A mediados de julio salimos junto a mi mujer desde Buenos Aires hacia Santiago de Chile. Desde allí viajamos cinco horas más hasta la Isla de Pascua. Mi Zenith Saga SC estaba entre lo más preciado del equipaje.
Estar en la Isla –el Ombligo del Mundo, como le dicen sus pobladores, los Rapa Nui- es todo energía, aire puro, misterio y a su vez aprendizaje.
Durante los primeros dos días de estadía hicimos las excursiones guiadas. Luego alquilamos una bici para mi esposa Anahí y recorrimos la isla.

A pesar de que el viento está siempre presente y de los ligeros chaparrones que caen, recorrer la isla en bici da una sensación de bienestar única. En la primera salida hicimos el recorrido más largo, de unos 64 kilómetros, por el camino que bordea el mar, asfaltado, con pequeñas cuestas y descensos, que va desde Hanga Roa hasta Anakena, la única playa habilitada para los turistas, al norte de la isla. Cada tanto aparecía algún sendero entrando.
Visitar solos los distintos altares sagrados (Ahus) donde luego se colocaron las hermosas estatuas (Mohai), casi todas de más de cuatro metros de alto, esculpidas desde las paredes del volcán Rano Raraku y de allí transportados a los distintos sectores de la isla, sabiendo lo que todo eso representa para los habitantes, produce una sensación de paz que hasta ahora nunca habíamos sentido en otros lugares.

Así llegamos a la primera bifurcación del camino. Hacia la izquierda vamos a la Cantera de Mohais y al volcán Rano Raraku, y a la derecha hacia el Ahu Tongariki (los 15 Mohais y el Mohai Viajero). Es un lugar de una belleza inimaginable.
Al fondo se observa el volcán Poike. De allí seguimos, subiendo una leve cuesta, pasando por el Mohai más alto, que está derrumbado, el Ahu Te Pito Kura y, más atrás, La Peurouse, un lugar donde hay una roca esférica, perfecta, que según dicen tiene energía. Quizás por eso la aguja de una brújula puesta sobre ella comienza a girar sin parar.
Seguimos pedaleando hasta la Playa de Anakena, un oasis con palmeras, dos o tres carritos para comer y tomar algo y más Mohais, como el Ahu Nau Nau. Allí comimos y disfrutamos del mar y del único lugar con arena blanca y fina que existe en la isla, dado que todo lo demás es volcánico.
Volvimos a Hanga Roa por la ruta del medio de la isla, unos 20 kilómetros.
Al otro día hicimos otra excursión más corta, de 25 kilómetros de ida y vuelta por caminos de tierra colorada muy resbalosa, ya que había llovido durante la noche. Ahí se visita el Ahu Akivi (los Siete Mohais) y de allí al Ahu Te Peu, pasando por Te Pahu, una cantera desde donde se hacían los Pukao, que son rocas de color rojo que se colocan en la cabeza de los Mohais y simbolizan el tocado que usan.

Desde allí empezamos a subir el sendero que va hacia el volcán Terevaka, el lugar más alto, desde donde se puede observar toda la isla. Como empezó a llover con fuerza y la cuesta se hacía muy peligrosa por lo resbaladizo, decidimos volver al hotel.
Al otro día hice bien temprano el recorrido largo, pero solo y a ritmo de carrera, sin dejar de disfrutar paisajes, aromas, sonidos, subidas, bajadas, observando el mar y esquivando a los caballos y vacas que se cruzan por el camino.
Quisiera seguir contando lo que vivimos en cada lugar que fuimos en bicicleta, pero necesitaría toda la revista para desarrollarlo. Espero que con este breve resumen puedan conocer que hay un lugar maravilloso llamado Isla de Pascua y que un sueño se puede hacer real.

EN SÍNTESIS
Salida: Hanga Roa (Isla de Pascua, Chile).
Destino: Vuelta a la Isla de Pascua (Chile) y otros recorridos.
Km totales de la vuelta a la isla solamente: 64.
Bicicletas: Zenith Saga SC y Cannondale.
Ciclistas: Anahí González y Rinaldo San Cristóbal.
Info: sancri@speedy.com.ar, rinaldo59@hotmail.com.

Nota publicada en Biciclub Nº 191,  noviembre 2010.