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Cicloturismo

La travesía de Pablo García por Indonesia

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Un viajero español compartió un viaje único con Pablo García y se animó a narrar las aventurasvividas. Un recorrido desde el bullicioso y turístico sur hacia la Bali profunda, en busca de su cultura hindú, templos y mercados de alta montaña.

Texto: Pablo Olías Milán* | Fotos: Pablo García**

Escribo este texto sentado en un pequeño warung indonesio, muy cerca del aeropuerto de Kupang, desde donde en pocas horas regresaré a España. Se me esta haciendo aún más difícil de lo normal digerir mi último nasi gorem (un plato de arroz típico de la cocina indonesia). Es que la tristeza se me agarró al estómago y me quitó el apetito. No es sólo porque aquí se acaba mi viaje sino porque esta mañana tuve que despedirme de Pablo García y ha resultado ser un trago más amargo del que esperaba.
Tras descubrir a Pablo en internet y hacerme fiel seguidor de su aventura tuve la suerte de cruzarme con él, por pura casualidad, en una avenida principal de mi ciudad, Sevilla. Forjamos una linda amistad, la misma que ha hecho que 6 años más tarde me ofreciera acompañarle en su recorrido por la zona este del archipiélago indonesio gracias a un vuelo esponsorizado por la compañía aérea Air Asia que Pablo consiguió. La oportunidad de compartir 40 días de viaje con alguien a quien tanto admiro y de quien tanto podría aprender me sedujo terriblemente, así que no me lo pensé ni un momento y 15 días más tarde estaba subido en un avión camino a Bali.
El encuentro fue impactante para mí. Tras el abrazo de rigor bastó un rapidísimo barrido visual para entender que si el tiempo no perdona, menos lo hace si éste fue vivido con tanta intensidad. Su rostro, terriblemente curtido y encanijado, al igual que las banderas que luce su bicicleta, descoloridas y hechas añicos, algunas casi desintegradas, sin siquiera dejar ver a qué país pertenecen, son incuestionables delatores de la dureza de un viaje que día a día lo pone a prueba.

Noches poco tranquilas
Nuestros primeros días en Bali los pasamos sumándonos a la masa de turistas que arrasan el sur de la famosa isla. Nos subimos a una moto y recorrimos sus playas y sus poblaciones, junto a Santi y Marina –una pareja de mochileros argentinos que se alojaban en el mismo hotel- y Sergio y Alex –dos brasileros que también conocimos allí. Como en la mayoría de las grandes ciudades del sudeste asiático, la vida es caótica y estresante, dominada por un tráfico desenfrenado que se rige por sus propias “no reglas”. Miles de motos copan las calles, donde sólo se escucha el ensordecedor pitido de los vehículos. Todo en Indonesia se conduce con una mano al volante y la otra en la bocina, de la cual hacen un uso indiscriminado.
Dejamos el bullicioso sur para adentrarnos un poco en la Bali profunda, en busca de su cultura hindú, templos y mercados de alta montaña. Nuestra única parada para hacer noche fue en Ubud. Allí nos esperaba Clelia, una argentina a la que Pablo llegó por medio de un grupo de argentinos, quien nos recibió con los brazos abiertos y hospitalidad. Desde allí pedaleamos directamente hasta la costa para tomar el ferry rumbo a Lombok.
Debo decir que, al contrario de lo que afirman las guías de viaje, Bali no nos cautivó en absoluto. De hecho nos sorprendió la buenísima publicidad y fama que tiene esta isla.
Todo cambió en nuestra llegada a Lombok, donde, tras desembarcar del ferry, pedaleamos un par de horas bajo una luna menguante para hacer noche en Sengiggi.
Los dos días siguientes los pasamos retozando en Gili Meno, la segunda de las tres pequeñas islas que, al Noroeste de Lombok, son un refugio ideal para alejarse del bullicioso tránsito. Aquellos bungaloes en mitad de la nada parecían firmes candidatos a obsequiarnos nuestra primera noche tranquila en Indonesia… nada más lejos de la realidad. A las 5 de la mañana se aliaron los martillazos de algunos trabajadores con los omnipresentes, y más que puntuales, cantos de los gallos. Y es que en Indonesia hasta los concesionarios de coches tienen gallos y gallinas. Fueron 40 días en Indonesia y créanme que ni una sola noche estuvo exenta de esta molesta experiencia, a la que por lo general se suelen sumar muchos otros estruendos. El primer consejo que le daría a alguien que se disponga a viajar por este país sería que hiciese como yo: traerse un par de buenos tapones para los oídos. Seguirá despertándose a las 5 de la mañana pero al menos podrá retozar en la cama sin que le rechinen los oídos.
De todos modos eso no enturbió los buenos momentos que pasamos comiendo y charlando bajo los sombrajos de paja frente a la playa. Y menos aún el buceo en los maravillosos corales que existen en la zona, repletos de peces de todas las formas y colores, y de tortugas marinas.

Hello mister
Tras cruzar cómodamente Lombok por su esplendoroso valle central, algo que nos llevó un intenso día de pedaleada, cogimos el ferry hacia la desconocida Sumbawa. En esta isla, como en la anterior, desembarcamos por la noche. Igualmente pedaleamos a oscuras, esta vez sin el amparo de la luna, ya inexistente, hasta dar con un buen sitio para dormir.
Sumbawa no nos deparó sorpresas ni nos impresionó con sus paisajes. No obstante, su autenticidad y la total ausencia de turismo hizo que recorrerla nos dejara un buen sabor en la boca. Quizá debido a esto, las jornadas de pedaleo se alargaron más de la cuenta, superando los 130 kilómetros a pesar de la lluvia, las pésimas condiciones de unas carreteras caídas en el olvido y el barro que las hacía casi intransitables. Nada fue tan duro como recibir los miles de saludos sin el más mínimo espacio de tiempo entre ellos, con el “hello mister” habitual que te tortura martilleándote el cerebro una y otra vez sin descanso. Un “hello mister” chillado con desagrado por cada uno de los ciudadanos indonesios con los que nos cruzamos, que nos recordaba que Indonesia es el cuarto país más poblado del planeta.
Sería injusto dejar fuera de la lista de las dificultades aquellas referidas al descanso y la alimentación, dos aspectos importantísimos para responder al esfuerzo físico que requiere un viaje en bicicleta. Sobre la primera ya conté suficiente. Sobre la segunda no hay mucho que contar: arroz, que con suerte y si no andamos perdidos por el interior de una isla, lo conseguimos frito y con algún trozo de pollo que, dado su tamaño, parece haber pasado tanta hambre como nosotros. Pero como todo, esto tiene su lado positivo: tanto arroz hace que los inoportunos apretones de vientre que te obligan a saltar de la bici y correr entre la maleza contigua a la ruta, se reduzcan muy notablemente…
Pedaleando bajo estas condiciones era inevitable que se me viniera a la cabeza la pregunta de qué tipo de cortocircuito cerebral, crónico, tiene que sufrir alguien para escoger voluntariamente este estilo de vida ¡durante 10 años! Es cierto que no encuentro la respuesta a mi pregunta pero debo reconocer una muy preocupante afinidad con Pablo en este aspecto, quien tampoco creo que tenga la respuesta. Tan sólo les aclararé, para aquellos que no conozcan a Pablo, que él, lejos de estar loco como muchos pensaran, es una de las personas más cuerdas que conozco. Su cordura se basa principalmente en tener muy claro lo que quiere y tener la fuerza y el coraje de ir directo por ello.
La última noche en esta isla dormimos en nuestros sacos, protegidos con mosquiteras que colgaban bajo la pizarra torcida de una muy destartalada clase que, literalmente, invadimos al anochecer. Nuestras ropas húmedas se secaban sobre los diminutos pupitres de los alumnos y todas nuestras pertenencias salpicaban desordenadamente el aula. A la mañana, muy temprano, nos escabullimos habilidosamente entre los alumnos más disciplinados que empezaban a llegar a la escuela. Fue realmente divertido.

Falta de respeto al ciclista
Estuvimos un día entero en el ferry que nos desembarcó en Labuan Bajo, en la isla de Flores, donde nos detuvimos dos días para descansar y para que Pablo trabajara en internet actualizando su web y gestionando visados. Aunque el verdadero descanso lo encontramos en Kanawa, una pequeñísima isla privada a la que fuimos invitados por los empresarios que explotaban sus 12 bungaloes con un pequeño restaurante.
Pocas veces he respirado tanta paz y tranquilidad como en esta apartada isla. Allí, de nuevo, disfrutamos de un buceo increíble en el agua más cristalina que jamás vi, con espectaculares corales que rodean la isla. Buscamos obsesivamente los tiburones que todos habían visto pero no hubo suerte. O quizá la suerte fue no verlos…
Con el masoquismo que nos caracteriza, abandonamos este paraíso de placer para sumirnos voluntariamente en el más absoluto sufrimiento: el despiadado sistema montañoso de la isla de Flores. Una verdadera falta de respeto para el ciclista. La ruta que unía Labuan Bajo con Bajawa fue la más dura. Pablo la comparaba con el Tibet en cuanto a su dureza. Yo me reía mientras escuchaba en mi MP3 una de mis canciones favoritas de REM: Pushing an elephant up the stairs (en español: empujando un elefante escaleras a arriba). Parecía que Pablo, con sus 80 kilos de equipaje y su cara desencajada del esfuerzo, quisiese escenificar la canción que yo escuchaba.
Pero la naturaleza, sabia como siempre lo fue, reservaba las mejores satisfacciones para recompensar los esfuerzos. Así nos obsequió una maravillosa noche de acampada en Cancar, en una loma cercana al pueblo, alzada sobre unos increíbles campos de arroz dispuestos según la forma de una tela de araña. Únicos en el mundo.

Nostalgias
El amanecer del día siguiente fue espectacular, aunque como era costumbre, desde muy temprano fuimos invadidos por los curiosos locales. Pero unos días más tarde seríamos recompensados de nuevo. Tras poner nuestras bicis a prueba por caminos prácticamente intransitables, llegamos al pie del volcán Gunung Inerie, donde se levanta un increíble pueblo tradicional. Bena es un deleite para la vista, con cabañas de madera y techos de paja dispuestas en 2 líneas que conforman una calle aterrazada donde se alzan sus hitos funerarios.
Pasamos la noche invitados en una de las cabañas del pueblo para volver a disfrutar de otro amanecer maravilloso.
Nuestra parada de rigor para descansar y trabajar fue esta vez en Ruteng, en el corazón de la isla, donde pasamos otros dos días. No me gustaría desaprovechar la ocasión para elogiar el esfuerzo y trabajo que Pablo dedica a la web y a la producción audiovisual. Este es un trabajo que se toma muy en serio y que requiere de una disciplina realmente voluntariosa. A veces Pablo comienza a trabajar bien temprano en la mañana para acostarse de madrugada, todo esto sin apartar la mirada de la pantalla del ordenador.

Despedidas
Tras recorrer casi 500 kilómetros de montañas en Flores, abandonamos esta bella y exuberante isla desde el puerto de Ende quedándonos con una muy buena sensación de la semana que pasamos en ella. Esta vez el trayecto en ferry que nos separaba de Timor Occidental nos llevaría 24 horas, por lo que decidimos viajar como señores, en primera clase.
Desembarcamos en Kupang, capital de Timor Occidental, ciudad destartalada y ruidosa, aunque también estimulante. Allí estuvimos 3 días para esperar que la Embajada de Timor del Este emitiera la visa de Pablo para cruzar la frontera.
Miles de sensaciones me invadieron al tomar la ruta. A 4 días de mi regreso a España, la cuenta regresiva se había activado. Cada vez más la nostalgia se apoderaba de mis pensamientos y las emociones se iban amontonando según llegaban los recuerdos del viaje. La sensación global de este viaje era realmente estimulante. Igualmente me invadía un inmenso cariño hacia mi compañero, con quien todo había resultado muy fácil. Nuestra convivencia fue armoniosa y, lejos de tener el más mínimo roce, todos fueron buenos momentos.
Haberme dejado formar parte de su viaje, que con tanta admiración llevo años siguiendo, es algo de lo que siempre le estaré agradecido. Sólo me queda desearle que nunca lo abandone ese coraje y esa fuerza que le hacen ser quien es. Nos despedimos en la estación de autobús de Kefamenanu, muy cerca de la frontera con Timor Oriental, un mal trago que había que pasar.
Aunque no la necesitas, suerte amigo. Y gracias.

*Arquitecto y viajero español. Su pasión siempre ha sido la bicicleta y las marionetas, que él mismo construye. Luego de viajar a Indonesia en 2011, pedaleó por Sudamérica en solitario durante dos años y llevó su show gratuito de marionetas a miles de niños. Su web es www.titiribici.com.

**Protagonista del proyecto Pedaleando el Globo, que durante más de una década se propuso dar la vuelta al mundo en bicicleta: pedaleandoelglobo.com, Facebook pedaleandoelglobo, Twitter Pablobicycle.

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Cicloturismo

El cruce más rápido del Sahara en bicicleta y sin asistencia en 12 días, 22 horas y 44 minutos

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Foto: https://www.instagram.com/sergio_michelini_photography/

Protagonizada por el ultraciclista ítalo-argentino Leonardo Morilla, la travesía más rápida (y escalofriante…) del desierto del Sahara en bicicleta, que implicó recorrer sin apoyo externo 3.000 kilómetros desde Marruecos hasta Dakar, con 10.670 metros de desnivel acumulado, en 12 dias 22 horas y 42 minutos, está actualmente en proceso de transformarse en un nuevo Récord Guinness*.
Leonardo comenzó en Marrakesh, Marruecos y terminó en Dakar, Senegal, superando el récord anterior por 7 horas de diferencia, con el agregado de que, por la situación bélica que sufre esa zona, debió recorrer 3.000 kilómetros en lugar de los 1.700 del récord vigente hasta ese momento.

Foto: https://www.instagram.com/sergio_michelini_photography/

El rácord fue realizado durante el verano del Sahara, para aprovechar los vientos a favor de hasta 40 km/h que son frecuentes en esa época del año, pero unas inusuales tormentas en Mauritania provocaron que los vientos fueran en contra casi el 80% del tiempo, en forma de tormentas de arena de hasta 70 km/h.
Leonardo debido atravezar distintas adversidades:
-500 km sin dinero y sin comida debido a que momentaneamente no se podia extraer dinero en ningun cajero de toda Mauritania.
-Pasar por uno de los pocos territorios que existen llamados No man’s Land (Tierra de nadie), en la frontera entre Marruecos y Mauritania.
-Envenenamiento por comida en mal estado
-Cruzar con sobornos la frontera de los hermanos Rosso, entre Mauritania y Senegal, conocida como la frontera más corrupta de África.
-Finalizar su recorrido en Dakar el día de un intento de golpe de estado, donde el gobierno cortó internet por una semana. Lo que obligó a Leonardo a recorrer los ultimos 350 km sin GPS desde la frontera hasta la capital en menos de 24 horas, atravesando manifestaciones e incluso agresiones.
Lo que sigue son algunos relatos en primera persona de esta carrera contra el tiempo y el espacio.

Foto: https://www.instagram.com/sergio_michelini_photography/

Grasa hervida con salsa y solo dos horas de sueño

Antes de comenzar, paso una semana en Marrakech para aclimatar mi cuerpo a las temperaturas.
Me despierto en una habitación de 2 x 2 metros en Medina, Marruecos. Sin ventiladores y apenas una ventana que da a un pasillo interno. Son las 9:30, miro la temperatura: 37ºC. Siento que ya estoy agonizando y todavía ni siquiera estoy en el Sahara.
A las 22:30 salgo de Menara Gardens con 3 testigos que firman los documentos que exige el Guinness World Record.
Parto entre la multitud. No tengo muchos más recuerdos de esa noche más que escuchar música y controlar las pulsaciones. Cuando vuelvo a darme cuenta de dónde estoy, ya he cruzado la primera parte de las montañas Atlas prácticamente sin darme cuenta, ya he hecho 2000 metros de ascenso antes del amanecer.

Tenía comida suficiente para no parar por casi 1000 km; solo debía completar con proteínas como huevos y carne que encontrara en la ruta. Ya es mediodía, entro a un lugar donde veo que la gente come y le digo a la persona que quiero lo mismo, que parecía carne. Me lo sirven y en realidad era solamente grasa hervida de algún animal con una salsa. No creo que sea un plato «saludable», pero después de haber gastado unas 4000 calorías, ¡era increíble! No podía creer lo bueno que estaba ese plato de solo grasa y cartílagos. Continúo hasta que se hace de noche y voy a un restaurante mejor puesto; el dueño está sorprendido y no quiere que pague. Al final, termina invitándome a su casa y explicándome que él no es árabe, esta región pertenece a otra cultura… No entendí a qué se refería, pero esta secuencia se repitió muchas veces. Le agradezco, sacamos una foto con él y con el chef, y me despido rumbo a Tiznit, donde había visto un camping, solo que no tenía teléfono ni página web. Cuando llego, el camping estaba cerrado. Terminé durmiendo contra una pared para refugiarme del viento a las 2 de la madrugada. Era la primera vez que dormía en 40 horas.
A las 3 unos perros me acorralan en la oscuridad. Veo una luz y grito «Ici, ici», que en francés es «aquí, aquí». Era el guardián, que paseaba con sus perros por la noche.Solo hablaba árabe, pero entendí con sus gestos que podía quedarme. El problema es que ahora tenía la adrenalina lista para subirme los Atlas de nuevo; ¿Cómo dormir así? Ese día solo dormí 2 horas en 40 horas.


Camiones

(Al día siguiente) me despierto con el colchón inflable completamente en el piso, muy pinchado. Sentía que mi cuerpo no se había recuperado en absoluto.
En todas las culturas, se puede ver cómo los autos te comunican sus códigos, sus reglas, la de esa ruta en particular. Ahora el código era: «Esta ruta es de los camiones principalmente». Me doy cuenta cuando un camión toca bocina por detrás, no frena ni cambia de rumbo; ya sabes que es mejor aceptar las condiciones de ellos. Ya no había más banquina, cada vez que un camión venía por detrás tocando bocina, «era mi obligación tirarme fuera del asfalto contra las piedras, contra una zanja, contra lo que sea». Yo estaba de más en esa ruta y tenía que dejar pasar a cada camión.
Recuerdo llegar a la cima, suspirar y decir, ya no quiero subir más. Me tomo unos minutos para recuperarme, después de sentirme entre la espada y la pared durante varias horas. Luego vino el descenso como recompensa, con el viento que permitía evaporar la transpiración. Llego a un camping y me pongo a reparar el colchón que tenía 7 pinchazos en total; la noche anterior, sin verlo, había dormido sobre unos vidrios rotos y unas ramas. El dueño del camping me cobra 3 euros y además me ofrece un plato de pasta. Me advierte que el agua no es potable y no hay agua caliente, pero que puede darme una olla con un poco de agua hirviendo para bañarme. Me baño sentado en una roca con 2 baldes de agua. Lo sentía como el baño más reparador que había tenido en mi vida. Pude dormir 7 horas.

Tormenta de arena
(Al tercer día) me despierto y la rueda trasera estaba completamente desinflada. La inflo y salgo lo más rápido posible mientras pienso que hoy va a ser un gran día, estoy muy descansado. Luego de cruzar esta última parte de Atlas, llego a TanTan, conocida como «Las puertas del Sahara». El viento era insoportable, soplaba en contra y cruzado. Calculé en ese momento una velocidad constante de viento de 30 km/h con ráfagas de hasta 70 km/h. Incluso caminar era difícil, tenía miedo de caer frente a un camión. Caminé durante 3 horas. Observaba que la arena estaba suspendida en el aire; en ocasiones, ráfagas de arena voladora me golpeaban, causándome una sensación de ardor en la piel y mucha tos. Cubrí mi boca con la única otra remera que tenía y atravesé TanTan; ya no sabía cómo hacer para respirar ni para abrir los ojos, ya que la arena entraba por todas partes. No era consciente de que estaba atravesando una tormenta de arena.
Levanté la vista y ahí vi una de las imágenes más aterradoras de este viaje: el horizonte estaba compuesto únicamente de arena en movimiento. No se distinguía entre el suelo, el aire y el cielo; todo eran montañas de arena. En ese momento pensé, «¿Dónde me he metido?» Yo creía que esto iba a ser más fácil… ¿Cómo pude pasar por alto esto en mi planificación? En mi cálculo, tendría viento a favor todo el tiempo, pero esto era literalmente imposible. Los camiones se detienen y me preguntan hacia dónde voy. Intento explicar que estoy intentando establecer un récord mundial, pero nadie parece entenderme. Me dan agua y se van.

The police
(Al final de lmi cuarta jornada,) a las 11 pm, llego a las puertas de la ciudad de Laayune. Un grupo de policías amables me detiene. 100 metros más adelante, militares me paran; ya no tan amables, me piden el pasaporte y me hacen muchas preguntas. Lo más extraño es que, a 100 metros de allí, me paran otros militares, pero estos estaban bastante armados y no mostraban ninguna sonrisa. Me apuntan con linternas en la cara y me preguntan por mis documentos, por qué estoy aquí y por qué a esta hora. El interrogatorio es extenso y luego me dejan ir. 100 metros más adelante me paran nuevamente policías. Ya no entendía nada. Pregunto por qué me paran tantas veces y qué está sucediendo. Me responden que son controles normales, para garantizar mi seguridad. Sin darme cuenta, había cruzado el área en disputa entre Marruecos y Sahara Occidental). Dependiendo de a quién le preguntaras, había cruzado una línea fronteriza entre dos países.

Mad Max

(Al quinto día) despierto rodeado de hombres y escenas que parecen sacadas de una película de Mad Max: animales muertos, jeeps, camionetas y motocicletas destrozadas con piezas esparcidas por todas partes. Parece un desguace con carpas en medio. Me levanto muy tarde ese día debido a la acumulación del viento en contra, lo cual me ha dejado con una gran fatiga física.
El sistema tubeless de la bicicleta deja de funcionar y tengo que reemplazarlo por una cámara de aire convencional. También aprovecho para limpiar el grupo de tracción en una gasolinera con diésel, ya que la arena ya no me permite cambiar de marchas correctamente. Pierdo mucho tiempo realizando estas reparaciones y limpiezas. Debido a la tormenta de arena, algunas partes de la carretera tienen un carril reducido y se convierten en un solo sentido, ya que las máquinas topadoras están retirando la arena de la carretera. Parece como si el Sahara estuviera «comiéndose» la ruta. Finalmente, encuentro un camping y duermo alrededor de la medianoche.

(En la séptima jornada) me despierto antes del amanecer y soy muy consciente de que estoy retrasado. A partir de este momento, no puedo permitirme perder tiempo en nada. Desayuno rápidamente y me subo a la bicicleta. Creo que solo saqué una foto ese día. Cruzo el Trópico de Cáncer y pincho la rueda trasera dos veces. Ahora uso una cámara de aire, así que tengo que limpiar y reparar la cámara, que está sucia por el líquido tubeless. Duermo en un pequeño pueblo donde la gente espera antes de que abran la aduana para cruzar a Mauritania. Estoy un poco preocupado por «No Man’s Land», ya que mañana cruzaré uno de los pocos territorios en conflicto, donde ningún país lo reclama como propio. Por lo tanto, son 5 km donde no hay leyes ni gobierno que rijan ese territorio.

No man’s land
Me despierto antes del amanecer y me dirijo directamente a la frontera. Desayuno un pan con huevos y veo un cajero automático. Pienso que es mejor sacar dinero en efectivo en Mauritania para evitar problemas con el tipo de cambio. Sin saber que esta sería mi última comida con mi último dinero en más de 500 km.
Llegar en bicicleta a una frontera en el Sahara tiene la ventaja de que te dejan pasar adelante sin hacer cola bajo el sol. Pero ser blanco tiene la desventaja de que quieren entender realmente lo que estás haciendo y asegurarse de que no seas una amenaza para ellos o un problema internacional. Cruzo «No Man’s Land» y del otro lado me encuentro con nada más y nada menos que la Guardia Civil Española. Ellos estaban caminando, hablando y saludando a la gente. Quería abrazarlos, pero decidí limitarme a darles la mano. Estaban muy contentos de verme y se reían, preguntando cómo llegué hasta allí. Mientras hablaban, tomaban jugo de naranja en vasos de vidrio, dos cosas que no había visto en más de 1000 km. Les expliqué mi situación de récord mundial y les pregunté si sería seguro seguir de noche. Me dijeron: «Ya llegaste hasta aquí, así que sabes dónde estás y cómo funciona esto. Ve tranquilo, no te pasará nada. De todos modos, vamos a informar al jefe de los militares de Mauritania y veremos qué dice». El jefe militar de Mauritania vino y dijo: «De noche no puedes continuar en bicicleta, es peligroso. Cuando veas militares de noche, quédate allí».

Mis días más difíciles: Mauritania 

Pago una visa de 55 euros, que no puedo pagar con tarjeta, y me quedan solo unos 5 euros en efectivo. Un militar me dice que no me preocupe, que a 45 km hay un pueblo donde puedo usar mi tarjeta.
Ese día la temperatura rondaba los 50 grados. Llego al pueblo y resulta ser uno de los más pobres que he visto, con camellos muertos abandonados en la carretera. Ni siquiera los han enterrado. Compro algunas bebidas mientras reviso el mapa. Hay una gasolinera a 80 km y luego un pueblo a 200 km. La gasolinera está abandonada.

No tengo agua y comienzo a pedir bebidas a los militares y policías que me detienen. Llego a la ciudad a media noche; el nombre de la ciudad solo está en árabe en los carteles.
Ningún cajero automático funciona. Unos niños, junto con una persona mayor, me ayudan. Los niños se autodenominan los guardias del ATM y me muestran los 3 cajeros automáticos que hay, ninguno de los cuales funciona. Me dan algo de su escasa comida y agua. Me dicen que no me preocupe, que puedo dormir en la mezquita. Me presentan al guardián de la mezquita, que parece un imán, y a las 3 de la madrugada me recibe y, como todos los hombres religiosos, habla varios idiomas, incluido el inglés con fluidez. Le cuento mi situación y me dice que soy bienvenido, y me muestra un lugar donde puedo dormir junto con otras 20 personas. Era el patio de la mezquita. Me acuesto en mi bolsa de dormir, miro al cielo y veo un millón de estrellas.
(Al principio de mi novena jornada) me despierto con la llamada a la oración islámica a las 5 AM. Nunca antes me había sentido tan dolorido muscularmente. Mi cerebro estaba en piloto automático, ya no respondía, solo sabía que la solución estaba adelante. No tenía comida en el estómago y mi cuerpo comenzó a consumir no solo grasa sino también mis propios músculos como fuente de energía. Compro 2 panes con los últimos 20 centavos que me quedan y no me bajo de la bicicleta hasta llegar a la capital de Mauritania, Nuakchot. Llego a Nuakchot a media noche. Ningún cajero automático funciona, encuentro un hotel donde hablan inglés, les cuento mi situación y me dicen que no me preocupe, que me quede a dormir y vea cómo soluciono las cosas mañana. Pregunto por comida, pero me dicen que ya es muy tarde. Me voy a dormir sin comer.
(A la mañana de mi décima jornada) me despierto en el hotel a las 6 AM y comienzo a enviar mensajes a amigos que trabajan en diversas ONG de África. Finalmente, logro que una amiga de un amigo me dé 200 euros en efectivo y le transfiero el equivalente a su cuenta en Europa.
Tan pronto como recibo el dinero, compro un plato de arroz con pollo en el primer lugar que encuentro. Pero, poco antes de terminar de comer, empiezo a sentir un fuerte dolor en el estómago y salgo corriendo al baño. Mi cuerpo reacciona con una diarrea que llega quince minutos después de comer. Me estoy envenenando con carne en mal estado. Quedan menos de 48 horas para recorrer 600 km y decidir si rompo o no el récord mundial anterior. No puedo permitirme perder más tiempo. Compro algunos víveres para no detenerme más hasta la meta final.
Salgo muy tarde y físicamente agotado. A las 10 PM, empiezo a marearme en la carretera, y a las 11 PM, habiendo recorrido solo 50 km, me detiene un control militar. Me piden el pasaporte, me llevan al jefe y él me dice que no puedo continuar por mi seguridad; tienen esa orden y debo quedarme ahí. Para mí, es una especie de salvación, ya que ya estaba comenzando a sentir fiebre.

Los hermanos Rosso

(Al principio de mi undécima jornada) un hombre árabe con un turbante verde oscuro y una ametralladora me despierta. Muy amablemente dice: «Son las 7 AM, ya puedes irte… parece que estabas muy cansado». Antes de que me vaya, me da algo: un pan mordido y un mango.
Comienzo a pedalear hacia Rosso, conocida por ser la frontera más corrupta de toda África, administrada por dos hermanos. Llego a las 5:45 PM, justo 15 minutos antes de que cierre. Pago alrededor de 70 euros en sobornos y cruzo a Senegal en una canoa motorizada.

Del lado de Senegal ya no hay árabes, pero parece que he entrado en algún tipo de infierno. Solo veo gente vestida con uniformes militares y de policía a medias, porque en realidad ninguno es militar ni policía. Hay muy pocas mujeres, casi todas son prostitutas. No hay ningún tipo de recolección de basura, así que las moscas están en todas partes. Además, el alcohol es de venta libre en Senegal, lo que amplifica aún más la decadencia de ese lugar.

Una Coca en el prostíbulo

Me encuentro con un hombre blanco que me grita con acento español: «¡Oye! ¡Te vi en el Sahara! ¡Has cruzado el Sahara! ¡Estás loco!». Era un camionero de casi 70 años que compraba camiones en Europa y los vendía en África. Según él, me había visto durante los últimos 1500 km. Le propongo tomar un café juntos, pero eso no existe en Rosso. Él me dice: «Aquí solo hay dos prostíbulos», así que vamos a uno de ellos a tomar una Coca-Cola. Allí le muestro los mapas y le cuento mi travesía. Siendo las 8 PM y habiendo recorrido ya 250 km, él me convence de que no puedo descansar en Rosso. Si quiero romper el récord mundial, debo hacer al menos 100 km más ese día o antes de dormir. Le doy un abrazo y sigo adelante, enfrentando el viento de frente en dirección a Saint Louis.

Día 12, el último día

Me despierto a las 8 AM. A pesar de ver que he perdido mucho peso, al ponerme la ropa me doy cuenta de que algo anda mal. A pesar de eso, me siento bien y sé que es el último día. No desayuno, el dolor en el estomago me hace olvidar que debo comer.
Salgo directamente y enciendo el GPS. Pero recuerdo que no hay internet debido a un intento de golpe de estado y el gobierno cortó el servicio. Así que no sé cómo llegar a Dakar. No lo pienso dos veces y sigo en dirección sur, preguntando a la gente cómo llegar a Dakar. Todo el camino es en contra del viento.
Paso por barricadas y veo señales de incendios de la noche anterior. Algunas calles todavía están bloqueadas y algunos niños me detienen, amenazándome con palos y arrojando piedras y botellas. Un niño me roba una botella de agua. La gente está furiosa en las calles y a medida que me acerco a la capital se vuelven más agresivos y menos dispuestos a ayudar. Estoy a punto de llegar me faltan pocos kilómetros.
Dos amigas se suben a un taxi y me guían hasta el Monumento del Renacimiento Africano.

Con ellas dos como testigos, establezco el nuevo récord: el cruce más rápido del Sahara, desde Marrakech hasta Dakar.
12 días, 22 horas y 44 minutos.

@leo_morilla

*El cambio de ruta fue propuesto y aprobado por Guinnes World Record. El rácord ha sido enviado a revisión, junto con toda la documentacion requerida por las autoridades del Guinness, para ser oficial, un proceso que Guinness demora aproximadamente entre 4 meses y 1 año para aprobarlo como oficial o rechazarlo, en ca. En caso de no ser aprobado será un récord no oficial.

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Bicivolador Turístico: un viaje inolvidable por la historia y la belleza rural de Navarro y Las Marianas

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En un mundo cada vez más conectado digitalmente, a veces olvidamos la riqueza y la magia que nos ofrece el mundo rural. Es en estos rincones apartados donde se esconden tesoros ocultos y experiencias auténticas que nos transportan a un pasado lleno de historias fascinantes y paisajes cautivadores. En este contexto, el proyecto denominado Bicivolador Turístico emerge como una ventana única para explorar los encantos de los pueblos del interior de la provincia de Buenos Aires, combinando la pasión por el ciclismo con el descubrimiento de la historia, las costumbres y la gastronomía local.

Dentro de este emocionante proyecto, la localidad de Navarro se presenta como uno de los destinos destacados para el próximo mes de octubre. Situada en el corazón de Buenos Aires, a unos 110 kilómetros de la Ciudad de Buenos Aires, esta encantadora localidad cautiva a los visitantes con su rica historia y su escenario natural. Durante tres días y dos noches, los entusiastas del ciclismo y los aventureros podrán sumergirse en una experiencia enriquecedora, que combina el esplendor rural con una presentación exclusiva de degustación de vinos, un recorrido rural al pintoresco pueblo de Las Marianas y un fascinante recorrido urbano por la localidad de Navarro.

Navarro, con su laguna municipal y su arquitectura antigua, es una joya histórica que ha resistido el paso del tiempo. Sus edificios antiguos y su encanto tradicional nos transportan a épocas pasadas, permitiéndonos revivir la grandeza y la sencillez de las generaciones anteriores.

Durante el recorrido urbano, los participantes tendrán la oportunidad de descubrir los tesoros ocultos de la ciudad, visitando lugares emblemáticos como la Parroquia San Lorenzo, el Parque Histórico Dorrego, la Estación Trocha Museo Ferroviario, la Réplica del Fortín y el Museo Palentológico, entre otros.

Pero el encanto de Navarro no se limita solo a su ejido urbano sino que en las afueras el esplendor natural toma protagonismo, ofreciendo un espectáculo visual que deleitará a los amantes de la naturaleza. El recorrido rural hacia el Pueblo de Las Marianas invita a los cicloturistas a adentrarse en la belleza natural de este lugar pintoresco y evoca una serenidad que solo se encuentra en estos parajes rurales.

Pero la experiencia no estaría completa sin una muestra de la exquisita gastronomía de la región. En el corazón de Navarro, los afortunados participantes tendrán la oportunidad de disfrutar de almuerzos en lugares como “Lo de Irma” (viejo Hotel rural) y el “Almacén Museo La Protegida”.

En resumen, el proyecto Bicivolador Turístico se convierte en un pasaporte a la historia, la cultura y la belleza rural de los pueblos y parajes bonaerenses como lo son en este caso Navarro y Las Marianas. Esta experiencia promete ser un viaje inolvidable que alimentará los sentidos y rejuvenecerá el espíritu de aquellos que quieran escapar del ruido de las grandes urbes y buscan una conexión auténtica con la tranquilidad y seguridad de estos lugares. Así que preparate para pedalear, descubrir y dejarte cautivar por la magia de la Argentina rural en Bicivolador Turístico.

Esta propuesta te invita no solo a pedalear por caminos rurales sino también a que te lleves información de la historia del lugar que visitarás e imágenes hermosas que te harán olvidar de la rutina y el acelere al que estamos acostumbrados…

PD: Bicivolador Turístico no se limita a Navarro…Ya se están diagramando experiencias para las localidades de Mercedes y Suipacha, asi que estate atento.

Para obtener más información sobre el proyecto Bicivolador Turístico y reservar tu lugar en la experiencia en Navarro, visita en instagram @bicivolador_turístico o comunícate con el celular 2324-500438.

Los cupos son limitados, así que asegúrate de reservar con anticipación para no perderte esta aventura única.

Por Mauro Lambert

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ABC

Seguros Rivadavia ofrece variedad de coberturas para la bicicleta y el ciclista

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Seguros Rivadavia ofrece tres líneas de seguros de bicicletas: Bici Pro, Bici Max y Bici Total, las tres con diversas alternativas de contratación en sus coberturas y capitales asegurados. 

Todos estos planes amparan la pérdida total por robo de la bicicleta, el daño total y parcial (tanto en Argentina como en el exterior, si se opta por contratar la extensión de cobertura), accidentes personales para el ciclista y responsabilidad civil ante cualquier accidente que sufra circulando y que pueda provocar daños a terceros, el robo de efectos personales o equipos portátiles electrónicos que porten en bolsos o mochilas en circunstancias de uso de la bicicleta.


En suma, las siguientes son las coberturas básicas:
• Robo total.
• Muerte accidental.
• Invalidez total y parcial permanente por accidente.
• Gastos de asistencia médico-farmacéutica por accidente.
• Cobertura de responsabilidad civil del ciclista.


Y estas coberturas se complementan con una importante gama de servicios adicionales sin cargo para el asegurado.
Pueden acceder a estos planes bicicletas fabricadas desde el año 2000 en adelante.

Para más información: www.segurosrivadavia.com | 0810-999-3200 | info@segurosrivadavia.com
O bien, contactarse con cualquiera de los Productores Asesores de Seguros Rivadavia en todo el país.

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Cicloturismo

Cruzando África en bicicleta

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Tras conquistar Europa en tiempo récord, un intrépido Youtuber español de ultra distancia, Juanma Mérida, se encuentra en Ciudad del Cabo tras completar su desafío de cruzar el continente africano en bicicleta. “En menos de un año he cruzado dos continentes, 36 países y más de 25.000 kilómetros. Un reto deportivo único en el mundo que me gustaría dar a conocer”, señala Juanma, puesto que hace unos meses cruzó Europa a través de 27 países en tan solo 100 días.

El 16 de enero de 2023, Mérida inició su travesía desde Alejandría, Egipto, con el plan de llegar a Ciudad del Cabo, Sudáfrica, el 15 de junio, tras haber completado una ruta salvaje de aproximadamente 12.000 kilómetros en 150 días.

Según nuestro protagonista, cada etapa de su viaje ha estado llena de experiencias inolvidables y desafíos inesperados. En Egipto quedó sorprendido por la vida en las zonas rurales, sintiendo que retrocedía en el tiempo hasta la Edad Media. Aunque el país es conocido por su historia y majestuosas pirámides, Mérida descubrió momentos peligrosos lejos de las zonas turísticas, los cuales ha compartido en su popular canal de YouTube y en su próximo libro.

Durante su paso por Sudán, el ciclista se enfrentó al desierto más grande del mundo y disfrutó de la tranquilidad absoluta que ofrece. A pesar de la generosidad y amabilidad de la gente, lamentó la situación política que ha sumido al país en otra guerra civil. Afortunadamente logró escapar antes de que estallara el conflicto. 

Sin lugar a dudas, Etiopía se convirtió en el país más desafiante de su aventura. No solo tuvo que enfrentarse a duros puertos de montaña, sino también al acoso verbal e incluso físico por parte de algunos habitantes. Además, fue testigo de la pobreza y las difíciles condiciones en las que viven millones de niños en el país.

El contraste fue evidente al llegar a Kenia, un país desarrollado, donde Mérida pudo disfrutar de supermercados repletos de variedad y tuvo la extraordinaria oportunidad de alimentar a una jirafa de 5 metros de altura.

En Tanzania, experimentó la esencia misma de África tal como la imaginamos en Occidente: mujeres equilibrando cargas en sus cabezas con una habilidad impresionante, hombres trabajando la tierra sin maquinaria y niños jugando en un paisaje tropical hermoso. Durante una desviación hacia la paradisíaca isla de Zanzíbar, se encontró cara a cara con una leona salvaje cerca de la frontera del siguiente país, un momento aterrador que logró superar con vida…

Zambia le regaló paisajes salvajes y la oportunidad de admirar las Cataratas Victoria en todo su esplendor, junto con la proximidad de animales salvajes como jirafas, elefantes y zebras.

En Botsuana, Juanma Mérida enfrentó uno de sus mayores desafíos. Encontrar agua, comida y un lugar seguro para dormir se convirtió en una tarea extremadamente difícil. Acampar en cualquier lugar era considerado un verdadero suicidio, debido a la presencia de leones y guepardos en los alrededores.

Namibia fue otro gran desafío. Esta vez tuvo que superar su famoso desierto y transitar durante muchos kilómetros por carreteras sin asfaltar.

Para colmo, al llegar a Sudáfrica se encontró con el húmedo y frío viento oceánico de esta parte del país donde el invierno empezó hace semanas.

«Este es mi segundo invierno en el mismo continente con menos de 5 meses de diferencia»

Este intrépido Youtuber ha superado todos los obstáculos en su camino, demostrando su valentía y determinación para cumplir sus sueños.

Para aquellos interesados en seguir esta increíble travesía o conocer más sobre las experiencias de Juanma Mérida, pueden encontrarlo en su canal de YouTube, donde comparte emocionantes videos de sus encuentros y desafíos en cada país.

https://www.youtube.com/channel/UC0zPXPYyc5MSgWJHtdG4ZdQ  

https://instagram.com/juanma_merida_

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