El colombiano Enrique Peñalosa tiene una vasta trayectoria en la política de su país, aunque su tramo más destacado en ella lo concretó como alcalde de Bogotá desde 1998 al 2000, cuando puso especial énfasis en el desarrollo urbano sustentable, centrándose en la infraestructura urbana y el espacio público, promoviendo un modelo urbano que le dio prioridad a los niños y a los espacios públicos, restringiendo el uso del automóvil particular, construyendo cientos de kilómetros de sendas para peatones, carriles exclusivos para transporte colectivo, más de 350 kilómetros de ciclovías, calles libres de autos, parques y espacios verdes, además de las megabibliotecas El Tintal y El Tunal y la biblioteca Virgilio Barco y 23 colegios.
Peñalosa es consultor internacional en temas de urbanismo, campo en el que es reconocido mundialmente, especialmente en temas de transporte urbano masivo. El impacto de su gestión en el desarrollo de Bogotá se recoge en el documental danés «Bogotá Cambió» (Bogotá Change), realizado por Andreas Møl Dalsgaard, que ilustra las transformaciones de la capital colombiana durante la década de los 90, cuando pasó de ser una ciudad sometida por la violencia a un lugar más pacífico, con una visión de ciudad sustentable, con movilidad, justa y democrática.
El mismo Peñalosa suele decir cosas como éstas:

 

 

 

“Una gran ciudad no es aquella que tiene autopistas sino aquella en la que un niño sobre su bicicleta puede sobrepasar con seguridad a alguien atascado en el tránsito con su Ferrari de 250.000 dólares.”

 

 

 

“Los niños son como una especie indicadora. Si podemos construir una ciudad exitosa para ellos, tendremos una ciudad exitosa para toda la gente.”

“Necesitamos caminar, tal como los pájaros necesitan volar. Necesitamos estar alrededor de otra gente. Necesitamos belleza. Necesitamos contacto con la naturaleza. Y más que nada, necesitamos no ser excluidos. Necesitamos sentir alguna clase de igualdad.”

“Una ciudad avanzada no es aquella en la la que los pobres pueden moverse en carro, sino aquella en la que incluso los ricos utilizan el transporte público.”

“Una ciclorruta es un poderoso símbolo de democracia, que muestra que un ciudadano sobre una bicicleta de 30 dólares es igualmente importante que un ciudadano sobre un automóvil de 30.000 dólares.”

“Un símbolo de falta de democracia es tener automóviles estacionados en las veredas.”

“No podemos engañarnos a nosotros mismos pensando que pintar una simple línea en una calle es una ciclorruta. Una ciclorruta que no es segura para un niño de 8 años no es una ciclorruta.”

Texto: Mario García | Foto: Dodo from Finland

Intro de Biciclub Nº243, marzo 2015.