El principio del Tehuelche Trail

El primer trecho de unos de esos misteriosos recorridos andinos de exploración que acomete la inquieta pareja de Nación Salvaje, que está pasando la cuarentena en El Chaltén, provincia de Santa Cruz. Sin caminos marcados, a pura referencias de lugareños y GPS, por senderos técnicos y exigentes y con máximas dificultades. Solo para súper expertos.

Una antigua huella bordeando una quebrada, la union de dos ríos, la roca oscura y cuadrada en la cima de un cerro, el paisano del puesto que nos estrecha la mano para comenzar la charla y contarnos sobre una pasada difícil y peligrosa. Esta vez no hay un camino que seguir, por eso cada dato o referencia se vuelven piezas fundamentales para avanzar. Esta vez el camino se irá formando poco a poco, como las líneas de un dibujo inexacto y desprolijo, bajo nuestros pasos.
Estamos en la provincia de Santa Cruz y el objetivo de la travesía es unir en bici la localidad de El Chaltén con el Lago San Martín, abriendo una antigua huella de caballo que solía utilizarse años atrás entre las estancias. No es un recorrido como tantos otros, es también la primera etapa de un proyecto mucho más amplio, en el que nos propusimos trazar un sendero entre El Chaltén y Los Antiguos que vaya pegado y en paralelo a la Cordillera de los Andes, como una alternativa a la ruta 40, en la que poder transitar inmersos en la montaña.

La primera jornada
Cruzamos varias tranqueras hasta llegar finalmente al puesto de la seccional Cristina, donde pediríamos permiso para pasar y, de ser posible, algo de información extra que pudiera ayudarnos. Los datos que habíamos logrado reunir hasta el momento sobre aquella antigua pasada no eran muchos, se basaban en algunos comentarios de Piro, un paisano que la había realizado a caballo, y en el análisis de imágenes satelitales.
Después de charlar un rato con Lorenzo, el puestero de la estancia, cruzamos otra tranquera y tomamos una huella de vehículo que nos llevaría hasta el inicio de la pasada. Nos esperaba una profunda quebrada, que se perdía entre cerros verdes y ocres. La huella de vehículo se convirtió en un sendero angosto y el sonido del río Barrancas nos dio la confirmación de que habíamos llegado al punto de partida.
Bajamos de las bicis y comenzamos a subir entre grandes coirones y rocas. Arriba, la huella, a veces nítida y a veces invisible, contorneaba la montaña hasta algún punto lejano que nuestros ojos no llegaban a distinguir con claridad. Abajo, muchos metros por debajo nuestro, el Barrancas se había vuelto un hilo oscuro y lejano. A nuestras espaldas, el Viedma, con sus aguas turquesas y montañas nevadas, nos acompañaba en el horizonte. Y finalmente, por delante, el entusiasmo de una nueva e intrigante geografía por descubrir se reflejaba en nuestras miradas.


Cargábamos con comida para cuatro días, para ir livianos, según lo que nos había contado Piro. Ellos habían demorado un día y medio en cruzar a caballo hasta el lago. Teniendo en cuenta ese dato, en base a nuestra experiencia y cálculos, nosotros podríamos llegar a tardar aproximadamente tres días, en partes con las bicis a cuestas en caso de no poder pedalear demasiado.
Ese primer día el sendero nos llevo por hermosos precipicios hasta un gran valle de pastos amarillos en donde elegimos pasar la noche. La idea original era llegar hasta un pequeño puesto abandonado en medio de la montaña, del que teníamos algunas referencias, y a partir del cual la huella desaparecía. Pero cuando el sol comenzó a caer recordamos las palabras de Lorenzo, el puestero de la estancia, que nos había alertado, preocupado, sobre un paso difícil y peligroso unos pocos kilómetros antes del puesto, y fue entonces que decidimos dejar ese tramo para el día siguiente.

El viaje hacia la U
Muy temprano a la mañana nos despertaron los ladridos de varios perros y los gritos de un hombre montando a caballo. Era Carlos, quien al vernos fuera de la carpa se acercó con toda su linda manada perruna para desmontar del caballo, estrecharnos la mano y compartir unos mates. Carlos era otro de los puesteros que trabajaba en la estancia y estaba haciendo su recorrida diaria por los cerros para controlar el ganado.
Al principio, por la gran curiosidad de vernos en aquel lugar con nuestras bicis, nos interrogó preocupado, pero luego de dos termos de agua caliente, una larga charla sobre puesteros, lugares e historias que compartíamos, nos fuimos ganando su confianza y Carlos, finalmente, nos habló en detalle sobre el cruce hasta el lago San Martín, dibujando en un papel una especie de U que, según él, sería el punto más importante al que prestar atención para seguir correctamente el rumbo.


Antes de despedirse, Carlos nos estrechó nuevamente la mano y nos obligó a prometer que iríamos a comer un asado en el puesto cuando bajásemos. Santa Cruz para nosotros siempre había sido así. Lugares inhóspitos. Naturaleza que impacta y sacude. Asados, tortas y mate caliente en algún puesto lejano. Santa Cruz, por suerte, es aun grandes distancias por explorar, de las cuales es posible seguir aprendiendo.
El segundo día llegamos hasta un cruce de un arroyo en donde comenzaba la pasada difícil y empinada de la cual nos habían hablado tanto. Dejamos la bicis y subimos caminando para ver cuán complicada era y una vez que estuvimos seguros volvimos por ellas para pasar con cuidado.
El sendero hasta el puesto seguía muy bien marcado pero en constante subida, por lo que nos llevó una rato largo llegar. Cuando por fin lo hicimos, decidimos dejar nuevamente las bicis y hacer un relajamiento caminando, ya que a partir de ese punto dejábamos de tener una huella que nos indicara el camino y hacerlo con las bicis teniendo la posibilidad de errar el rumbo nos demandaría un esfuerzo innecesario.
Cargamos agua, algo de comida en las mochilas y salimos en la dirección que nos parecía más lógica según la información que manejábamos. Bajamos y subimos algunos arroyos. Llegamos al nacimiento del río Barrancas. Cruzamos mallines. Pasamos cascadas y hermosos valles hasta una gran meseta de altura en la que un enorme grupo de guanacos curiosos nos recibió. Un extenso alambrado con tranquera en medio de la inmensidad de aquel paisaje nos indicó que íbamos en la dirección correcta, justo cuando una lluvia intensa y fría empezó a caer sobre nosotros, con fuertes ráfagas de viento como protagonistas.
Seguimos caminando un largo rato, hasta que la meseta dio paso a un gran valle surcado por ríos y rodeado de grandes montañas nevadas. Recién entonces sacamos el dibujo que nos había hecho Carlos y lo desplegamos con cuidado, para que no se volara.

La línea de puntos que va de El Chaltén hasta Los Antiguos es el viaje proyectado. Los puntos en naranja que parten desde El Chalten indican lo realizado en este relato y los puntos negros lo que aún falta.

Habíamos llegado a la U. Lo que nos esperaba más adelante posiblemente sería la parte más difícil de la travesía, pero no lográbamos ver con exactitud por dónde seguir. Eran las 2 de la tarde y aun teníamos que volver hasta el puesto por nuestras bicis, recorrer nuevamente todos esos kilómetros mucho más lentamente, ya que llevaríamos las bicis a cuestas, por lo menos hasta llegar a la zona más plana, en donde podríamos pedalear algunos tramos.


El clima estaba empeorando y sacando cálculos de tiempos quizás teníamos para dos días más hasta llegar al otro lado, justo lo que llevábamos en comida. Ya habíamos estado muchas veces en situaciones parecidas y con los años la cordillera nos enseñó a enfriar la ansiedad y ejercitar la paciencia. Esta vez habíamos llegado hasta la U. El valle, los cerros nevados, los ríos y aquel hermoso lago del otro lado de las montañas nos esperarían en ese mismo lugar hasta que pudiéramos volver para completar el cruce y seguir abriendo camino.**

Texto y fotos: Nación Salvaje | www.nacionsalvaje.com

** Nota de la Redacción: Hasta aquí el relato de este primer tramo, corto en trayecto (según puede verse en el mapa) pero enorme en dificultades. Llegados aquí, es decir aproximadamente a la mitad del trayecto a Lago San Martín, debieron volver a El Chaltén, donde siguen, hasta el día de enviarnos este relato, a mediados de julio, en cuarentena. Apenas ésta se abra, retomarán el periplo donde lo han dejado.


 

Info útil

La huella sigue el cause del río Barrancas y pasa por terrenos privados de estancias, por lo que es necesario pedir permiso para ingresar.
– Durante el recorrido hay varios lugares donde se puede recargar agua.
– La huella está marcada con claridad hasta el puesto que se encuentra arriba en la montaña y luego se pierde. Se recomienda llevar GPS.
– Es un sendero técnico en el que se puede pedalear en algunas partes pero que en muchas otras se deberá cargar con la bici.
– La pasada actualmente no se utiliza, eso significa que es un lugar completamente agreste en donde es indispensable ser respetuosos y sobre todo tener la experiencia y el equipo necesario para valerse por sí mismos.
– No se recomienda para personas que no tengan experiencia previa en travesías técnicas de varios días por zonas aisladas.