Ciclismo urbano
Comportamiento vial: matar o morir, la ley de la selva

Estamos en el auto esperando que cambie la luz del semáforo. Cuando finalmente se pone en verde y nos disponemos a avanzar, un motociclista atraviesa velozmente la intersección, pasando en rojo desde una calle perpendicular. No nos mira, de hecho evita todo contacto visual mirando hacia el otro lado. Se aleja y lo perdemos de vista.
Este relato introductorio es real y me pasó hace muy poco tiempo. El que manejaba el auto era mi hermano Luis, quien hizo la observación que da origen a este artículo. “¿Viste?, es como cuando un perro cruza una avenida. No mira, y al no mirar el peligro no existe. Las personas también conservamos esas cosas.”
De ahí que me quedaron las ganas de profundizar un poco más en algo tan cotidiano como lo es nuestro comportamiento en la calle. ¿Cuántas conductas guardamos de nuestros antepasados primates a la hora de transitar en auto, moto, bici o caminando? Bueno, parece que no hemos cambiado muchas cosas desde aquellos tiempos.
La ley de la selva
Luis es médico psicoterapeuta cognitivo y apasionado por estos temas. Según me cuenta, las civilizaciones avanzan mucho más rápido que nuestro cerebro. Aunque no nos guste admitirlo, de alguna manera la ley de la selva sigue rigiendo en gran medida nuestras vidas. Esa ley tan sencilla marca que sobrevive el más fuerte y se elimina al eslabón más débil. Si uno corre lento seguramente lo atraparán los leones. Si corremos más rápido, el que se quede atrás será quien muera y eso es un mecanismo natural de selección.
Somos animales humanos. Nacemos animales pero para ser humanos requerimos entrenamiento. Ese entrenamiento es lo que llamamos cultura. Es característico del ser humano poder ir más allá de la situación del presente, por eso podemos escaparle a veces a esa ley de la selva. Por ejemplo: el ser humano es el único que puede darle trabajo a una persona en silla de ruedas, por tener esa capacidad de ver más allá y darse cuenta de que esa persona, a pesar de su impedimento físico, puede lograr grandes cosas. ¡De esto sobran los ejemplos en la historia de la humanidad!
Seguridad vial y emociones
Otra cuestión importante es que somos más emocionales que racionales. Aunque parezca lo contrario, la seguridad vial tiene mucho que ver con las emociones. Aprender acerca de las normas de tránsito es un proceso emocional: la automatización de las cosas que hagamos se va a dar por asociación a situaciones agradables (premios) o que nos generen miedo (castigos). Así es que nuestra cultura vial se forma por un aprendizaje conductual.
Podemos decir que a través de lo emocional todos los aprendizajes se automatizan. Es una ilusión pensar que al llegar a una esquina vamos a pensar racionalmente en que tenemos que dejar pasar al que viene por la derecha. Eso se va a dar cuando lo hayamos incorporado y automatizado anteriormente.
Conducción violenta
El nivel de violencia al momento de transitar por la calle responde a la concepción del lugar en el que estamos. Si entendemos que la vida es una selva, entonces tenemos que salir a matar a todos antes de que me maten a mí (entiéndase como metáfora, claro). De ahí que tengamos que decidir si salimos a la selva o a la ciudad. Los bocinazos, insultos, gritos, también están ligados fuertemente a nuestro lado animal. El enojo es la frustración por una situación en la que tenemos que superar un obstáculo. Eso lo traemos desde tiempos remotos, en los que para vencer esas barreras necesitábamos liberar mucha energía. Aun en pleno siglo XXI nuestro cuerpo sigue liberando esa enorme cantidad de energía ante situaciones adversas. Es nuestro lado humano el que entonces debería ayudarnos a entender que no sirve de nada el enojo o que la bocina no hará que el tránsito avance mágicamente.
Dunbar y las comunidades
Otra de las razones que van en contra de un tránsito pacífico en las calles es la falta del sentimiento de comunidad. Con el paso del tiempo las ciudades se hicieron cada vez más grandes y veloces. Vivimos rodeados de personas a quienes no conocemos y con quienes no tenemos ningún sentimiento de afinidad. Para no sentirnos tan culpables, es bueno saber que quizás esto se da de forma natural. Tal vez a nuestro “evolucionado” cerebro “no le da” para tener tantas relaciones al mismo tiempo y vemos saturada nuestra capacidad.
Esto es de alguna manera lo que intenta explicar el antropólogo británico Robin Dunbar. Su teoría llamada El Número de Dunbar establece que 150 humanos es el límite cognitivo de individuos con los cuales se puede mantener una relación estable. A ese valor llegó estudiando a los primates, a antiguas comunidades humanas, sus formas de relacionarse y a partir de qué número suelen comenzar los conflictos interpersonales.
Claramente nuestros pueblos y ciudades actuales superan notablemente ese número, por lo que nuestro cerebro tiende a encasillar conjuntos de personas para simplificar nuestras relaciones. De ahí que englobemos a “el colectivero”, “el ciclista”, “el automovilista” en un estereotipo a cada actor del tránsito. Nuestra relación con esas personas virtuales será buena o mala de acuerdo a la idea que nos hayamos formado al respecto de cada una. El gran riesgo de esto es que logramos ignorar algo fundamental: que cada ser humano es único e irrepetible.
La solución al peligro de esa generalización es algo tan simple como mirarse a los ojos. Recuperar la mirada en la calle es lo que nos permite volver a individualizar a cada ser humano. Saludarse, conocerse por el nombre son formas de escaparle a esos estereotipos. A partir de ese momento inyectamos una buena dosis de afectividad a nuestras interacciones y pasamos a relacionarnos con José el colectivero, María la que va a la universidad en bici o Santiago quien acaba de sacar su licencia de conducir.
Primer o tercer mundo
Muchas veces se dice que en países como el nuestro transitamos como en el Tercer Mundo. Damos por hecho de que es una realidad inmodificable y que está limitada a bordes geográficos. Pero esto no es así. En los países del llamado Primer Mundo habitan seres tan animales y humanos como nosotros. La diferencia es que han encontrado formas de entrenar su lado humano en beneficio de la convivencia vial. Esto no es porque sean mejores personas, sino porque su sistema de aprendizaje a través de las emociones les ha dado buenos resultados. Lo cierto es que Primer o Tercer Mundo no son conceptos con límites geográficos. Vivamos en el país que vivamos, somos nosotros quienes tenemos el enorme poder de decidir en qué mundo queremos vivir. Si uno frena su auto o bici en una esquina para dejar cruzar a una persona, esa misma esquina se transforma en ese preciso momento en el primer mundo. De ahí la importancia de las acciones individuales y de la humanidad que cada uno le aporte día a día a su ciudad.
Texto: Martín Lehmann
Colaboración: Dr. Luis Lehmann
Foto: Adrian Williams en Unsplash
ABC
Clases para aprender a andar en bici en Buenos Aires

Laureano Núñez es ciclista, organiza salidas en bici para principiantes y da clases para todos aquellos –adultos y niños a partir de los 12 años– que aun no saben pedalear y quieren aprender. Las clases son 100% personalizadas.
Debido a la situación actual, disponen de comunicación electrónica para un distanciamiento social efectivo.
Las clases se realizan en Puerto Madero, una vez por semana, acordando los horarios según los requerimientos de los alumnos, y duran una hora.
La idea es tener nociones básicas de cómo pedalear en la ciudad, aprender la técnica, perder el miedo y practicar. También se enseñan nociones básicas de mecánica (como arreglar una pinchadura y cambiar una cámara) y teoría básica sobre seguridad vial para movernos de forma segura.
Las clases finalizan cuando el alumno siente que alcanzó su meta y siente que puede seguir por si solo.
Más info sobre las clases: 112823-1343
Ciclismo urbano
3 ventajas y 3 desventajas del ciclismo urbano
LO POSITIVO
Tiempo al tiempo
Dice una vieja frase que el tiempo es oro, pero en verdad ni todo el oro del mundo puede comprarnos tiempo de vida. Por eso el primer ítem en esta lista corresponde al invaluable beneficio de controlar nuestros horarios. Contrariamente al cliché acerca de los ciclistas urbanos, estos no eligen tanto la bici por ahorrar dinero ni por amor al medio ambiente, pero sí lo hacen por esta ventaja.
La comparación más clara las podemos hacer con el uso del automóvil particular. El viaje de un punto a otro de la ciudad manejando está sujeto a numerosos factores que hacen impredecible el horario de llegada. Embotellamientos, desvíos, cortes y conseguir un lugar de estacionamiento son cuestiones que afectan directamente el tiempo que nos llevará arribar a destino. Para paliar esta situación algunos conductores eligen salir con mucha anticipación, lo que, si bien puede resultar útil, en definitiva no es otra cosa que alargar la duración del viaje.
Respecto del transporte público en nuestro país, la bici todavía sigue siendo mejor ya que colectivos, trenes y subtes no suelen cumplir los horarios establecidos. Esto puede generar largas esperas en las paradas y estaciones, lo que torna muy difícil ser puntuales en nuestros compromisos. Si en cambio comparamos ir en bici o ir caminando, encontramos que ambas opciones comparten la previsibilidad del tiempo y los horarios de llegada. Pero si de tiempo de viaje se trata, trasladarse pedaleando podría llevarnos la tercera o la cuarta parte de hacerlo a pie.
Estar presentes
Moverse en dos ruedas permite estar en una conexión total con la ciudad. Necesitamos que casi todos nuestros sentidos estén en alerta. Esto nos lleva a estar presentes en el aquí y el ahora, algo que desarrolla muy sabiamente Juan Carlos Kreimer en su libro Bici Zen (Grupo Planeta, 2013). El beneficio es llegar a destino sintiéndonos con energía. Esto impacta positivamente en el rendimiento de quien se moviliza a trabajar o estudiar. Además, estar atentos durante todo el viaje hará que cada trayecto sea distinto. Aún si repetimos la misma ruta constantemente siempre habrá algo en el entorno que nos llamará la atención porque vamos en el mejor vehículo descapotable que se puede usar en una ciudad.
Comunidad
Este punto está muy relacionado al anterior. Contrariamente al aislamiento y la competencia que puede generar el uso del auto particular, la bici promueve el encuentro humano. La cercanía física, el poder estar cara a cara con el otro fomenta la rehumanización de la gran ciudad. Cruzar una mirada, hacer un comentario (¡sí, aunque sea sobre el clima!) o ayudar a resolver un pinchazo nos saca del individualismo y hace que las personas pasen de ser cohabitantes de un espacio físico a miembros de una comunidad. Esta diferencia no se da solamente con los autos; curiosamente también ocurre con el transporte público.
Tal vez en el futuro la gente que viaje en colectivo o tren entable relaciones más parecidas a las de los ciclistas. Pero por el momento les sugiero que hagan el siguiente experimento: al detener la bici en un semáforo prueben entablar una conversación con el ciclista que se detuvo a su lado. Ahora intenten hacer lo mismo en un subte con la persona que va parada junto a ustedes. Intuyo que encontrarán una diferencia.
LO NEGATIVO
Vulnerabilidad
En los países de nuestra región los ciclistas todavía somos muy vulnerables frente al transporte motorizado. Aunque la reaparición masiva de la bicicleta en el escenario urbano lleva ya más de un lustro, todavía es vista por mucha gente como algo extraño. Las últimas décadas se encargaron de fijar en el imaginario colectivo que las calles son de los autos. Esta intrusión de la bici genera reiteradas conductas violentas de parte de quienes manejan un vehículo grande y pesado y que muchas veces ponen en serio riesgo la integridad de los ciclistas. Poco a poco pareciera que esto va cambiando, pero hay que admitir que todavía estamos muy lejos de que nuestras calles sean bike friendly.
Clima
Es cierto que no tiene por qué ser un impedimento para agarrar la bici, pero siendo sinceros, hay días en que la temperatura, el viento y la humedad no son para nada favorables al ciclista urbano. Si bien existen varios trucos que ayudan a minimizar los inconvenientes de andar con lluvia, nieve o un solazo que raje la tierra, lo cierto es que los climas extremos no son nada agradables para optar por la bici. Más de una vez vamos a mirar con ojos de perro mojado a aquellos felices automovilistas, atascados pero con el bendito aire acondicionado.
Prejuicios
Fue tan grande el reinado del automóvil durante décadas que se llegó a pensar que quien no poseía uno era un marginal. El progreso era tener un auto propio y andar en bici era para pobres, hippies o veganos. Todavía esta idea persiste, aunque ya agrietada y con vistas a quebrarse del todo en los tiempos que vendrán. Por lo tanto es común recibir ciertos comentarios desagradables y discriminatorios cuando le contamos a gente desconocida que nos movemos en bici. La tendencia va cambiando (hoy hay CEOs de multinacionales que van a trabajar en bici) pero es necesario saber que todavía es muy frecuente enfrentar este tipo de situaciones.
Les propongo que hagamos una acción concreta: enviar esta nota a alguna persona que podríamos entusiasmar para que empiece a trasladarse en bici por la ciudad. Quizás estas palabras honestas acerca del ciclismo urbano puedan hacer florecer más ciclistas por las calles de la ciudad.
*Periodista y guía de ciclismo urbano en eventos turísticos y corporativos:
Twitter: @tincholehmann, tincholehmann.com.ar
Ciclismo urbano
Ciclismo urbano: cómo actuar frente a la violencia vial
“De vez en cuando me tocan la bocina, incluso cuando estoy pedaleando de manera correcta. Creo que los conductores se irritan por perder unos segundos de su valioso tiempo detrás de un juguete que anda por la calle.” Así dice uno de los incontables testimonios que pueden encontrarse en foros y redes sociales de ciclismo acerca de la violencia que se padece al pedalear por la calle.
El problema es mundial y no se limita a un país o un continente; es una preocupación que existe tanto en una pequeña municipalidad como en grandes organismos como la Organización Mundial de la Salud (OMS). A pesar de las campañas de prevención y seguridad pareciera que la problemática aún no está siendo correctamente atendida ni por los gobiernos ni por los gobernados. En este contexto los que tienen mayores chances de sufrir las malas consecuencias son los peatones y los ciclistas por su vulnerabilidad ante vehículos que superan una tonelada de peso.
No es el automóvil el culpable de la violencia. El auto es un gran invento y nos permite desarrollar muchas actividades que de otra forma no podríamos. Pero muchas personas confunden comprar un auto con comprar la calle. Desde hace décadas, muchos factores refuerzan esta falsa creencia. Tomemos por ejemplo las publicidades de automóviles: por más innovador y creativo que sea un spot televisivo, casi siempre termina en aquella típica imagen en la que se ve al modelo en cuestión andando libre por calles despejadas, sin otros vehículos alrededor. Es de esperar que de vez en cuando algún ingenuo comprador sienta defraudadas sus expectativas cuando sale por su ciudad y se encuentra con que no puede imitar lo que vio en la tele, sino que debe compartir la calle con otros autos y, lo que es peor, ¡con bicicletas y peatones!
Así es que dejamos de entender la vía pública como un espacio común que debemos compartir con tolerancia y pasa a ser un lugar en el que buscamos movernos lo más rápidamente que se pueda para llegar antes que los demás, sin importar cómo.
Aguantar bocinazos
Lo cierto es que todavía nos falta bastante para modificar conductas antisociales tan arraigadas. Mientras tanto lo recomendable es seguir el consejo que generalmente se suele dar: no conviene nunca contestar violencia con más violencia. En la calle no sabemos con quién nos peleamos, de qué situación viene, qué reacciones puede tener y hasta dónde es capaz de atacarnos. Esto no tiene nada que ver con ser cobarde, sino todo lo contrario: es ser inteligentes y cuidar nuestra integridad física. Especialmente los ciclistas, por una cuestión de peso y tamaño, tenemos todas las de perder si nos enfrentamos violentamente ante alguien con un auto o un vehículo aún más grande. Un mínimo toque nos puede desequilibrar y hacer caer.
Una buena idea es capacitarnos aprendiendo cuáles son nuestros derechos y obligaciones. Saber por dónde y cómo podemos andar y por dónde no. Es cierto que requiere tomarse un tiempo, leer, investigar, pero es un deber cívico.
En la mayoría de los casos habrá que aguantar bocinazos, autos que nos pasan cerca para asustarnos, gritos, insultos, pero que si no son respondidos no van más allá de eso. Otra alternativa es anotar la patente y denunciar ante la autoridad en caso de ser necesario. Quizás parezca un recurso un tanto falto de eficacia, pero también es deber nuestro como ciudadanos alertar a quienes deben controlar, porque esa persona que nos puso en riesgo, probablemente mañana pueda hacer lo mismo con otro ciclista.
Lo básico que debemos saber
Tenemos que conocer algunos aspectos básicos de nuestra legislación para saber qué derechos nos asisten y además poder hablar con fundamento cuando surgen discusiones al respecto. Por eso, retomando el comentario del inicio: ¿A quién no le ha pasado de ir pedaleando y recibir un irritante bocinazo desde atrás? Como una voz que nos dice que nos corramos y no molestemos a los “verdaderos” vehículos. En nuestro país la Ley de Tránsito 24.449 en su Artículo 5 reconoce a la bici como un vehículo y le permite circular por la vía pública. Se establece que una bicicleta es un vehículo de dos ruedas que es propulsado por mecanismos con el esfuerzo de quien lo utiliza, pudiendo ser múltiple de hasta cuatro ruedas alineadas. Son muy pocos los lugares por donde prohíbe su circulación, y en ese caso están expresamente indicados en las leyes nacionales y locales. Por lo tanto un ciclista tiene derecho a ocupar su lugar en la calles y que se le respete el mismo. Es más, ¡la bicicleta existía mucho antes que los autos! En calles sin carriles debemos circular por el costado derecho, porque de este modo permitiremos que los demás nos sobrepasen por la izquierda, que es por donde deberían hacerlo. A veces puede ocurrir que la calle sea muy angosta o que haya autos estacionados que nos obliguen a rodar alejados de sus puertas. En ese caso siempre debemos mantener una distancia de seguridad y si no alcanzara el ancho de la calle para que nos sobrepase un auto, este último debe esperar para hacerlo. Hay que mantener la calma y dependiendo de la situación quizás decidamos tener la cortesía de apartarnos o detenernos para que un auto pueda pasar, pero eso ya es una decisión y una opción voluntaria de cada uno. En calles con varios carriles demarcados, estamos obligados como ciclistas a circular por el centro de ellos. “Se debe circular permaneciendo en un mismo carril y por el centro de éste”, dice el Artículo 45 en su inciso b. Hoy en día son muy pocos los ciclistas que lo cumplen porque piensan que están estorbando a los autos o porque se sienten amenazados por los que vienen rápidamente por detrás. Pero además de ser un derecho es una cuestión de seguridad, ya que circular dentro del carril (a pesar de los bocinazos y gritos que seguramente se reciban) produce que los otros vehículos tomen mayor distancia durante los sobrepasos.
¿Alternativos o ridículos?
En las charlas entre ciclistas y en los foros en internet pueden escucharse y leerse muchas alternativas para responder a la violencia vial, especialmente a los bocinazos. Si bien no recomiendo hacerlas (creo que algunas de ellas podrían empeorar las cosas), me pareció interesante incluirlas acá para demostrar que se trata de un problema que afecta a muchísimas personas de que eligen moverse en bici.
-Saludar: la recomendación de varios foristas es responder con un saludo a los bocinazos. Varios de los comentarios aseguran que esto descoloca al agresor e incluso lo hace darse cuenta de su equivocación. Algunos van más allá y dicen que el saludo debe ser tan efusivo como cuando nos encontramos con un viejo amigo que hace años que no vemos.
-¡Desnudarse!: algunos ciclistas dicen que comenzar a quitarse la ropa resulta una reacción sumamente ridícula y evita seguir siendo molestado por el automovilista en cuestión.
-Tirar besos: esta puede ser un poco más riesgosa ya que podría aumentar la ira del agresor al sentirse burlado. Sin embargo es una de las que más se repite en internet cuando se trata de respuestas alternativas.
Por Martín Lehmann
Bicis
Para el NewYork Times, la Dahon Mariner D8 es la mejor bicicleta plegable
Dahon, la empresa pionera en bicicletas plegables, se ha mantenido siempre a la vanguardia de la innovación tecnológica. Sus bicicletas plegables de alta calidad están en el corazón y la mente de los ciclistas de todo el mundo.
Para averiguar qué bicicleta plegable lo hace todo mejor para la mayoría de los ciclistas y usuarios utilitarios, el New York Times ha llevado a cabo una encuesta sobre 13 modelos populares de 9 fabricantes, con más de 85 horas de investigación y pruebas rigurosas sobre los aspectos de la experiencia del usuario, la comodidad de conducción, la facilidad de plegado y el peso de la bicicleta.
Finalmente, la Dahon Mariner D8 se destacó en todos esos aspectos, combinando una buena experiencia de conducción, componentes de alta calidad y un precio razonable, encabezando la lista de las “Mejores Bicicletas Plegables del New York Times”.
Según sus creadores, la inspiración del diseño de la Dahon Mariner D8 tiene su origen en el concepto de la navegación a vela. La superficie súper antioxidante de sus piezas es apta para entornos de alta salinidad y humedad. La Mariner D8 puede guardarse a bordo de un yate o un barco durante mucho tiempo antes de que el piloto salga a dar un paseo por tierra.
Una vez plegada, la Mariner D8 puede guardarse en el baul de cualquier coche o de un vehículo de recreo. Ya sea en el autobús o en el subte, los viajeros pueden llevarla fácilmente, Como puede verse en el video, La Mariner D8 puede además satisfacer fácilmente las necesidades de desplazamiento de los ciclistas. Una verdadera todo terreno.
The New York Times señala que “la Mariner D8 se desplaza cómodamente, suavizando los baches y subiendo y bajando colinas con fluidez; se pliega y despliega rápidamente y se bloquea con seguridad en ambos modos; el diseño también responde a preocupaciones prácticas”. Viene con guardabarros, para evitar que el barro salpique en caso de lluvia. Permite instalar un bolso delantero y en el portapaquetes trasero se pueden transportar y colgar objetos.
Revistas de ciclismo de renombre como Canadian Cycling Magazine y Momentum Mag acuñaron a la Dahon Mariner D8 como la mejor opción para desplazamientos ecológicos y viajes de ocio. “Buena relación calidad-precio con un diseño artesanal perfecto” es la frase que suele resumir su funcionamiento y prestaciones.
Fuente: Las mejores bicicletas plegables, New York Times
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