Una intensa vuelta a Sudamérica

Soy un apasionado del ciclismo y las aventuras (inspiración de mi papá Tato), dos  pasiones que me impulsaron a llevar a cabo el proyecto de dar la vuelta a Sudamérica en bicicleta atravesando Uruguay, Brasil, parte de Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú, Chile, Bolivia, Paraguay y Argentina, para retornar al punto de partida, Pergamino, Buenos Aires.

Parte del proyecto es dar charlas y conferencias en diferentes instituciones, promoviendo el uso de la bicicleta, contando sus beneficios para nosotros y para el planeta, además de promover el uso de material reciclado, en este caso cadenas de bicicletas que se consiguen en el camino, a las que transformo en llaveros y son parte fundamental del sustento del viaje. En las charlas hablo de la motivación, la autosuficiencia y de perseguir los sueños y de que se puede viajar con muy poco dinero y una bicicleta.

Salí desde mi ciudad natal con mi hermano Leo y dos amigos que había convencido. Mis amigos iban hasta Florianópolis y mi hermano a Camboriú. Cuando comencé el viaje tenía una bicicleta rodado 26 con alforjas grandes y medio antiguas y contaba con unos pocos ahorros que me duraron los primeros cinco meses de viaje.

Llegado a Florianópolis vendí la bicicleta porque tenía un vuelo programado a España por tres meses para hacer el Camino de Santiago, desde Bilbao hasta Compostela. Al llegar compré una bicicleta usada rodado 29 con mejores componentes que la anterior, hice la travesía y al volver de España, ya de nuevo en Brasil, la acondicioné con el sistema bikepacking, un equipaje más reducido y liviano, que hace que se corran menos riesgos de romper algo. El bikepacking fue diseñado para viajes de pocos días, pero mi desafío era viajar por más de dos años. La contra sería qué tenía que llevar menos equipaje, por lo que debía seleccionarlo muy bien.

Una vez que todo estuvo listo continué pedaleando toda la costa del Atlántico, cruzando un total de 13 estados, hasta llegar a Belém do Pará (extremo norte de Brasil), donde me tocó tomar tres barcos hasta llegar a Tabatinga, límite con Leticia, Colombia.

El recorrido en barco duró 11 días, pasando por las ciudades de Santarem y Manaos. Ya en Leticia conseguí un voluntariado en una agencia de turismo. Mi trabajo era llevar kayaks al río para los turistas y eso me permitía conocer la zona. Pero también tenía que preocuparme por salir de la selva para llegar a mi siguiente destino, Bogotá, ya que en esa zona no hay carreteras y solo hay dos opciones: una en barco, que demora muchos días y es cara, y la otra en avión.

Casi sin dinero, comencé a vender llaveros en una feria para juntar para el pasaje, algo complicado, ya que además tenía que comer. Pasaron alrededor de 20 días y en una charla con mi hermano Leo, este me contó que mi papá nos había regalado un dinero. Gracias a ese regalo pude comprar el vuelo.

Ya estaba en Bogotá, casi listo para continuar la aventura. Mi destino era La Guajira, en el extremo norte de Colombia. Pero un día antes de salir recibí un llamado de mi hermano Andrés, el mayor de los tres varones, diciéndome que mi papá había sufrido un accidente y se encontraba muy grave. ¡La peor noticia que podía recibir!

Quedé en shock, completamente paralizado. El viaje y mis sueños se habían desmoronado. Inmediatamente decidí volver a la Argentina en el primer vuelo, al día siguiente. Llegué y fui directo a la clínica a ver a mi viejo. Estaba muy grave. Además del accidente le había dado un ACV, pero apenas me vio sus ojos se llenaron de lágrimas. Pude hablar con él, pero su cuerpo castigado no resistió y lamentablemente falleció dos días después.

Con ese dolor inmenso y lleno de tristeza decidí continuar mi viaje. Me quedé un mes en Argentina y luego volví a Bogotá para continuar. Mi papá estaba muy orgulloso de mi aventura y eso me seguía motivando.

Emprendí camino y en un par de meses llegué hasta la ciudad de Maicao, frontera con Venezuela. Quería entrar pero no me animé, así que me dirigí hasta el Mar Caribe y comencé a bajar por las playas hasta Cartagena de Indias, donde me encontré con un amigo y juntos decidimos ir a Venezuela en un viaje relámpago. Con las fronteras cerradas, entramos por la conocida trocha, un camino que esquiva la frontera donde están los controles de migración, llegamos a Maracaibo y pasamos allí más de una semana.

De regreso a Cartagena pasamos varios meses en las playas y también varios meses sin pedalear.

Dejé el Caribe, empecé a entrar hacia el centro del país costeando el rio Cauca hacia la ciudad de Medellín, luego hacia Manizales y Pereira y, abandonando la costa del río, hacia Cali. Recorrí el valle del Cauca y seguí bajando hasta la frontera con Ecuador.

Ya en la frontera, me llevó casi cuatro horas que me sellasen el pasaporte en Migraciones, ya que me había pasado más de un mes de la estadía permitida. La opción fue deportarme, por lo que me sellaron y entré a Ecuador, pedaleando con un clima frío, con lloviznas y una geografía muy montañosa, hacia Quito, donde me volví a encontrar con mi amigo Maxi, que estaba hospedado en un templo krishna. Ahí pasé varios días viviendo una experiencia increíble, aprendiendo muchas cosas de una cultura muy diferente a la nuestra.

Luego bajé hacia Machachi, ciudad vecina del volcán Cotopaxi, uno de los volcanes activos más altos del mundo, y aproveché la oportunidad para hacer un trekking desde la ciudad de Machachi hasta el pie del volcán, un desafío de varias horas de caminata.

Este es mi apretado resumen de más de 13.000 kilómetros y dos años de viaje, una aventura que continúa, ya que faltan varios países y otros 9.000 kilómetros. Me llevaría varias páginas enumerar las historias, las anécdotas, las personas y los lugares que he conocido, pero eso lo dejo para más adelante…


Por Jesús Ledesma