Dos proyectos donde prima la idea de pedalear en pareja y compartir las emociones que brinda el camino. La aventura de rodar por América del Sur y Argentina a lo largo de la Ruta 40 en palabras de sus protagonistas.

Por Rocío Cortina

SEROTONINAS
“Se trata de aprender sobre el desapego”

Cuando la cordobesa Erica le propuso a su novio brasileño Alanderson hacer un viaje por América del Sur, él aceptó al instante. El problema se presentó al hablar de términos y condiciones: “Le dije que era en bicicleta y su respuesta cambió. Déjame pensarlo un tiempo, me dijo Alan. Pero poco después vendió su consultorio de fisioterapia, derivó sus pacientes y dos semanas antes de partir se compró la segunda bicicleta de su vida. La primera tenía rueditas,” cuenta con gracia la ciclista, que al momento de esta nota se encuentra de visita en Buenos Aires junto a su pareja.
La idea de viajar fue tomando forma en la mente de Erica al finalizar su carrera como Técnica y Guía en Trekking. Una vez conquistada su meta pensó cuál era el próximo sueño que quería conquistar. Ya había recorrido el Norte Argentino, Bolivia y Perú con su mochila. A Alanderson lo había conocido mientras estaba de vacaciones en Florianópolis. Siguió en contacto con él hasta que ella volvió a viajar a Río de Janeiro y comenzaron una relación que se mantenía alternando Córdoba y Río.
En febrero de este año la pareja comenzó el viaje desde Sepetiba (Río de Janeiro, Brasil): “Nuestro proyecto se llama Serotoninas Viajeras, porque viajando, haciendo ejercicio físico y sonriendo, generamos serotoninas.”
Al principio Erica y Alanderson tenían pensado recorrer todo el Sur brasilero y uruguayo para seguir por Argentina, conectar Buenos Aires con la Ruta 40 a la altura de La Rioja, pasando por San Francisco, la ciudad natal de Erica y luego pedalear hacia el Norte y visitar Bolivia, Perú, Ecuador, Colombia, Venezuela, Guyana, Surinam, Guyana Francesa y finalmente retomar Brasil por su extremo Norte.
Sin embargo, los dos sabían que el itinerario podía cambiar. Fue en Montevideo, mientras armaban la ruta que transitarían por Argentina, que un amigo les recomendó conocer Santiago de Chile y cruzar por Mendoza. Decidieron entonces bajar hasta Puerto Montt (Chile) y regresar a Argentina por Bariloche, para luego recorrer el Circuito de los Siete Lagos y subir hacia el Norte por Ruta 40.
“Nuestro trayecto no es estático, se modifica a medida que lo necesitamos. En Itanhaem, San Paulo, nos recomendaron conocer las sierras catarinenses. Éramos conscientes de que dejábamos el llano para entrar en las sierras. Pero fuimos a la aventura de conocer la Sierra do Río do Rastro y vivimos una experiencia inolvidable,” cuenta Erica.
La misma flexibilidad corre con el tiempo dispuesto para el periplo, que en principio es de un año y medio o dos años. La pareja viaja con un equipamiento básico: “No mucho más de lo que teníamos en casa. La creatividad y la paciencia son claves, se trata de aprender sobre el desapego y vivir cada día sin muchas cosas materiales, no más de lo que entra en nuestras alforjas,” explica Erica.
Para vincularse con personas de cada ciudad que visitan, los viajeros usan los sitios de Internet warmshowers.org y couchsurfing.org, que ofrecen la posibilidad de entrar en contacto con la cultura, el idioma y las costumbres de cada lugar, además de recorridos con guías nativos. Por otro lado, devolver a la sociedad algo de todo lo que reciben durante el viaje es uno de los objetivos de la pareja, por eso de tanto en tanto organizan charlas en escuelas para transmitir a los estudiantes sus experiencias.
Dice la viajera que una de las cosas que más disfruta del cicloturismo es tomar decisiones continuas: dónde dormir, qué comer, cuándo despertar, a qué hora salir y llegar: “Las bicicletas son un gran medio para el contacto, ya sea con la naturaleza o con las personas, que se identifican con ella y con el viaje. Tal vez éste sea un resquicio del instinto nómada.”
Además, Erica detalla que le gusta notar los cambios físicos y adaptaciones del cuerpo. Los físicos de ambos viajeros se fueron adaptando a medida que pedaleaban, ya que no tenían gran experiencia sobre la bici. Al principio cumplían 60 kilómetros diarios, pedaleaban cuatro días y descansaban tres. En la actualidad pedalean 90 kilómetros en promedio, llegando a 120 en algunos tramos, de ser necesario.
“Nos alientan a seguir las ganas de estar juntos, conocernos y crecer física y mentalmente, además de visitar cada rincón rodando y contactándonos con pueblos, sus costumbres, todo lo que hoy nos hace creer en la humanidad, y en que existen muchas personas buenas en el mundo,” concluye Erica.

Facebook: Serotoninas Viajeras

LA VIDA DE VIAJE
“A cada kilómetro uno se conoce un poco más”

Antes de comenzar con su vida nómade, los integrantes de la pareja que llevan adelante el proyecto La Vida de Viaje trabajaban para una misma agencia de publicidad. Pasaban cerca de ocho horas delante de una computadora.
“Andrés era creativo publicitario y yo me desempeñaba en el área de cuentas, que es el intermedio entre el cliente y la agencia. Yo le acercaba a él las directivas de trabajo. Así empezó todo: emails, buena onda y después de algunas semanas empezamos a salir,” cuenta Jimena, que además complementa su hobbie de escribir un blog con la pasión de Andrés por la fotografía.
Al final de su primer año de noviazgo, los dos vacacionaron en el Norte Argentino, pero separados, cada uno con sus amigos. Si bien hicieron itinerarios parecidos, nunca se cruzaron. Regresaron con las mismas inquietudes: “Nos preguntábamos qué queríamos para nuestras vidas y estábamos con muchísimas ganas de viajar pero no sólo para conocer personas y lugares sino para conocernos a nosotros mismos,” explica Jimena.
En ese momento en que los futuros viajeros contaban con más interrogantes que certezas, Andrés volvió a retomar contacto con un primo a quien había dejado de ver años atrás. Y resultó que él estaba por concretar un viaje en bicicleta por Rosario, Córdoba y Mendoza. A partir de conocer esa experiencia, las ganas de hacer una travesía se instalaron en la pareja.
“A mí me daba muchísimo miedo –confiesa Jimena-, pensaba en cómo iba a viajar en bici si desde los 14 años no me subía a una y ni siquiera tenía mountain bike. Pero también creía que si había tantos cicloviajeros dando vueltas, yo tenía que poder.”
Cuando Jimena se animó, decidieron con Andrés que unirían Ushuaia (Tierra del Fuego) con La Quiaca (Jujuy) por la Ruta 40. Y lo lograron: el viaje duró nueve meses y en total pedalearon 6600 kilómetros.
Durante el periplo, Jimena volvió a reencontrarse con la bicicleta: “No es que no me gustara. Tenía una cuando era chica y salíamos a andar con mis papás por Vicente López, donde vivimos. Pero cuando empecé a trabajar, me manejaba en auto y vendí la bicicleta. Volví a descubrirla cuatro meses antes de arrancar el viaje. Compré mi primera MTB de 24 velocidades. La llamé La Vasquita.”
Ya de vuelta en Buenos Aires, de donde son los dos, los integrantes de La Vida de Viaje aceptan que la aventura en bicicleta los unió y que ya no podrían viajar juntos de otra manera.
Jimena hace un balance de este primer periplo juntos: “La bicicleta es sinónimo de libertad, aventura, alegrías, encuentros y despedidas, nuevos amigos, historias, hospitalidad. A cada kilómetro de un viaje uno se va conociendo un poco más, ve su lado oscuro y luminoso y crece.”

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Nota publicada en Biciclub Nº 235, julio 2014.