Protagonistas
Adiós a Eduardo Donadío
Hoy nos dejó don Eduardo Donadío, un señor de ciclismo y de la vida, una persona íntegra y amorosa. Desde Biciclub mandamos a su esposa Graciana y a sus hijos Facundo, Daniela y Sebastián nuestro más amoroso deseo de paz y consuelo en este duro momento.
Una gloriosa historia en el ciclismo, una larga trayectoria como escribano y una vida caracterizada por la honestidad y la caballerosidad son parte del señorial rastro que deja Eduardo, un ejemplo de esos que no abundan en nuestra época.Hasta pronto Eduardo; nuestros caminos se han bifurcado, pero seguirás por siempre vivo en nuestros corazones.
Cicloturismo
El cruce más rápido del Sahara en bicicleta y sin asistencia en 12 días, 22 horas y 44 minutos
Foto: https://www.instagram.com/sergio_michelini_photography/
Protagonizada por el ultraciclista ítalo-argentino Leonardo Morilla, la travesía más rápida (y escalofriante…) del desierto del Sahara en bicicleta, que implicó recorrer sin apoyo externo 3.000 kilómetros desde Marruecos hasta Dakar, con 10.670 metros de desnivel acumulado, en 12 dias 22 horas y 42 minutos, está actualmente en proceso de transformarse en un nuevo Récord Guinness*.
Leonardo comenzó en Marrakesh, Marruecos y terminó en Dakar, Senegal, superando el récord anterior por 7 horas de diferencia, con el agregado de que, por la situación bélica que sufre esa zona, debió recorrer 3.000 kilómetros en lugar de los 1.700 del récord vigente hasta ese momento.
Foto: https://www.instagram.com/sergio_michelini_photography/
El rácord fue realizado durante el verano del Sahara, para aprovechar los vientos a favor de hasta 40 km/h que son frecuentes en esa época del año, pero unas inusuales tormentas en Mauritania provocaron que los vientos fueran en contra casi el 80% del tiempo, en forma de tormentas de arena de hasta 70 km/h.
Leonardo debido atravezar distintas adversidades:
-500 km sin dinero y sin comida debido a que momentaneamente no se podia extraer dinero en ningun cajero de toda Mauritania.
-Pasar por uno de los pocos territorios que existen llamados No man’s Land (Tierra de nadie), en la frontera entre Marruecos y Mauritania.
-Envenenamiento por comida en mal estado
-Cruzar con sobornos la frontera de los hermanos Rosso, entre Mauritania y Senegal, conocida como la frontera más corrupta de África.
-Finalizar su recorrido en Dakar el día de un intento de golpe de estado, donde el gobierno cortó internet por una semana. Lo que obligó a Leonardo a recorrer los ultimos 350 km sin GPS desde la frontera hasta la capital en menos de 24 horas, atravesando manifestaciones e incluso agresiones.
Lo que sigue son algunos relatos en primera persona de esta carrera contra el tiempo y el espacio.
Foto: https://www.instagram.com/sergio_michelini_photography/
Grasa hervida con salsa y solo dos horas de sueño
Antes de comenzar, paso una semana en Marrakech para aclimatar mi cuerpo a las temperaturas.
Me despierto en una habitación de 2 x 2 metros en Medina, Marruecos. Sin ventiladores y apenas una ventana que da a un pasillo interno. Son las 9:30, miro la temperatura: 37ºC. Siento que ya estoy agonizando y todavía ni siquiera estoy en el Sahara.
A las 22:30 salgo de Menara Gardens con 3 testigos que firman los documentos que exige el Guinness World Record.
Parto entre la multitud. No tengo muchos más recuerdos de esa noche más que escuchar música y controlar las pulsaciones. Cuando vuelvo a darme cuenta de dónde estoy, ya he cruzado la primera parte de las montañas Atlas prácticamente sin darme cuenta, ya he hecho 2000 metros de ascenso antes del amanecer.
Tenía comida suficiente para no parar por casi 1000 km; solo debía completar con proteínas como huevos y carne que encontrara en la ruta. Ya es mediodía, entro a un lugar donde veo que la gente come y le digo a la persona que quiero lo mismo, que parecía carne. Me lo sirven y en realidad era solamente grasa hervida de algún animal con una salsa. No creo que sea un plato “saludable”, pero después de haber gastado unas 4000 calorías, ¡era increíble! No podía creer lo bueno que estaba ese plato de solo grasa y cartílagos. Continúo hasta que se hace de noche y voy a un restaurante mejor puesto; el dueño está sorprendido y no quiere que pague. Al final, termina invitándome a su casa y explicándome que él no es árabe, esta región pertenece a otra cultura… No entendí a qué se refería, pero esta secuencia se repitió muchas veces. Le agradezco, sacamos una foto con él y con el chef, y me despido rumbo a Tiznit, donde había visto un camping, solo que no tenía teléfono ni página web. Cuando llego, el camping estaba cerrado. Terminé durmiendo contra una pared para refugiarme del viento a las 2 de la madrugada. Era la primera vez que dormía en 40 horas.
A las 3 unos perros me acorralan en la oscuridad. Veo una luz y grito “Ici, ici”, que en francés es “aquí, aquí”. Era el guardián, que paseaba con sus perros por la noche.Solo hablaba árabe, pero entendí con sus gestos que podía quedarme. El problema es que ahora tenía la adrenalina lista para subirme los Atlas de nuevo; ¿Cómo dormir así? Ese día solo dormí 2 horas en 40 horas.
(Al día siguiente) me despierto con el colchón inflable completamente en el piso, muy pinchado. Sentía que mi cuerpo no se había recuperado en absoluto.
En todas las culturas, se puede ver cómo los autos te comunican sus códigos, sus reglas, la de esa ruta en particular. Ahora el código era: “Esta ruta es de los camiones principalmente”. Me doy cuenta cuando un camión toca bocina por detrás, no frena ni cambia de rumbo; ya sabes que es mejor aceptar las condiciones de ellos. Ya no había más banquina, cada vez que un camión venía por detrás tocando bocina, “era mi obligación tirarme fuera del asfalto contra las piedras, contra una zanja, contra lo que sea”. Yo estaba de más en esa ruta y tenía que dejar pasar a cada camión.
Recuerdo llegar a la cima, suspirar y decir, ya no quiero subir más. Me tomo unos minutos para recuperarme, después de sentirme entre la espada y la pared durante varias horas. Luego vino el descenso como recompensa, con el viento que permitía evaporar la transpiración. Llego a un camping y me pongo a reparar el colchón que tenía 7 pinchazos en total; la noche anterior, sin verlo, había dormido sobre unos vidrios rotos y unas ramas. El dueño del camping me cobra 3 euros y además me ofrece un plato de pasta. Me advierte que el agua no es potable y no hay agua caliente, pero que puede darme una olla con un poco de agua hirviendo para bañarme. Me baño sentado en una roca con 2 baldes de agua. Lo sentía como el baño más reparador que había tenido en mi vida. Pude dormir 7 horas.
Tormenta de arena
(Al tercer día) me despierto y la rueda trasera estaba completamente desinflada. La inflo y salgo lo más rápido posible mientras pienso que hoy va a ser un gran día, estoy muy descansado. Luego de cruzar esta última parte de Atlas, llego a TanTan, conocida como “Las puertas del Sahara”. El viento era insoportable, soplaba en contra y cruzado. Calculé en ese momento una velocidad constante de viento de 30 km/h con ráfagas de hasta 70 km/h. Incluso caminar era difícil, tenía miedo de caer frente a un camión. Caminé durante 3 horas. Observaba que la arena estaba suspendida en el aire; en ocasiones, ráfagas de arena voladora me golpeaban, causándome una sensación de ardor en la piel y mucha tos. Cubrí mi boca con la única otra remera que tenía y atravesé TanTan; ya no sabía cómo hacer para respirar ni para abrir los ojos, ya que la arena entraba por todas partes. No era consciente de que estaba atravesando una tormenta de arena.
Levanté la vista y ahí vi una de las imágenes más aterradoras de este viaje: el horizonte estaba compuesto únicamente de arena en movimiento. No se distinguía entre el suelo, el aire y el cielo; todo eran montañas de arena. En ese momento pensé, “¿Dónde me he metido?” Yo creía que esto iba a ser más fácil… ¿Cómo pude pasar por alto esto en mi planificación? En mi cálculo, tendría viento a favor todo el tiempo, pero esto era literalmente imposible. Los camiones se detienen y me preguntan hacia dónde voy. Intento explicar que estoy intentando establecer un récord mundial, pero nadie parece entenderme. Me dan agua y se van.
The police
(Al final de lmi cuarta jornada,) a las 11 pm, llego a las puertas de la ciudad de Laayune. Un grupo de policías amables me detiene. 100 metros más adelante, militares me paran; ya no tan amables, me piden el pasaporte y me hacen muchas preguntas. Lo más extraño es que, a 100 metros de allí, me paran otros militares, pero estos estaban bastante armados y no mostraban ninguna sonrisa. Me apuntan con linternas en la cara y me preguntan por mis documentos, por qué estoy aquí y por qué a esta hora. El interrogatorio es extenso y luego me dejan ir. 100 metros más adelante me paran nuevamente policías. Ya no entendía nada. Pregunto por qué me paran tantas veces y qué está sucediendo. Me responden que son controles normales, para garantizar mi seguridad. Sin darme cuenta, había cruzado el área en disputa entre Marruecos y Sahara Occidental). Dependiendo de a quién le preguntaras, había cruzado una línea fronteriza entre dos países.
Mad Max
(Al quinto día) despierto rodeado de hombres y escenas que parecen sacadas de una película de Mad Max: animales muertos, jeeps, camionetas y motocicletas destrozadas con piezas esparcidas por todas partes. Parece un desguace con carpas en medio. Me levanto muy tarde ese día debido a la acumulación del viento en contra, lo cual me ha dejado con una gran fatiga física.
El sistema tubeless de la bicicleta deja de funcionar y tengo que reemplazarlo por una cámara de aire convencional. También aprovecho para limpiar el grupo de tracción en una gasolinera con diésel, ya que la arena ya no me permite cambiar de marchas correctamente. Pierdo mucho tiempo realizando estas reparaciones y limpiezas. Debido a la tormenta de arena, algunas partes de la carretera tienen un carril reducido y se convierten en un solo sentido, ya que las máquinas topadoras están retirando la arena de la carretera. Parece como si el Sahara estuviera “comiéndose” la ruta. Finalmente, encuentro un camping y duermo alrededor de la medianoche.
(En la séptima jornada) me despierto antes del amanecer y soy muy consciente de que estoy retrasado. A partir de este momento, no puedo permitirme perder tiempo en nada. Desayuno rápidamente y me subo a la bicicleta. Creo que solo saqué una foto ese día. Cruzo el Trópico de Cáncer y pincho la rueda trasera dos veces. Ahora uso una cámara de aire, así que tengo que limpiar y reparar la cámara, que está sucia por el líquido tubeless. Duermo en un pequeño pueblo donde la gente espera antes de que abran la aduana para cruzar a Mauritania. Estoy un poco preocupado por “No Man’s Land”, ya que mañana cruzaré uno de los pocos territorios en conflicto, donde ningún país lo reclama como propio. Por lo tanto, son 5 km donde no hay leyes ni gobierno que rijan ese territorio.
No man’s land
Me despierto antes del amanecer y me dirijo directamente a la frontera. Desayuno un pan con huevos y veo un cajero automático. Pienso que es mejor sacar dinero en efectivo en Mauritania para evitar problemas con el tipo de cambio. Sin saber que esta sería mi última comida con mi último dinero en más de 500 km.
Llegar en bicicleta a una frontera en el Sahara tiene la ventaja de que te dejan pasar adelante sin hacer cola bajo el sol. Pero ser blanco tiene la desventaja de que quieren entender realmente lo que estás haciendo y asegurarse de que no seas una amenaza para ellos o un problema internacional. Cruzo “No Man’s Land” y del otro lado me encuentro con nada más y nada menos que la Guardia Civil Española. Ellos estaban caminando, hablando y saludando a la gente. Quería abrazarlos, pero decidí limitarme a darles la mano. Estaban muy contentos de verme y se reían, preguntando cómo llegué hasta allí. Mientras hablaban, tomaban jugo de naranja en vasos de vidrio, dos cosas que no había visto en más de 1000 km. Les expliqué mi situación de récord mundial y les pregunté si sería seguro seguir de noche. Me dijeron: “Ya llegaste hasta aquí, así que sabes dónde estás y cómo funciona esto. Ve tranquilo, no te pasará nada. De todos modos, vamos a informar al jefe de los militares de Mauritania y veremos qué dice”. El jefe militar de Mauritania vino y dijo: “De noche no puedes continuar en bicicleta, es peligroso. Cuando veas militares de noche, quédate allí”.
Mis días más difíciles: Mauritania
Pago una visa de 55 euros, que no puedo pagar con tarjeta, y me quedan solo unos 5 euros en efectivo. Un militar me dice que no me preocupe, que a 45 km hay un pueblo donde puedo usar mi tarjeta.
Ese día la temperatura rondaba los 50 grados. Llego al pueblo y resulta ser uno de los más pobres que he visto, con camellos muertos abandonados en la carretera. Ni siquiera los han enterrado. Compro algunas bebidas mientras reviso el mapa. Hay una gasolinera a 80 km y luego un pueblo a 200 km. La gasolinera está abandonada.
No tengo agua y comienzo a pedir bebidas a los militares y policías que me detienen. Llego a la ciudad a media noche; el nombre de la ciudad solo está en árabe en los carteles.
Ningún cajero automático funciona. Unos niños, junto con una persona mayor, me ayudan. Los niños se autodenominan los guardias del ATM y me muestran los 3 cajeros automáticos que hay, ninguno de los cuales funciona. Me dan algo de su escasa comida y agua. Me dicen que no me preocupe, que puedo dormir en la mezquita. Me presentan al guardián de la mezquita, que parece un imán, y a las 3 de la madrugada me recibe y, como todos los hombres religiosos, habla varios idiomas, incluido el inglés con fluidez. Le cuento mi situación y me dice que soy bienvenido, y me muestra un lugar donde puedo dormir junto con otras 20 personas. Era el patio de la mezquita. Me acuesto en mi bolsa de dormir, miro al cielo y veo un millón de estrellas.
(Al principio de mi novena jornada) me despierto con la llamada a la oración islámica a las 5 AM. Nunca antes me había sentido tan dolorido muscularmente. Mi cerebro estaba en piloto automático, ya no respondía, solo sabía que la solución estaba adelante. No tenía comida en el estómago y mi cuerpo comenzó a consumir no solo grasa sino también mis propios músculos como fuente de energía. Compro 2 panes con los últimos 20 centavos que me quedan y no me bajo de la bicicleta hasta llegar a la capital de Mauritania, Nuakchot. Llego a Nuakchot a media noche. Ningún cajero automático funciona, encuentro un hotel donde hablan inglés, les cuento mi situación y me dicen que no me preocupe, que me quede a dormir y vea cómo soluciono las cosas mañana. Pregunto por comida, pero me dicen que ya es muy tarde. Me voy a dormir sin comer.
(A la mañana de mi décima jornada) me despierto en el hotel a las 6 AM y comienzo a enviar mensajes a amigos que trabajan en diversas ONG de África. Finalmente, logro que una amiga de un amigo me dé 200 euros en efectivo y le transfiero el equivalente a su cuenta en Europa.
Tan pronto como recibo el dinero, compro un plato de arroz con pollo en el primer lugar que encuentro. Pero, poco antes de terminar de comer, empiezo a sentir un fuerte dolor en el estómago y salgo corriendo al baño. Mi cuerpo reacciona con una diarrea que llega quince minutos después de comer. Me estoy envenenando con carne en mal estado. Quedan menos de 48 horas para recorrer 600 km y decidir si rompo o no el récord mundial anterior. No puedo permitirme perder más tiempo. Compro algunos víveres para no detenerme más hasta la meta final.
Salgo muy tarde y físicamente agotado. A las 10 PM, empiezo a marearme en la carretera, y a las 11 PM, habiendo recorrido solo 50 km, me detiene un control militar. Me piden el pasaporte, me llevan al jefe y él me dice que no puedo continuar por mi seguridad; tienen esa orden y debo quedarme ahí. Para mí, es una especie de salvación, ya que ya estaba comenzando a sentir fiebre.
Los hermanos Rosso
(Al principio de mi undécima jornada) un hombre árabe con un turbante verde oscuro y una ametralladora me despierta. Muy amablemente dice: “Son las 7 AM, ya puedes irte… parece que estabas muy cansado”. Antes de que me vaya, me da algo: un pan mordido y un mango.
Comienzo a pedalear hacia Rosso, conocida por ser la frontera más corrupta de toda África, administrada por dos hermanos. Llego a las 5:45 PM, justo 15 minutos antes de que cierre. Pago alrededor de 70 euros en sobornos y cruzo a Senegal en una canoa motorizada.
Del lado de Senegal ya no hay árabes, pero parece que he entrado en algún tipo de infierno. Solo veo gente vestida con uniformes militares y de policía a medias, porque en realidad ninguno es militar ni policía. Hay muy pocas mujeres, casi todas son prostitutas. No hay ningún tipo de recolección de basura, así que las moscas están en todas partes. Además, el alcohol es de venta libre en Senegal, lo que amplifica aún más la decadencia de ese lugar.
Una Coca en el prostíbulo
Me encuentro con un hombre blanco que me grita con acento español: “¡Oye! ¡Te vi en el Sahara! ¡Has cruzado el Sahara! ¡Estás loco!”. Era un camionero de casi 70 años que compraba camiones en Europa y los vendía en África. Según él, me había visto durante los últimos 1500 km. Le propongo tomar un café juntos, pero eso no existe en Rosso. Él me dice: “Aquí solo hay dos prostíbulos”, así que vamos a uno de ellos a tomar una Coca-Cola. Allí le muestro los mapas y le cuento mi travesía. Siendo las 8 PM y habiendo recorrido ya 250 km, él me convence de que no puedo descansar en Rosso. Si quiero romper el récord mundial, debo hacer al menos 100 km más ese día o antes de dormir. Le doy un abrazo y sigo adelante, enfrentando el viento de frente en dirección a Saint Louis.
Día 12, el último día
Me despierto a las 8 AM. A pesar de ver que he perdido mucho peso, al ponerme la ropa me doy cuenta de que algo anda mal. A pesar de eso, me siento bien y sé que es el último día. No desayuno, el dolor en el estomago me hace olvidar que debo comer.
Salgo directamente y enciendo el GPS. Pero recuerdo que no hay internet debido a un intento de golpe de estado y el gobierno cortó el servicio. Así que no sé cómo llegar a Dakar. No lo pienso dos veces y sigo en dirección sur, preguntando a la gente cómo llegar a Dakar. Todo el camino es en contra del viento.
Paso por barricadas y veo señales de incendios de la noche anterior. Algunas calles todavía están bloqueadas y algunos niños me detienen, amenazándome con palos y arrojando piedras y botellas. Un niño me roba una botella de agua. La gente está furiosa en las calles y a medida que me acerco a la capital se vuelven más agresivos y menos dispuestos a ayudar. Estoy a punto de llegar me faltan pocos kilómetros.
Dos amigas se suben a un taxi y me guían hasta el Monumento del Renacimiento Africano.
Con ellas dos como testigos, establezco el nuevo récord: el cruce más rápido del Sahara, desde Marrakech hasta Dakar.
12 días, 22 horas y 44 minutos.
*El cambio de ruta fue propuesto y aprobado por Guinnes World Record. El rácord ha sido enviado a revisión, junto con toda la documentacion requerida por las autoridades del Guinness, para ser oficial, un proceso que Guinness demora aproximadamente entre 4 meses y 1 año para aprobarlo como oficial o rechazarlo, en ca. En caso de no ser aprobado será un récord no oficial.
Protagonistas
Lucas Paolone, un argentino que pedalea por el mundo y que nos regala un verdadero manual para cicloviajeros

Lucas Paolone (36) es un consumado viajero en bici, al punto que hace más de 6 años que prácticamente vive como nómade. Nació y habitó la mayor parte de su vida en la ciudad de Buenos Aires, pero al momento de este reportaje estaba residiendo y trabajando en la localidad balnearia de Villa Gessell.
Antes de todo esto, claro está, se formó: se graduó de técnico electromecánico, es analista programador y, ya en tren de salir en busca de otros horizontes, se preparó durante dos años como guía de montaña. Mientras tanto trabajo en el Banco Galicia como supervisor de redes, fue técnico en comunicaciones en una empresa privada y en la temporada 2021/22 se desempeñó como encargado de barra de Pizzería Nativa.
En Cafayate, mientras recorría la Ruta 40, conoció a su pareja, Aldana (42), fruto dorado de su pasión viajera.
Nos intrigaba saber cómo había comenzado su otra historia de pareja, su historia con la bicicleta: “Desde chico —nos cuenta— comencé a usar la bici. En unas vacaciones en Villa Gesell mi papá me llevó la bicicleta y me confesó que se había olvidado las rueditas estabilizadoras. Así que no quedó otra que aprender y lanzarme, con bastantes porrazos de por medio. Recuerdo que años después, en una quinta en Moreno (Buenos Aires), era muy chico e iba hacer los mandados; ya recorría casi 5 kilómetros y traía el pan, el carbón y el diario en una bolsa colgando del manubrio. Luego, de grande, comencé a participar en salidas rurales con el grupo Amigos del Pedal. Los domingos por lo general nos juntábamos en alguna estación de tren y nos alejábamos del centro de Buenos Aires para recorrer pueblitos por caminos rurales. Eran salidas de entre 60 a 80 kilómetros.”
Pero su iniciación viajera se dio durante sus vacaciones anuales: “En todas mis vacaciones laborales, que duraban de 15 a 21 días, siempre que pude agarré la mochila y salí de viaje, lo que me permitió visitar gran parte de los países de América del Sur. Pero en 2016 hice un giro de 180 grados en mi vida: renuncié a mi trabajo estable y salí con un boleto de ida y una mochila rumbo al sudeste asiático.

Viajé por Tailandia, Camboya, Vietnam, Laos, Malasia, India y Nepal, donde logré visitar el campamento base del Everest y caminar más de 200 kilómetros por los Himalayas. Luego crucé a Europa y recorrí algunos países: España, Alemania, Noruega, Francia, Suecia, Dinamarca e Italia. En ese viaje visité el pueblo donde habían nacido mis abuelos: Castropignano, en la provincia italiana de Campobasso.
Luego de un año volví para tramitar la ciudadanía Italiana y allí fue donde decidí comprar una bici y seguir recorriendo el mundo sobre dos ruedas. Mientras tramitaba la ciudadanía hice un viaje en bici desde Munich a Venecia y también recorrí parte del sur de Italia. Una vez que me otorgaron la ciudadanía salí pedaleando rumbo al norte, hasta Milán, donde me sorprendió el invierno, y en ese momento tomé la gran decisión de subirme a un vuelo a Egipto para emprender la gran aventura de pedalear por el continente africano. El viaje duro 8 meses y 10 días, atravesé 11 países, fueron más de 11.000 kilómetros que jamás olvidaré. Atravesé el desierto del Sáhara, conocí a las tribus del valle del Omo, crucé un parque nacional lleno de animales salvajes, visité Zanzibar, una isla paradisíaca, crucé el desierto del Namib, conocí a la tribu Himba y logré llegar a Ciudad del Cabo, en Sudáfrica.”





Uno de los últimos viajes largos de Paolone fue recorrer la mítica ruta 40 en Argentina, pedaleando para ello más de 8.000 kilómetros desde Ushuaia a La Quiaca, una travesía en la que pudo coronar el Abra del Acay (4895 msnm), una meta mítica para los cicloviajeros.
“En ese viaje —rememora— me di cuenta que Argentina lo tiene todo, diversos paisajes en toda su extensión, de sur a norte.”

Hoy nuestro entrevistado se ha puesto como objetivo uno nada pequeño: “Seguir explorando el planeta Tierra.”
En breve se viene un nuevo viaje en bicicleta, de pocos días, por la Patagonia, “para no extrañar tanto la bici”, y su próximo proyecto, que comienza en abril, será intentar dar la vuelta a Sudamérica en dos motos XR 150 con Aldana, un desafío al que planean dedicar unos 5 meses.
“Juntos queremos cumplir el sueño de llegar Alaska en algún momento —dice—, y por otro lado me encantaría en el futuro poder pedalear por la Cordillera del Pamir y también por Mongolia.”
Presentado nuestro personaje, veamos el resultado de nuestro tradicional ping pong de preguntas y respuestas.
¿Por qué viajás? ¿Qué estás buscando?
Creo que todos esperamos las vacaciones después de un año de trabajo. La rutina diaria y pasar por los mismos lugares una y otra vez nos lleva a que sea un poco monótona la vida. Viajando, y de la forma que lo hice últimamente, cada día es completamente distinto. La gente con la que uno se cruza, el idioma, la tonada, la comida, los paisajes, los animales. Viajar me hizo ver las diferentes realidades que se viven en este mundo.
Viajo porque me siento libre, llevo todo lo que necesito conmigo. Quizás la familia y los afectos es lo más difícil o lo que más se extraña, pero gracias a la tecnología es más fácil comunicarse hoy en día a la distancia.
Busco exprimir lo máximo posible mi tiempo en este planeta, invertirlo en experiencia y no en cosas materiales.

¿Con qué equipo básico viajás?
Pase por varias configuraciones. Al principio viajaba con una mochila de camping atrás, colocada en un cajón plástico de verduras, y dos alforjas adelante. Hoy día, después de haberme cruzado con otros cicloviajeros e ir aprendiendo, viajo con una bici rodado 29, con un portaequipaje trasero donde pongo dos alforjas de 20 litros cada una y un bolso estanco de 45 litros, y en la parte delantera me incliné por el bickepacking: llevo un arnés en el manubrio con una bolsa impermeable, un bolso de cuadro y en la horquilla delantera dos bolsos de 8 litros. Todo lo referido a bickepacking es de la marca Ekeko.
En las alforjas y bolsos llevo prácticamente todo lo necesario para poder acampar, bolsa de dormir de buen rango térmico, una carpa de tres estaciones ultraliviana, una hamaca, silla plegable, aislante, colchoneta inflable, ducha plegable que sirve como bolsa de agua, cocina a alcohol, cacerolas, botiquín, repuestos como cámaras y a veces cubiertas, parches, rayos, cadena, patines de freno, cable de frenos y cambios, filtro de agua, pastillas potabilizadoras, brújula, panel solar, ropa de verano y de invierno.

¿Preferís viajar solo o acompañado?
Siempre que viajo, solo o acompañado, lo disfruto. A veces, dependiendo que tan exigente sea el recorrido o la ruta, prefiero hacerlo solo, porque manejo mis tiempos, el descanso de mi cuerpo, y no porque vaya rápido, sino todo lo contrario. Pero siempre que viajé acompañado, y más ahora que tengo una compañera, lo disfruto muchísimo.
¿Qué sentimientos te afloran en el camino?
La libertad es el primero, saber que no necesito más que lo que llevo en una mochila o en 4 alforjas para moverme por el mundo. Así como también la profunda admiración hacia la naturaleza. El viajar en bici hace que se genere una conexión prácticamente única.
¿Qué disfrutás más en tus viajes?
Que cada día es diferente, no saber dónde voy a dormir, ni a quién me voy a cruzar, ni con qué me voy a encontrar en el camino. Disfruto mucho del contacto con la naturaleza, acampar, respirar los diferentes aromas, ver los diferentes paisajes del planeta, sentir el sonido de la lluvia, bañarme en un lago, ver cómo va cambiando el paisaje, ver las costumbres de otros pueblos, otras culturas, otros idiomas. Explorar cada rinconcito del planeta Tierra.

¿Qué te incomoda más cuando viajás?
La verdad que todo lo que tiene que ver con visados, fronteras, vacunas, papelerío, requisitos que piden para poder cruzar de un país a otro, más los tiempos límites de permanencia. Y cómo a todo ciclista, lo que nos incomoda en el viaje es cuando el viento no se porta del todo bien y nos obliga hacer el triple de esfuerzo o incluso a buscar un refugio.
Tu primera bici.
Mi primera bici, con la cual realicé el doble cruce de los Andes. fue una Fire Bird modelo Patagonia 2010 rodado 26″ con 21 velocidades Shimano. Todo bien estándar.

…y tu primer equipamiento de viaje.
Esa Fire Bird la equipé con un portaequipaje trasero y una alforja monovolumen de 60 litros. Llevaba una carpa Doite modelo Zolo, demasiada ropa, bolsa de dormir para un grado bajo cero marca Quechua, algunos repuestos, aislante autoinflable gigante, mucha comida… Usaba solo un mapa que había impreso para ubicarme, no usaba GPS ni celular. Iba muy cargado y el peso estaba muy mal distribuido.
Tu primer viaje en bici.
Uno de mis desafíos era cruzar los Andes, así que le puse fecha y en noviembre del 2014 cargué la bici en el auto y manejé hasta San Martín de los Andes. Dejé el auto ahí, armé la bici y salí pedaleando hacia el paso Hua Hum; crucé a Chile, atravesé el parque Nacional Villarrica, realizando la ruta transvolcánica, y luego ingresé a Argentina por el paso Mamuil Malal. Pude conocer el Volcan Lanín, luego Junín de los Andes y finalicé en San Martín de los Andes. Fueron 7 días, un poco más de 360 kilómetros, empujé bastante en el recorrido pero fue tan hermoso el viaje que no quería que se terminase.
¿Hasta dónde llegás con la mecánica?
Con la mecánica me defiendo un poco, aunque para hacer ciertas cosas no llevo las herramientas indicadas. Lo que puedo resolver, por ejemplo, es un cambio de rayos, un cambio de piñón, un centrado de ruedas, un cambio de frenos. Y también llevo cortacadenas, además de un poco de alambre y precintos.
Durante la pandemia estuve tres meses en Tecka, un pequeño pueblo en la Patagonia, y para devolver de alguna manera la hospitalidad que me brindaron fui el bicicletero del pueblo y reparé algunas de las bicis.

¿Cómo financiás tus viajes?
Mis viajes siempre los financié con ahorros. En ocasiones paré y trabajé para juntar y seguir viaje. Por otro lado soy una persona que cuando está viajando trata de ser lo más austera posible. Trato de no gastar tanto en alojamiento, busco donde acampar, utilizo mucho en mis viajes la aplicación ioverlander y warmshower, dormí en estaciones de policía, casas abandonadas, bomberos, mezquitas, canchas de fútbol, clubes, casas de familia, debajo de puentes, iglesias… La gente también me ha dado una mano enorme, la hospitalidad recibida a lo largo de los 29.000 kilómetros que he recorrido ha sido enorme. Siempre digo que la gente que uno se va cruzando en el camino es la que va haciendo el viaje posible.
Un momento de viaje en que peor te sentiste.
Hubo algunos, pero el que más recuerdo fue una noche acampando en Etiopía. Me encontraba compartiendo camino con Michael, un cicloviajero alemán, y nos rodearon 10 militares, nos apuntaron con armas y mucho no le entendíamos. El problema fue además que al acercarse les sentí olor a alcohol. Estaban totalmente ebrios y al estar armados tuve mucho miedo de que a alguno se le escapase un tiro. Por suerte no pasó nada, sólo querían saber quiénes éramos, qué hacíamos y protegernos. Pero hasta que pudimos entendernos fue una situación muy tensa.
Un momento de viaje en que mejor te sentiste.
La verdad es difícil elegir uno, creo que fueron varios los momentos, varias las metas logradas, varios los desafíos cumplidos. Aunque quizás hubo momentos que jamás voy a olvidar, como por ejemplo cuando pedaleé por la zona de Omo Valley, en Etiopía, zona de tribus, donde me sentía como en un documental de National Geographic.


O cuando atravesé un parque nacional en Tanzania, donde se me cruzaban elefantes, jirafas y cebras por la ruta, con la posibilidad de que se apareciese algún león.
Otro momento inolvidable fue dedicarle un viaje exclusivamente a la Puna argentina y ver esos paisajes únicos del planeta como el Salar de Antofalla y el de Arizaro, con su cono de Arita.
Estar en el punto más alto de la ruta 40, el Abra del Acay, es un momento que jamás voy a olvidar.
Pero además de eso, cómo no sentirse bien arriba de una bici…

¿Qué destino/recorrido te imaginás para tu próximo viaje en bicicleta?
Mi próximo viaje en bici va a ser este mes de marzo por la Patagonia. Unos pocos kilómetros, algo que me quedó pendiente recorrer por la pandemia, un tramo entre Esquel y Bariloche, pasando por el Parque Nacional los Alerces.
Y el próximo viaje largo de 5 meses aproximadamente va a ser intentar dar la vuelta a Sudamérica, pero esta vez en moto. Voy con mi pareja, Aldi, de @porlatierrayelmar, cada uno en su moto XR 150. La idea es recorrer más de 20.000 kilómetros por 7 países.
¿Qué te tienta más, hacer kilómetros o conocer?
Creo que las dos cosas van de la mano. Hacer kilómetros te lleva a conocer más también, pero me gusta viajar lento, disfrutando de todo lo que el camino tiene para ofrecer, sus paisajes, su gente, su cultura, su clima…
Bicicletas actuales.
Bicicletas de viaje tuve 2. La Fire Bird que mencioné, con la cual muchos me decían que no iba a poder cruzar los Andes —a lo que qué por suerte nunca hice caso y seguí mi instinto. Y la actual es una bicicleta marca BTWIN rodado 29″, que compré en una tienda Decathlon en junio del 2018 en Italia por no más de 200 euros y con la cual recorrí más de 29.000 kilómetros por 3 continentes —3.000 por Europa, 11.000 por África y 15,000 por América del sur. La transmisión es Shimano Altus de 21 velocidades con un piñon Mega Range. Llevo platos 22/34, con los que he podido ascender varias cuestas y subir a más de 4.800 metros de altura en varias oportunidades. No tiene suspensión, los frenos son v-brake y el manubrio lo cambié por uno tipo mariposa para poder ir cambiando de posición en los trayectos largos.

Muchos me han preguntado si no era mejor una bicicleta de otras características, que me hiciese más fácil el viaje. Mi respuesta y mi experiencia dicen que no es necesario lo último de lo último para hacer grandes recorridos. Obviamente ciertos componentes pueden brindarnos comodidad, pero al tener una bici básica se pueden conseguir repuestos en casi todos lados, es más sencilla la mecánica y es más económico el mantenimiento.
Me han ofrecido otra bicicleta en el camino, pero con la BTWIN voy a seguir andando hasta que pueda. Son muchos los momentos que vivimos y pasamos juntos; sé que no deja de ser algo material pero significa mucho para mí, hasta le he hablado en varias ocasiones…
Tu meta como viajero es llegar a…
… disfrutar lo más posible de esta vida, tratando de explorar y sorprenderme con lo que hay en cada rinconcito de este planeta Tierra, tratando de que cada día sea una vivencia diferente y seguir asombrándome con la naturaleza.
Instagram de Lucas: @exp_tierra | Instagram de Aldana: @porlatierrayelmar | explorandoelplanetatierra.com

Cicloturismo
Gabriela Sabatini: enamorada de la vida, de Argentina… y de la bici

Residente en Suiza, Gabriela Sabatini no deja de visitar con frecuencia su país de origen. En esta ocasión pedaleó las Salinas Grandes jujeñas y otros puntos de la provincia. En sus redes, la extenista, hoy frecuente ciclista, posteó una selección de fotos de su viaje con un texto más que elocuente.

Ya en Jujuy, Gaby no solo pedaleó las Salinas Grandes, sino que aprovechó para visitar los mejores puntos de la provincia norteña.






Fotos: Instagram @sabatinigabyok
Eventos
Peter Sagan anunció en San Juan su retiro del ciclismo de ruta

Durante el día de descanso de la Vuelta de San Juan, en la que está participando, y justo en el día que cumplió su cumpleaños número 33, Peter Sagan anunció su retiro del ciclismo de ruta al final de la temporada 2023. El corredor eslovaco informó que continuará compitiendo sobre mountain bikes hasta los Juegos Olímpicos de París 2024, luego de lo cual planea abandonar completamente su carrera deportiva profesional.
Sagan ha sido un protagonista excepcional de la última década del ciclismo de ruta, el único en la historia en ganar tres campeonatos mundiales consecutivos entre 2015 y 2017, un gran protagonista de los clásicos de la primavera europea, ganador de etapas en las tres grandes vueltas y dueño de siete jerseys verdes en la clasificación de puntos del Tour, pero además y fundamentalmente, dueño de una personalidad cautivante y capaz de generar empatía a raudales entre los fans del ciclismo.
Yendo a lo estrictamente ciclista, Sagan es considerado como uno de los mayores talentos del ciclismo y uno de los mejores ciclistas de todos los tiempos: clasicómano, velocista y rodador; además de poseer una gran destreza sobre el pavé y en los descensos. Un corredor polivalente y con gran regularidad, capaz de disputar etapas en todo tipo de terrenos salvo en la alta montaña, debido a su incremento de masa muscular desde que se inició como profesional.
En su palmarés, Sagan tiene un total de 121 victorias como profesional.
Es de esperar que Sagan tenga un gran año en esta temporada de despedida y que en 2024 podamos verlo brillar en el MTB, una especialidad a la que degustó en varias oportunidades pero que todo indica que durante el 2024 va a encarar como profesional.
Foto: Vuelta a San Juan (https://www.vueltaasanjuan.org)
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