Argentina rural en Bicivolador Turístico.
Esta propuesta te invita no solo a pedalear por caminos rurales sino también a que te lleves información de la historia del lugar que visitarás e imágenes hermosas que te harán olvidar de la rutina y el acelere al que estamos acostumbrados…
PD: Bicivolador Turístico no se limita a Navarro…Ya se están diagramando experiencias para las localidades de Mercedes y Suipacha, asi que estate atento.
Para obtener más información sobre el proyecto Bicivolador Turístico y reservar tu lugar en la experiencia en Navarro, visita en instagram @bicivolador_turístico o comunícate con el celular 2324-500438.
Los cupos son limitados, así que asegúrate de reservar con anticipación para no perderte esta aventura única.
Por Mauro Lambert
ABC
Seguros Rivadavia ofrece variedad de coberturas para la bicicleta y el ciclista
Todos estos planes amparan la pérdida total por robo de la bicicleta, el daño total y parcial (tanto en Argentina como en el exterior, si se opta por contratar la extensión de cobertura), accidentes personales para el ciclista y responsabilidad civil ante cualquier accidente que sufra circulando y que pueda provocar daños a terceros, el robo de efectos personales o equipos portátiles electrónicos que porten en bolsos o mochilas en circunstancias de uso de la bicicleta.
En suma, las siguientes son las coberturas básicas:
• Robo total.
• Muerte accidental.
• Invalidez total y parcial permanente por accidente.
• Gastos de asistencia médico-farmacéutica por accidente.
• Cobertura de responsabilidad civil del ciclista.
Y estas coberturas se complementan con una importante gama de servicios adicionales sin cargo para el asegurado.
Pueden acceder a estos planes bicicletas fabricadas desde el año 2000 en adelante.
Para más información: www.segurosrivadavia.com | 0810-999-3200 | info@segurosrivadavia.com
O bien, contactarse con cualquiera de los Productores Asesores de Seguros Rivadavia en todo el país.
Cicloturismo
Cruzando África en bicicleta
Tras conquistar Europa en tiempo récord, un intrépido Youtuber español de ultra distancia, Juanma Mérida, se encuentra en Ciudad del Cabo tras completar su desafío de cruzar el continente africano en bicicleta. “En menos de un año he cruzado dos continentes, 36 países y más de 25.000 kilómetros. Un reto deportivo único en el mundo que me gustaría dar a conocer”, señala Juanma, puesto que hace unos meses cruzó Europa a través de 27 países en tan solo 100 días.
El 16 de enero de 2023, Mérida inició su travesía desde Alejandría, Egipto, con el plan de llegar a Ciudad del Cabo, Sudáfrica, el 15 de junio, tras haber completado una ruta salvaje de aproximadamente 12.000 kilómetros en 150 días.
Según nuestro protagonista, cada etapa de su viaje ha estado llena de experiencias inolvidables y desafíos inesperados. En Egipto quedó sorprendido por la vida en las zonas rurales, sintiendo que retrocedía en el tiempo hasta la Edad Media. Aunque el país es conocido por su historia y majestuosas pirámides, Mérida descubrió momentos peligrosos lejos de las zonas turísticas, los cuales ha compartido en su popular canal de YouTube y en su próximo libro.
Durante su paso por Sudán, el ciclista se enfrentó al desierto más grande del mundo y disfrutó de la tranquilidad absoluta que ofrece. A pesar de la generosidad y amabilidad de la gente, lamentó la situación política que ha sumido al país en otra guerra civil. Afortunadamente logró escapar antes de que estallara el conflicto.
Sin lugar a dudas, Etiopía se convirtió en el país más desafiante de su aventura. No solo tuvo que enfrentarse a duros puertos de montaña, sino también al acoso verbal e incluso físico por parte de algunos habitantes. Además, fue testigo de la pobreza y las difíciles condiciones en las que viven millones de niños en el país.
El contraste fue evidente al llegar a Kenia, un país desarrollado, donde Mérida pudo disfrutar de supermercados repletos de variedad y tuvo la extraordinaria oportunidad de alimentar a una jirafa de 5 metros de altura.
En Tanzania, experimentó la esencia misma de África tal como la imaginamos en Occidente: mujeres equilibrando cargas en sus cabezas con una habilidad impresionante, hombres trabajando la tierra sin maquinaria y niños jugando en un paisaje tropical hermoso. Durante una desviación hacia la paradisíaca isla de Zanzíbar, se encontró cara a cara con una leona salvaje cerca de la frontera del siguiente país, un momento aterrador que logró superar con vida…
Zambia le regaló paisajes salvajes y la oportunidad de admirar las Cataratas Victoria en todo su esplendor, junto con la proximidad de animales salvajes como jirafas, elefantes y zebras.
En Botsuana, Juanma Mérida enfrentó uno de sus mayores desafíos. Encontrar agua, comida y un lugar seguro para dormir se convirtió en una tarea extremadamente difícil. Acampar en cualquier lugar era considerado un verdadero suicidio, debido a la presencia de leones y guepardos en los alrededores.
Namibia fue otro gran desafío. Esta vez tuvo que superar su famoso desierto y transitar durante muchos kilómetros por carreteras sin asfaltar.
Para colmo, al llegar a Sudáfrica se encontró con el húmedo y frío viento oceánico de esta parte del país donde el invierno empezó hace semanas.
“Este es mi segundo invierno en el mismo continente con menos de 5 meses de diferencia”
Este intrépido Youtuber ha superado todos los obstáculos en su camino, demostrando su valentía y determinación para cumplir sus sueños.
Para aquellos interesados en seguir esta increíble travesía o conocer más sobre las experiencias de Juanma Mérida, pueden encontrarlo en su canal de YouTube, donde comparte emocionantes videos de sus encuentros y desafíos en cada país.
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